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    Estoy soltera, ¿y qué?

    Tengo una relación perfecta.

    En un capítulo de la abominable 'Sexo en Nueva York', Carrie Bradshaw decía que toda mujer que vive en una gran ciudad siempre anda buscando piso, trabajo o pareja. Explicaba después que las mujeres nunca estaban del todo satisfechas con la vida que llevaban y que siempre echaban en falta algo. Aprovechaba la columnista para fruncir el ceño, ponerse pensativa al estilo Bradshaw y preguntar a los espectadores: "¿es que no puede una mujer tenerlo TODO?".

    Os diré algo: en estos momentos estoy muy cerca de tenerlo todo. Creo que lo tengo casi todo. Tengo un trabajo que me hace feliz, un piso en el que me encanta perder las horas, unos amigos variopintos, estrafalarios, moderados o escandalosos, pero todos increíbles y, para tranquilidad de mi abuela, también tengo "una salud de hierro". Pero lo mejor es que tengo una relación maravillosa, intensa, respetuosa, cómplice y sana con una persona que es la hostia: conmigo misma.

    Estoy soltera. Y a no ser que Benedict Cumberbatch tenga una epifanía y llegue a tiempo voy a pasar San Valentín soltera. Pero estar soltera no es sinónimo de estar sola. Estar soltera no es (por mucho que las películas, las novelas, las series de televisión y la publicidad nos hagan creer) ser una solterona. Tengo la teoría de que si fuese un tío ya hubiese recibido el calificativo de "soltero de oro". Estoy soltera porque puedo, porque quiero y porque me gusta.

    Puedo permitirme estar soltera porque por fortuna ya no estoy obligada a encontrar pareja para salir del nido. Ya no necesito a un hombre que me mantenga. No necesito ir del brazo de nadie para estar en sociedad. Puedo estar soltera porque tengo independencia económica, porque no tengo ataduras y porque no tengo necesidad de que nadie me pague los caprichos o me pida que me ponga los zapatitos de charol para sacarme a bailar.

    A veces creo que las personas que no saben estar solas sienten un miedo aterrador a estar consigo mismas.

    Y quiero estar soltera porque no me da miedo estar sola. Y no me da miedo estar sola porque no me siento sola. El concepto de soledad siempre se ha relacionado con el sentimiento de abandono, de rechazo, de decepción o de tristeza. A veces pienso que las personas deberían pasar muchísimo más tiempo solas. A veces creo que las personas que no saben estar solas sienten un miedo aterrador a estar consigo mismas.

    No quiero cargar con la mochila llena de piedras de otra persona. Quiero que, como yo, esa otra persona haya hecho un alto en el camino para aligerar el peso. Porque creo que nadie merece convivir con los fantasmas de otros una vez ha exorcizado los suyos.

    Pero lo más importante de todo es que estar soltera me gusta. Me gusta despertarme un sábado por la mañana preguntándome qué me apetece hacer y hacerlo. Me gusta no tener que dar explicaciones ni poner excusas. Me gusta dedicarme tiempo a mí. Y también dedicárselo a otras muchas personas que quiero.

    Y no digo que estando en pareja todo esto deba cambiar.

    También creo que no hay nada mejor que saber que eres una persona completa. Que nadie que llegue a tu vida se convertirá en "tu mitad" porque tú ya eres una redondísima naranja llena de buen jugo. Y conocerte bien. Querer tus virtudes. Amar tus propios defectos. Saber qué quieres, qué temes, qué te hace feliz o qué te entristece. Apoyarte, caerte y levantarte tantas veces como sea necesario. Es decir, tener una relación perfecta contigo misma.

    Porque al final es eso, ¿no te parece? Al final esa va a ser la relación de tu vida.