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Confesiones de una madre desastre

Ahora vuelvo, tengo que limpiarme la caca de la camiseta.

Por mucho que me esfuerce, siempre me siento peor que otras madres. Siempre estoy haciendo cosas en el último momento, y a menudo recibo recordatorios de las actividades y citas de mis hijos el mismo día en que van a ocurrir... o, lamentablemente, después de que hayan ocurrido. En serio, estoy tan atolondrada que con suerte consigo cruzar la puerta de casa con zapatos del mismo par. La mayoría de los días tengo la sensación de que apenas controlo mi vida y es aterrador ser responsable de la de otra persona, una persona más valiosa e importante que yo misma. Quiero ser la mejor madre posible, pero... ¿por qué me resulta tan difícil compaginarlo todo?

El perfecto ejemplo es cada mañana cuando llevo a mi hijo al colegio. Después de pasarme la mañana corriendo de un lado a otro para prepararle, darle el desayuno y poner la casa patas arriba para encontrar sus zapatos, normalmente acabo saliendo a toda prisa por la puerta con el maquillaje del día anterior y el pelo recogido en un moño que parece un cagarro. Me invade la vergüenza cuando veo a otras madres y padres con el pelo perfectamente peinado, que dan la sensación de que esa mañana les ha dado tiempo a meditar, hacer yoga y tomar un desayuno perfectamente equilibrado. Intento evitar mirarles a los ojos a toda costa porque me da mucha vergüenza. Me da vergüenza no poder "controlar todo" como ellos. Pero es que no puedo.

Yo no puedo, porque soy la madre desastre.

La madre desastre es la madre que, antes de ir a cualquier lado, tiene que volver corriendo a casa por lo menos tres veces porque se le ha olvidado algo. La madre a la que, cuando va a un parque de atracciones a pasar todo el día, seguramente se le olvida algo importante como los pañales. La madre que normalmente (vale, siempre) llega tarde y la madre que normalmente (vale, siempre) tiene algún tipo de mancha misteriosa en la camiseta.

Ya sabes, la madre desastre. Es la madre que no tiene ni idea de cocinar, así que tiene que comprar cosas para las fiestas de la clase y los cumpleaños. Es la madre que se emociona muchísimo al llegar a tiempo a la obra de teatro de la clase y luego se da cuenta de que se ha equivocado de día. Y es la madre que se da cuenta de que es el día de carnaval justo cuando acaba de llegar al colegio.

¿Pero por qué tengo yo que ser la madre desastre? ¿Por qué tengo el cerebro cableado de manera que haga mi vida estresante? ¿Mi hijo se va a avergonzar de mí cuando sea mayor? ¿O ya se avergüenza de mí? Estas son preguntas que me hago a menudo.

La gente bromea a menudo con ser la madre desastre porque nuestras vidas son tan locas y frenéticas que es gracioso. Es que tenemos que reírnos de las situaciones tan ridículas en las que nos metemos. Pero no siempre es gracioso en el momento en que ocurren. En esos momentos 'desastre' me estreso, me pongo nerviosa y vuelvo a sentir que he fallado. Ejercer de madre es lo más difícil que he tenido que hacer en mi vida y es horrible pensar que fallas en algo así. No quiero fallarle a mi hijo. Amo a mi hijo.

Y luego, cuando menos me lo espero, me llega un recordatorio. Un recordatorio de que no he fallado. Los recordatorios llegan cuando mi hijo necesita que le arrope por la noche o cuando necesita que le dé un abrazo porque se ha hecho daño. Me quiere a mí y yo siempre estoy ahí. Siempre estaré ahí. Recibo estos pequeños recordatorios todos los días. Solo tengo que ser consciente de ellos. Mi hijo no ve mis defectos; solo ve a una madre que le quiere. Y eso no es fallar, en absoluto. Por muy desastrosa que esté cuando le llevo al colegio o por muchas galletas que se me hayan quemado. Así que, si estás poniendo lo mejor de tu parte como mamá, muéstrate orgullosa de ello, seas o no una madre desastre.

Y no te sientas culpable si a veces usas su taza de las Tortugas Ninja para beber vino cuando se van a la cama.


Este artículo ha sido traducido del inglés.