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Que te llame guapo una cajera del súper no es sexismo

Los "piropos" que reciben los hombres son anecdóticos e inofensivos porque su privilegio masculino les blinda para que su reputación quede intacta. Para las mujeres, esos comentarios constantes sí suponen una desventaja social.

Hola, soy María Gómez, periodista. Mi trabajo consiste en contar historias, así que os contaré la mía para que nadie lo haga por mí. https://t.co/lrhpujn8jj

Hace unos días, la periodista deportiva María Gómez escribió que estaba harta de las faltas de respeto que sufrían las reporteras a pie de calle, con besos e incluso tocamientos por parte de los aficionados mientras intentan hacer su trabajo. Los hemos visto durante años y de forma televisada, entre las risas de plató y la entereza de las profesionales, pero en este Mundial de Rusia 2018 por fin estamos hablando de estas actitudes como lo que son: machismo. Después de sus declaraciones, Gómez ha sufrido un acoso tajante en Twitter, con cientos de hombres (y algunas mujeres) llenándolo todo de insultos y peticiones de despido por haber llamado "pibones" a algunos jugadores poco después de corregir a un señor que la llamó guapa en directo.

Después de todo ese acoso, Gómez se ha visto obligada a publicar una disculpa y a matizar que "los hombres también sufren cosificación". Pero a pesar de las presiones y la búsqueda incesante de incoherencias en el discurso de las mujeres en cuanto estas alzan su voz contra las desigualdades, la realidad es que la cosificación no afecta a los hombres porque su posición de poder evita que esos comentarios tengan una consecuencia real en sus vidas. Es decir: que María Gómez llamara "pibones" a unos jugadores en un programa es, seguramente, un comentario de mal gusto, pero que no afecta de forma alguna al trabajo de los futbolistas ni a su valía; por el contrario, llamar guapa a una periodista mientras está realizando su trabajo es un ninguneo profesional. Es evidenciar que las mujeres somos meros objetos de consumo para los hombres, muñecas que deben sonreír y asentir cuando reciben valoraciones estéticas que nadie ha solicitado.

Si no veis la diferencia entre un comentario anecdótico que no daña la reputación de los jugadores y uno que ningunea a una periodista delante de sus narices, no puedo ayudaros, porque es la definición más pura de privilegio masculino. La carrera profesional de María Gómez está siendo cuestionada por ese "guapos", pero el señor que le preguntó a la periodista "¿cómo te llamas, guapa?" ha sido totalmente eliminado de la conversación y eximido de culpa. Estas reacciones virulentas pero vacías solo tienen una intención: silenciarnos. Las quejas sobre las actitudes machistas que se dan en un contexto patriarcal son incómodas, por eso quieren tirar por tierra a todas las valientes que se atreven a denunciarlas.

Un jefe jamás te va a llamar "guapo" en una reunión de trabajo, pero a nosotras sí nos llaman guapas en el contexto laboral. Esa diferencia es clave para entender el sexismo: ese "guapa" nos infantiliza e indica que no existe el mismo respeto por unos que por otras. Y no somos niñas, somos profesionales.

Lo siento, pero que la frutera te llame "cariño" no te infantiliza, no es una amenaza a tu posición de poder en la sociedad, ni va a suponer ningún obstáculo en tu vida personal ni profesional, ni se hace con la misma intención que cuando lo recibe una mujer. Woody Allen, Kevin Spacey o Jeffrey Tambor siguen trabajando tras acusaciones gravísimas de abusos. ¿De verdad crees que un "guapo" va a afectar negativamente a la autoestima o a la carrera de unos futbolistas millonarios o es que simplemente quieres seguir incomodando a las mujeres sin consecuencias? Deberíamos exigir respeto para todos, sí, pero no podemos eliminar del discurso que son las mujeres las que sufren esa discriminación y las que, además, pueden perderlo todo por señalarla.

Ya está bien de deformar la realidad para intentar que el machismo no signifique nada.