Pero no hay nadie más obsesionado con su pene que el mismísimo Bieber.
Como aquella vez que estuvo en París y necesitaba asegurarse de no haberlo dejado en las bandas de equipaje.
Cuando le estaba picando, pero necesitaba revisar otra vez.
O aquella vez que se montó en una motocicleta y tenía que asegurarse de que su pene estuviera bien.
En Coachella, cuando pensó que su atuendo estaba opacándolo.
Esa vez que trató de distraer a los paparazzi mientras lo buscaba.
Durante un concierto, cuando luchar contra la urgencia de buscarlo era demasiado fuerte.
En Cannes, cuando tenía que asegurarse de que subiera con él al yate.
Cuando quería verse cool, pero también quería simplemente tocarlo.
Cuando estuvo en el programa de Jimmy Fallon como queriendo decir: "¡Mira, Jimmy, aún sigue ahí!".
Relájate, JB, no se va a ir a ningún lado.
