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La España negra tiene muchos casos dignos de documental.
La tarde del 22 de julio de 1975, los trabajadores volvían después de un caluroso día de faena en el campo hacia la finca de 'Los Galindos', situada a tan solo 53 kilómetros de Sevilla, cuando se toparon con una espeluznante escena: un quíntuple asesinato, realizado con tres armas diferentes y en tres puntos distintos de la propiedad.
Las víctimas del brutal asesinato fueron Manuel Zapata, capataz de la finca, y su mujer, Juana Martín, embarazada de seis meses, asesinados a golpes con una pieza de acero y posteriormente calcinados en el cobertizo del cortijo. Sobre sus camas y con el rostro irreconocible por los golpes producidos, aparecen los cuerpos de José González, tractorista, y su esposa, Asunción Peralta, golpeados con otra pieza distinta a la de Zapata y Martín. Fuera, en una cuneta, aparece Ramón Parrilla, también tractorista, muerto con los brazos destrozados en un vano intento de protegerse de los disparos de una escopeta. Todo apunta a que este último perdió la vida por aparecer por sorpresa en el momento equivocado.
El crimen fue todo un escándalo y la brutalidad de los asesinatos no solo conmocionó (y marcó durante años) a los vecinos de Paradas, el pueblo más cercano, donde todos los vecinos se conocían, sino a España entera. Se sospecha que la mala ejecución de la investigación, donde se barajó desde el crimen "pasional" hasta el tráfico de drogas, convirtió el caso de Los Galindos en un crimen perfecto, al no poder llegar a determinarse qué sucedió en realidad ni quién es el culpable.
Sor María Florencia Gómez Valbuena, religiosa de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, dio el salto a los medios de comunicación por ser una de las presuntas responsables del robo de recién nacidos en clínicas de maternidad madrileñas en la década de los años 1980. Su muerte en 2013 no solo se llevó su cuerpo, sino también aquellos cuadernos en los que anotó el nombre de las familias que habían solicitado adopciones y también sus teléfonos y direcciones de la época.
Sor María trajo a la memoria de España una truculenta historia de niños robados. De pobres a los que arrebataron a sus hijos para dárselos a familias ricas. Hoy, muchas de estas familias siguien buscando respuestas.
Eran ricos y tenían un gran pedigrí. Manuel de la Sierra y María Lourdes Urquijo y Morenés, conocidos como los marqueses de Urquijo, fueron asesinados en la cama de su lujosa mansión de Somosaguas la noche del 1 de agosto de 1980. A partir de esa fecha, su asesinato copó por igual las páginas de sucesos como las de sociedad.
Se descubrió que su hija, Miriam de la Sierra, se encontraba al borde del divorcio con Rafael Escobedo y que ya tenía una aventura con Richard Denis Rew, conocido como Dick el americano. Se descubrió también que los negocios del marqués no iban tan bien como se esperaba y que a pesar de mantener el estatus y la mansión en la que tanto él como su mujer fueron asesinados, las acciones del Banco Urquijo, del que era propietario, caían en picado. Las especulaciones sobre si se trataría de un crimen por motivos económicos o pasionales copaban las portadas de periódicos y revistas.
Fue Rafael Escobedo, el yerno de los marqueses, quien terminaría confesando el asesinato. Según él, eran los marqueses los auténticos culpables del distanciamiento con su mujer. Tras la sentencia, sin embargo, las dudas no dejaron de florecer. Nunca se supo si Escobedo actuó solo o en compañía de alguien. El misterio sigue sobre la mesa.
El asesino de la baraja es uno de los asesinos en serie más conocidos de España. Su nombre viene dado porque siempre dejaba una carta al lado de sus víctimas. Su verdadero nombre es Alfredo Galán y mató a seis personas y tuvo otros tres intentos de homicidio. Antes de asesinar a sus víctimas, les pedía "por favor" que se pusieran de rodillas porque "la educación es lo primero en esta vida". La Audiencia Provincial de Madrid le condenó a 140 años y tres meses de prisión, el límite máximo penas previstas por todos sus delitos debido al manifiesto desprecio por la vida humana expuesto por el acusado.
En 1993, Anabel Segura, de 22 años, fue secuestrada cuando salía a correr en el barrio de La Moraleja. Su familia pasó dos años creyendo que Anabel seguía con vida, pero cuando su cuerpo fue encontrado en 1995 se demostró que había sido asesinada tan solo seis horas después del rapto.
Sus asesinos, Emilio Muñoz Guadix, el churrero de Pantoja y Cándido Ortiz Añón, ambos de Toledo, decidieron solucionar sus problemas económicos secuestrando a la hija de una familia pudiente y pidiendo un gran rescate, pero algo salió mal en aquella ejecución y acabaron con la vida de la joven Segura.
Quizás si has visto la serie de Netflix sobre Unabomber encuentres similitudes con este caso y la utilización de la lingüística forense: en una de las grabaciones de la pedida del rescate se escuchaba de fondo, casi imperceptible, cómo una persona llamaba a otra al grito de "bolo", una interjección habitual de la zona de Toledo, lo que permitió a la Policía cercar la búsqueda. Sin embargo, cuando Paco Lobatón tuvo permiso para emitir algunas de estas grabaciones en el mítico programa 'Quién sabe dónde', alguien reconoció una de las voces y se pudo encontrar, al fin, a los asesinos.
La masacre de Puerto Hurraco fue el deselance de una historia de odio entre dos familias, los Izquierdo y los Cabanillas. A última hora de la tarde del 26 de agosto de 1990, en Benquerencia de la Serena (Badajoz) los hermanos Emilio y Antonio Izquierdo, de 56 y 58 años, asesinaron por las calles de su pueblo natal a 9 personas, varias de ellas pertenecientes a su rival, la familia Cabanillas.
La historia no era nueva, sino que se remontaba a 1920, cuando el clan de los Izquierdo vio como su trono corría peligro tras la llegada de una familia que regresaba de una emigración cubana, los Cabanillas. Una rencilla entre los niños de ambas familias genera una tensión fuera de lo común entre ambos clanes. Parecía que lo estaban deseando. En 1928, a Luis Cabanillas no le gusta la creciente amistad (o cortejo) de su hermana Matilde con Alejandro García Izquierdo y resuelve esta historia asestándole una puñalada en la garganta. En 1935, Basilio Cabanillas ronda a Amelia Izquierdo, así que el primo de esta le pegará una paliza al primero, dejándole semanas en la cama. En los años 50, la disputa es por unas tierras y por unas ovejas que no respetan el terreno del otro. En 1961, Antonio Cabanillas (el padre de las dos niñas que serían asesinadas durante la masacre) se pelea con Emilio y Antonio Izquierdo (los futuros asesinos de sus hijas). Eran solo unos niños.
Durante muchos años y en distintas fechas, los Cabanillas y los Izquierdo tuvieron reyertas similares. El odio creció hasta el punto de llevarnos a la noche del 26 de agosto de 1990, cuando todo el mundo descubrió que estas familias llevaban años enfrentadas.