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    Así es cómo el cáncer cambió mi forma de pensar sobre mi cuerpo

    Sobrevivir a un cáncer de mama en etapa 4 me ha hecho apreciar exactamente lo que puedo —y lo que no puedo— controlar cuando se trata de mi cuerpo.

    Piensa en tu cuerpo por un momento: ¿está funcionando apropiadamente? ¿Está tu sangre corriendo por tus venas? ¿Te duele algo? La mayoría de nosotros no piensa en nuestros órganos y partes del cuerpo a menos que estén enviando alguna señal de dolor o de placer. Nuestros cuerpos se dedican a sus asuntos, y siempre y cuando nos permitan despertarnos todos los días, están haciendo bien sus trabajos.

    En agosto de 2015 sentí un dolor en el lado derecho, justo debajo de las costillas. Mi médico pensó que podría ser mi vesícula biliar; sentí desasosiego ante la idea de tener que cambiar potencialmente mi dieta y mi estilo de vida debido a la disfunción de un pequeño órgano. Recuerdo frotarme el lugar donde se concentraba el dolor, y decirle a mi doctor, "es raro, estar así de consciente de uno de tus órganos internos. Nunca piensas en ellos hasta que algo sale mal".

    Después de algunas pruebas y exámenes de imagen supe que, de hecho, no era la vesícula biliar lo que me había estado doliendo, sino el hígado. Un ultrasonido reveló un tumor del tamaño de una canica en mi seno derecho, el cual había hecho metástasis y se había extendido a la columna vertebral y al hígado (el cuál, supe de la manera más dura, tiene terminaciones nerviosas). Tengo 28 años, y no tengo antecedentes familiares de cáncer de seno, además, tuve un chequeo completo solo unas semanas antes de mi diagnóstico y fui declarada completamente sana. Enterarme de que tenía cáncer grado IV fue una conmoción, por decir lo mínimo.

    Pasé unas 12 semanas recibiendo quimioterapia una vez a la semana, hasta que las células cancerosas habían disminuido lo suficiente para ser invisibles en una PET. Con frecuencia recuerdo la semana y algo más en la que creía que el dolor en mi costado se debía a algo tan inocente como cálculos biliares, y envidio mi ignorancia de lo que realmente le estaba pasando a mi cuerpo. Recuerdo haberme quejado con mi médico por mi vesícula biliar, sin saber la siniestra verdad, me hace sentir nostálgica por la persona que solía ser.

    Sin embargo, para bien o para mal, ya no soy esa persona. El cáncer cambió profundamente lo que pienso y siento de mi cuerpo, y de alguna manera, ahora vivo una vida más sana debido a eso. Aquí está cómo fue el proceso para mí.

    1. Darme cuenta de que no podía confiar en mi cuerpo fue muy difícil.

    Solía pensar en mi cuerpo como una herramienta a ser utilizada, y no tenía razón para preocuparme por su funcionamiento interno (a menos que me comiera un bloque entero de queso, o me tomara cuatro cervezas en una hora). Después de ser diagnosticada, veía a mi cuerpo como un traidor, un gemelo siamés malvado al cual mi cerebro estaba pegado. Cualquier confianza que hubiera tenido en mi yo físico desapareció.

    No confiar en tu cuerpo es una sensación terrible, cualquiera que haya luchado con una enfermedad o padecimiento, o que haya visto a alguien querido pasar por esto, puede dar testimonio de eso. Una de las cosas más difíciles de asumir después de enterarme de que estaba enferma fue que no era mi culpa.

    2. Tuve que aceptar que mi padecimiento estaba fuera de mi control, pero eso no significaba que todo lo estuviera.

    No tenía control sobre lo que estaba pasando dentro de mí; lo único que podía hacer era tratar de estar sana de otras maneras. Sentí que la única cosa en la que en realidad tenía voz y voto era lo que comía; casi cualquier otra cosa no estaba en mis manos.

    Debo mencionar que antes de mi diagnóstico, no estaba particularmente sana. Tendía a comerme cualquier queso que estuviera a mi alcance; cuando solía vivir cerca de una tienda de conveniencia, había unas cuantas noches en las que entraba allí camino a casa y compraba los ingredientes de lo que llamaba "ensalada de caramelos". Era solo una mezcla de cuatro o cinco caramelos diferentes en un tazón gigante para ensaladas. Pueden ver que no estaba muy preocupada por mi dieta.

    Después de saber que estaba enferma, cambié completamente mi dieta y dejé de beber. Me angustiaba evitando cosas que pudieran empeorar mi condición y me enfoqué en tratar de mejorar. Sentir que estaba haciendo algo que me estaba ayudando a estar más sana lo hizo fácil; ni siquiera extrañé mis vicios anteriores.

    3. Comencé a pensar en mi cuerpo casi como una versión aparte de mí misma.

    Sin importar cuán cuidadosa era con mi dieta, no pude evitar mi desconfianza y miedo de mi propio cuerpo. Es raro pensar en tu cuerpo y en tu "yo" como dos entidades separadas, y me encontré deseando ser mejor en separar mentalmente las dos cosas. No poder depender de mi cuerpo para mantenerse vivo era una cosa, pero me encontraba constantemente atormentada por pensamientos ansiosos. Si no podía contar con el funcionamiento correcto de mi cuerpo, ¿cómo podía permitirme relajarme? Olvídate del amor propio, ¿cómo se suponía que iba a mirarme a los ojos de nuevo después de tal traición?

    La persona que vi mirándome en el espejo fue una extraña por un tiempo. Estaba decepcionada de mi cuerpo por lo que percibí como debilidad, y odié ver los efectos de esa fragilidad en mi reflejo. Desconocía a la versión de mí misma que era calva y estaba cubierta de cicatrices y bultos, que tenía la mirada perdida, emocionalmente agotada por el trauma de todo eso. No quería conocer a esa persona, y mucho menos ser ella.

    6. Supe que podía sentirme mejor si me veía mas sana.

    Encontré maneras de evitar tener que ver aquella extraña versión de mí misma. Miré interminables horas de tutoriales de maquillaje, investigué todos los tipos de pelucas y postizos disponibles. Encontré maneras ingeniosas de disfrazarme de persona sana. Y me sorprendió descubrir que las ilusiones de salud que pueden proporcionar el maquillaje y el cabello falso eran tan efectivas como la auténtica cuando se trataba de enfrentarme a mí misma. Cuando me despertaba una hora antes para hacer que mi cara luciera perfecta, y peinaba mi peluca de la forma correcta, pasaba por una persona normal.

    7. Pero también comencé a depender de esa versión creada de mí misma.

    El lado negativo de recrear mi yo "normal" con pelucas y maquillaje fue que me volví dependiente de esas ilusiones. Cuando me declararon sin cáncer en diciembre, esperaba que mi cabello creciera de nuevo en una semana o algo así. Ahora, cuatro meses después de terminar el tratamiento, mi cabello aún no es lo suficientemente largo para sostener un gancho de pelo en su lugar. Me he acostumbrado a que la gente me vea de la manera en que quiero que me vean, más que de la manera que realmente soy. Y por eso, seguí usando una peluca hasta que mi cabello creciera al largo de un corte pixie.

    Envidio a las personas que se permiten ser lo suficientemente vulnerables como para salir de casa sin maquillaje, que confían en sus rostros naturales, al desnudo. Pero cuando estuve completamente calva por la quimio, al menos una persona me dijo que verme sin peluca la perturbó. Después de escuchar eso, nunca salí de casa sin cubrir mi cabeza y sin producir mi rostro como si fuera a la primera cita con un multimillonario. Nunca me imaginé que estaría tan preocupada por mi apariencia, pero necesitaba reconocer mi reflejo, aunque solo fuera para conservar mi cordura.

    8. Finalmente estoy comenzando a perdonar a mi cuerpo.

    No fue sino hasta que pude parar la quimio que comencé a perdonar a mi cuerpo por lo que había hecho, o más bien, por lo que le había ocurrido. Nadie más estaba molesto conmigo por estar enferma, y sentí que no podía seguir enojada por mucho tiempo. Traté de disculparme con mi cuerpo por culparlo por lo que, esencialmente, fue una intromisión contra él. Admitir que no tengo control absoluto sobre mi bienestar físico fue difícil y aleccionador. Sin embargo, tengo algo de control sobre cómo me trato.

    9. Después de sentirme tan impotente en cuanto a mi cuerpo, ahora me importa mucho más hacer lo que puedo por estar sana.

    Perdonar a mi cuerpo fue el primer paso; el segundo fue mantenerme sana. Cierto, técnicamente aún tengo cáncer grado IV, y lo tendré por el resto de mi vida, pero puedo trabajar en estar sana de otras maneras.

    Muchos de mis amigos me han preguntado, "¿cuándo puedes comenzar a beber de nuevo?" Tendré que beber de vez en cuando, pero lo cierto es que nunca podré volver a parrandear de la manera en que lo hacía. Cuando tienes tan poco control sobre tu vida, te aferras a las cosas en las que puedes ser disciplinada.

    No es que yo piense que todos deberían cambiar sus hábitos de alimentación y de bebida; para mí, se trata más de sentir que le encontré la vuelta a lo que le está pasando a mi cuerpo. Se trata del control. Y puesto que puedo decidir estar más sana, estoy aprovechando la oportunidad.


    La semana de la positividad corporal es una semana de contenido dedicado a explorar y celebrar nuestras complicadas relaciones con nuestros cuerpos. Échale un vistazo a más contenido de la semana de la positividad corporal aquí.