1. Empieza cuando sale tu canción favorita en el modo aleatorio.
2. Comienzas a andar siguiendo el ritmo, lo cual hace que parezcas cool.
3. Sabes que no vas a cantar porque estás en público, pero te aclaras la garganta de todas formas. Unas cuantas de veces.
4. Salta la letra y PUM, tienen mucho que ver con tu vida en ese momento.
5. Empiezas a imaginarte cómo representar la canción, con coreografía incluida.
6. Ves a la persona que te gusta como tu obsesión en el vídeo musical que es tu vida y te imaginas que cantáis juntos.
7. Te tomas un momento para lamentar que la vida no es High School Musical, en la que cualquiera es un bailarín de fondo potencial.
8. Miras a la gente de la calle de forma diferente, porque en el contexto de la canción son muy importantes.
9. "Di algo", dice tu boca a la persona solitaria del tren, "he perdido la esperanza en ti".
10. La letra te imbuye en un nuevo propósito. Tú, sí TÚ, lo ves todo negro y te levantas por la mañana para coger un tren hasta el bulevar de los sueños rotos.
11. Cuando las cosas te van pasando sincronizadas, te crees todo un dios de la música.
12. (Aquí normalmente es donde te das cuenta de que has estado tarareando MUY alto).
13. Entonces llega la parte buena de la canción y te está costando la misma vida no bailar como te gustaría.
14. Ni siquiera tocas ningún instrumento, pero en tu cabeza estás bordando ese punteo de guitarra.
15. El mundo parece más bonito, la gente de tu alrededor más atractiva ¡y tú te sientes en la cima del mundo!
16. Cuando la canción está acabando te imaginas el gran final completo con fuego artificiales o una voltereta o algo chulo por el estilo.
17. ...pero en realidad lo que haces es reproducir la canción de nuevo para poder vivir esa experiencia una vez más.
