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Una carta a los padres de esos niños que se me quedan mirando en público

O cómo hablar a tus hijos sobre la gente no conforme con su género.

Estimados padres: en calidad de alguien no conforme con su género, recibo mucha atención, tanto deseada como no deseada, siempre que estoy en público.

Pero hay un tipo de atención que destaca sobre el resto: la atención proveniente de niños confundidos. Lo empecé a notar cuando me mudé a Nueva York con 22 años.

El fin de semana pasado, me acordé de este tipo de atención otra vez cuando viajé de Los Ángeles a Florida para acudir a una conferencia homosexual en el complejo hotelero Hilton Orlando.

La mitad del hotel estaba lleno de homosexuales intentando aprender cómo atender mejor a la juventud transexual. La otra mitad eran familias visitando Orlando para conocer a Minnie, Elsa y Goofy en Disney World. Una combinación interesante.

Tras mi charla principal, me dirigí al río artificial del hotel luciendo unos atrevidos labios morados, bañador y un albornoz. Entonces es cuando sentí esos familiares ojos seguirme; los niños lo estaban haciendo de nuevo y me miraban descaradamente con toda su atención.

Pero la reacción más común fue que vuestros hijos, tras fijarse en mi expresión de género, se giraron hacia vosotros y exclamaron algo como: "¡Mamá, ese chico lleva pintalabios!" o "¡Mira, papá! ¡Mira qué lleva puesto!".

Después de que vuestros hijos llamaran vuestra atención sobre mi expresión de género, casi todos vosotros hicisteis lo mismo. Me mirasteis, establecisteis contacto visual conmigo, os avergonzasteis rápidamente y dijisteis a vuestros hijos que "no está bien hablar sobre los desconocidos".

Vuestros hijos, al ver vuestra vergüenza ante la situación, se giraron, se avergonzaron ellos también y, tras unos minutos para recuperarse de la vergüenza, siguieron chapoteando en la piscina. Esta interacción tuvo lugar docenas de veces durante mi fin de semana en Orlando.

Padres, he decidido que tenemos que hablar, porque podéis hacerlo mejor. Tenéis que hacerlo mejor. Me lo debéis a mí, a la comunidad trans y al desarrollo emocional de vuestros hijos.

Comienza por admitir que, aunque pareciera que la interacción consistiera solo en enseñar a vuestros hijos a no hablar sobre los desconocidos, hay algo mucho más importante en juego.

En realidad, cuando vuestros hijos se giraron hacia vosotros y dijeron: "¡Mira, un chico con pintalabios!", lo que realmente estaban haciendo era una pregunta.

Cuando os girasteis hacia vuestros hijos e, incómodos, les dijisteis que "no está bien hablar sobre los desconocidos", no solo no respondisteis a su pregunta, sino que cerrasteis la puerta a lo que podría haber sido una productiva y alentadora conversación.

Tuvisteis una oportunidad para enseñar al niño una importante lección sobre el respeto hacia la diversidad de la expresión de género, y lo redujisteis a una lección tangencial y menos importante sobre la educación en público. Lo que es más, al demostrar vuestra propia incomodidad ante la situación, hicisteis que vuestros hijos también se sintieran incómodos, y fomentasteis inadvertidamente la cultura del estigma y la incomodidad que rodea a la gente de género no conforme.

Padres del mundo, quisiera sugeriros un paradigma mejor para manejar esta situación cuando, inevitablemente, se vuelva a presentar. La próxima vez que vuestro hijo se gire hacia vosotros y os diga: "¡Mira! ¡Ese chico lleva pintalabios!" o "¡Esa chica lleva pajarita!", no terminéis la conversación diciéndoles que no hablen sobre los desconocidos.

En su lugar, intentad responder a la pregunta que realmente están haciendo. Intentad hablarles de la belleza de la diversidad en la expresión de género en el mundo.

Os prometo que no es tan difícil. Podríais decir: "Sí, Pedro, a veces los chicos llevan pintalabios y es totalmente correcto. ¡Tú también puedes llevar pintalabios si quieres!". O podríais decir: "Sí, Sara, lleva pajarita. Tanto las chicas como los chicos pueden llevar pajaritas. ¿Quieres una?".

O, si vuestro hijo es superdotado, incluso podríais decirle: "Sí, Tamara. Aunque a menudo se nos presenta una visión miope de que el género es algo biológico por naturaleza, realmente es un sistema conductual y discursivo, construido socialmente, que crea un poder hegemónico dentro de la sociedad y varía según culturas, épocas y espacios antropológicos. Aprenderás todo eso cuando vayas a la universidad, te conviertas en especialista en estudios de género y leas a Judith Butler y Michel Foucault mientras preparas tu tesis".

Y, por el amor de dios, elijas la respuesta que elijas, no te sientas incómodo con ella.

Simplemente sé natural, ¿vale? ¿Es demasiado pedir?

Y una de estas respuestas (especialmente la última) no solo contesta a la pregunta que tu hijo realmente te está haciendo, sino que le enseña, desde pequeño, a respetar la diversidad natural de género que existe en el mundo. E, igualmente importante, le abre a nuevas posibilidades para que tu hijo explore con cariño su propia identidad de género en los próximos años.

Así que, padres, aunque sea de mala educación hablar sobre los desconocidos, yo se lo perdonaré a vuestros hijos. No me importa que vuestros hijos hablen de mí en público, siempre que vosotros también estéis dispuestos a hablar de mí en público.

La próxima vez que me veáis en el metro con unos zapatos de tacón, o contoneándome al lado de la piscina con un pintalabios morado, y vuestro hijo diga algo de mí, os doy pleno permiso para que me uséis como una oportunidad para enseñar.

Posdata: si os sentís culpables por usar mi existencia como una oportunidad para educar sobre género, acepto como compensación un pase de día para Disney World. Nunca tuve la oportunidad de montarme en la Space Mountain de niño.

Posposdata: también acepto bebidas gratis en el bar de la piscina.

Este artículo ha sido traducido del inglés.