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No, Mariló Montero, el machismo no tiene nada de bueno

“Tenemos que defender el machismo desde un buen punto de vista".

En la misma semana se nos han juntado la entrevista bochornosa que le hicieron a Moderna de Pueblo en 'Amigas y conocidas' de TVE y las declaraciones de la presentadora Mariló Montero en una entrevista con la agencia Chance, donde afirmaba que “tenemos que defender el machismo desde un buen punto de vista, que es el que los hombres nos defiendan a nosotras y un sistema educativo desde el inicio compartido y que haya igualdad desde la raíz”. Pero la realidad es que no hay ningún grado de machismo positivo para nosotras ni para la sociedad, y la divulgación de este mensaje es tremendamente dañino para la lucha feminista.

El machismo es, por su propia definición, un infierno tóxico para las mujeres y afecta directamente a su entorno y sus relaciones sociales. Cada comentario que le echa un capote al machismo es cómplice de su opresión. Y sé que Mariló Montero es una mujer alienada, con una evidente misoginia interiorizada, como muchas de nosotras aún tenemos o hemos tenido, pero utilizar un altavoz público es una responsabilidad que exige una revisión constante de los mensajes que se envían. No quiero reprender a una mujer, siendo como somos las víctimas directas de las presiones y opresiones de la sociedad machista, pero sí quiero hacer un llamamiento a la responsabilidad. Sé que lo más cómodo y lo más fácil es ir con la corriente para recibir menos golpes de los hombres, pero también es lo más perjudicial para las compañeras de lucha. Ponerse del lado del machismo es apoyar la desigualdad desde un lugar privilegiado, desde casa, dejando vendidas a las mujeres con conciencia que luchan activamente.

Y no es culpa de Mariló Montero, no es culpa de Rosa Villacastín ni es culpa de Bebe. Son víctimas del machismo que, de alguna forma, sustentan con sus declaraciones. Víctimas directas. Unas que han elegido posicionarse tras la trinchera fácil porque asomarse significa recibir insultos e incluso agresiones. Y es normal, porque la vida de una mujer abiertamente feminista no es fácil, y culpabilizarlas por haber elegido ese bando no es nuestro trabajo. Nuestro trabajo es intentar convencer a esas mujeres alienadas de que pongan en orden unas ideas que ya tienen, pero se han desvirtuado y demonizado tanto que han sentido que tenían que alejarse todo lo posible de un discurso tildado de radical. Exigir nuestros derechos no es algo radical, pero sí es revolucionario, porque todavía es visto como algo fuera de los límites acordados. Mejor calladitas y tragando.

Algunas mujeres han decidido alinearse con la hegemonía, y está bien que nos paremos a pensar por qué y comprenderlas, pero es casi 2018 y va siendo hora de que exijamos rigor y cierto compromiso social, especialmente si ocupamos posiciones relevantes para la opinión pública. Despertad, hermanas, que nos están matando.