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Me convertí en padre soltero a los 24, y así es como ha cambiado mi vida

No esperaba tener un hijo mientras estaba aún en la universidad o convertirme en su padre principal unos años después. Sin embargo, ser su padre es lo mejor que he hecho.

En octubre de 2013, unos meses después de mi cumpleaños número 22 y durante mi último año (el quinto) de la universidad, me convertí en padre de un bebé hermoso, pero no planeado. Y a lo largo del último año, por razones que no son verdaderamente relevantes aquí, me he convertido en el principal cuidador del que ahora es un niño pequeño. Siempre había imaginado vivir mi segunda década de vida aferrado a mi juventud y abrazando lentamente la adultez. En lugar de ello, tuve que crecer súper rápido.

Pienso que esa curva de aprendizaje es algo que todo padre experimenta; simplemente que tiene un mayor impacto cuando tu guardarropa está compuesto principalmente por pantalones deportivos y tu dieta consiste primordialmente en BBQ, Taco Bell y Cerveza. Antes de la paternidad, todas las prioridades de mi vida eran, básicamente, a corto plazo: Ir a clase lo suficiente como para abrirme paso utilizando mi encanto o rogando para obtener mi título de mercadotecnia. Tratar de mejorar mi habilidad en béisbol y convertirme en un jugador apropiado de la División 2. Encontrar una forma de emborracharme con 4.57 dólares este fin de semana.

Sin embargo, desde que nació mi hijo, mi máxima prioridad se convirtió en la prioridad a más largo plazo que puede haber: asegurarme de que este pequeño bultito que estaba en mis brazos tuviera la mejor vida posible, y que el chico universitario que lo cargaba se convirtiera en un hombre maduro y un padre del que su hijo pudiera estar orgulloso. Nada me dio una patada en el trasero para convertirme en un adulto hecho y derecho como tener a mi hijo, y, finalmente, convertirme en un padre y cuidador devoto.

Estas son algunas de las formas más significativas en las que esta experiencia ha cambiado las cosas para mí.

1. Mi rutina diaria ha dado un giro completo de 180°.

Hace tres años, mis días y mis noches entre semana consistían básicamente en la misma rutina. Alrededor de las 7 p.m., después de clases o de mi práctica de béisbol con el equipo de mi pequeña universidad, solía holgazanear en mi casa disfrutando de mi falta de responsabilidad. Mis compañeros de cuarto y yo solíamos discutir si saldríamos esa noche; la mayoría de las veces, lo hacíamos. Lo único de lo que teníamos que preocuparnos era de estar en una forma respetable para la práctica vespertina del día siguiente.

Adelantémonos al presente y las cosas se ven muy, pero muy diferentes. Hoy en la noche, alrededor de las 7 p.m., comenzaré la rutina de mi hijo para ir a dormir: quizás un baño, muchas lecturas (¿Me cuentas otra vez el cuento de Pedro, el gato? Muy bien, amiguito, lo que tú quieras), y luego, lavarse los dientes e irse a dormir. Una vez que esté acostado, le prepararé el almuerzo para el siguiente día en la guardería y comenzaré a lavar, ya que ambos parecemos estar constantemente exigiendo ropa limpia. Esto es, simplemente, la nueva vida normal.

2. La preocupación es constante.

Los pocos meses que tuve para preparar la llegada de mi hijo estuvieron llenos de emoción, pero también de desconfianza. Tuve la fortuna de contar con el enorme apoyo emocional y financiero de mi familia, y tuve la ayuda de mi novia de aquel entonces y de su familia mientras terminaba mis últimos meses de escuela. Pero una pregunta nerviosa tras otra me mantenía despierto por la noche a medida que se aproximaba la fecha de término. ¿Cómo puedo ser responsable de un ser humano indefenso, considerando que había empezado a cocinar y (más o menos) limpiar para mí un par de años atrás? En este momento, ¿soy siquiera alguien a quien mi hijo puede admirar? ¿Puedo ser una influencia madura y estable? ¿Qué pasa cuando cambio un pañal y me mancho las manos de popó?

Esta incertidumbre no se evaporará simplemente una vez que tu hijo te honre con su presencia. Constantemente te preguntas: ¿Estoy haciéndolo bien?Y pareciera que todos los días leo un nuevo artículo que me hace sentirme aterrorizado de ya haber atemorizado a mi hijo de por vida. No puedo decirles cuántas veces he dudado de mí mismo con respecto a si estaba comiendo lo correcto o qué tanta televisión debía ver, o cuándo ser indulgente y cuándo ser firme. Sin embargo, lo maravilloso de la paternidad es que te enseña sobre la marcha. Algunas veces simplemente tendrás que dar un paso atrás, respirar y repetirte a ti mismo que hacer tu mejor esfuerzo es lo más importante.

3. Sin embargo, llevar a cabo las cosas difíciles viene de forma natural.

Nadie está verdaderamente listo para todo lo que viene con el hecho de ser padre por vez primera, a la edad que sea. Y cualquiera que diga que lo está es un mentiroso. No obstante, tan pronto como cargué a mi hijo, supe que haría todo lo posible para asegurarme de ser el padre y el hombre adulto que necesitaba que yo fuera. No porque tuviera que hacerlo, sino porque quería hacerlo.

Después de algunos meses de ser padre, me pareció casi divertido que alguna vez me preocupara no escuchar a mi hijo llorar en la noche; en su lugar, ahora me preguntaba si alguna vez pasaría una noche sin escucharlo. Pasé noches probando todo lo habido y por haber para ayudarlo a dormir al menos dos o tres horas de corrido, seguido por lo que parecía el timbre de alarma de despertador más tempranero que alguna vez haya tenido para llegar a mi trabajo de las 8 a.m. en el campus.

Una cosa es lidiar con el dolor que tú mismo te provocas por tragarte demasiados burritos de 99 centavos, pero mi hijo lidiaba con cólicos y dolores de estómago; me tomó una gran cantidad de ensayo y error encontrar una fórmula que calmara su agonía. Me rompía el corazón ver cómo se retorcía de dolor cuando no podía encontrar la respuesta para curarlo. Sin embargo, a pesar de lo duro que es lidiar con muchas de estas cosas, la motivación de hacerlas viene fácilmente.

4. Me he vuelto maestro de la programación y la organización (o, al menos, he mejorado).

Una cosa que no aprecié lo suficiente de mis años formativos es la manera en la que todo se organizaba y se programaba para mí. Quizás tenía que escoger mis propias clases en la universidad, pero, aún entonces, un consejero me guiaba en el camino. Un año antes de que naciera mi hijo, recuerdo con cariño haber tratado de organizar a la perfección mi salida nocturna para festejar mi cumpleaños número 21 basándome en mi horario de béisbol. Hasta el día de hoy se me hace difícil entender que ahora esté tratando de acomodar sus citas con el dentista y con el pediatra basándome en mi trabajo y sus compromisos en la guardería.

Resulta sorprendente lo mucho que te fuerza a considerar por anticipado cada segundo de cada día el hecho de añadir a tus planes el programa de otra persona (pequeña). Puedes tener tres grandes tareas por realizar un sábado, pero tienes que asegurarte de que se acomoden entre la clase de gimnasia de tu hijo, las comidas y las siestas. Lo que he aprendido es que una de las cosas más importantes para los niños es mantener una rutina, así que más vale que descubras cómo organizar tu horario alrededor de ella. Y eso, a su vez, me ha hecho más maduro y organizado en relación con mis propios planes.

5. Me aterroriza mucho más la muerte.

Hago un preámbulo aquí diciendo que antes de tener un hijo jamás fui el tipo temerario que decía "¡No me da miedo morirme!". No soy ni tan valiente ni tan ingenuo. Es simplemente que ahora lo veo bajo una luz completamente nueva: Si algo me ocurre, no solo tiene que ver con las cosas que no voy a lograr hacer en mi vida. Ahora tiene que ver con la persona que no voy a ver crecer. Cada día veo a mi hijo aprender algo o crear un nuevo recuerdo especial. Resulta aterrador imaginar dejarlo atrás y perderme todas esas cosas en el futuro.

También me preocupa lo que podría ocurrir si yo desapareciera, especialmente siendo padre soltero. ¿Quién lo educaría? ¿Cómo terminaría si yo no estuviera cerca? Una vez que has dedicado toda tu vida a la felicidad de alguien más, no puedes evitar ponderar cómo serán las cosas cuando no estés ahí para ellos. Ahora siento como que es mi responsabilidad hacer las cosas con la mayor seguridad posible, porque alguien más cuenta conmigo.

6. Extraño cosas de mi antigua vida.

La paternidad, independientemente de la edad o la situación, será una tensión y requerirá que seas una mejor persona de la que alguna vez imaginaste ser. Y hacerlo como padre soltero es, en sí mismo, un juego totalmente distinto. No me malinterpreten: Tengo ayuda, y mucha, comenzando con una familia que me brinda un apoyo enorme. Sin embargo, la mayor parte del tiempo eres tú y tu pequeño, y eso verdaderamente limita las formas en las que puedes pasar tu tiempo.

Ya no salgo mucho, y tener citas ha quedado completamente en segundo plano. Hay cosas que veo que mis amigos hacen que simplemente ya no se encuentran en mi libro de jugadas: las noches de ir al bar, los viajes divertidos y los atracones de Netflix con resaca con un almuerzo mezclado en algún punto. ¡Como si alguien tuviera tiempo para eso!

Siendo completamente honesto, algunas veces eso como que fastidia. Amo a mi hijo. Lo amo más que a nada en el mundo. Sin embargo, algunas veces desearía poder ser simplemente un vagabundo borracho todo el día, o ir a jugar golf de último minuto con mis amigos. Así que no es una cuestión donde 24/7 sienta "¡Esta es la mejor vida de todas!".

7. Sin embargo, mi hijo es, sin lugar a dudas, la mejor parte de mi nueva vida.

Para mí, existen sacrificios que vienen todos los días con el hecho de ser un padre joven. No obstante, incluso llamarlos "sacrificios" no es algo precisamente exacto. No me estoy perdiendo de algo ni estoy deseando que algo sea diferente. Lo que creo que significa verdaderamente ser adulto, y lo que me ha mostrado la paternidad cientos de veces, es que un verdadero adulto toma decisiones para el futuro y teniendo en mente a las personas que le preocupan.

Son las pequeñas cosas las que hacen que la paternidad sea increíble. Cada vez que dejo a mi hijo en la guardería, caminamos desde el auto hasta la puerta, él cargando su lonchera y yo cargando su mochila, y, ambos, tomados de la mano. Y no puedo describir lo especial que se siente; su energía, su alegría, su ansiosa anticipación de llegar a la escuela porque le gusta mucho. Cuando caminamos, él va prácticamente rebotando, y ser espectador de su alegría y de su exuberancia me alegra el corazón de una forma que es imposible expresar con palabras. Son 20 segundos dos veces a la semana, y es increíble.

Ese sentimiento que tu hijo puede provocarte simplemente no puede superarlo nada; está por encima de cualquier cosa que yo haya hecho y que vaya a hacer con mi vida. Hace que valgan la pena las largas noches, los largos días, los berrinches, el entrenamiento para ir al baño y todo lo demás. Ser papá es lo más grande que me ha ocurrido, y me ha mostrado que ser mayor de los 24 años que tengo es justo el lugar en el que quiero estar.

La semana de los padres está dedicada a homenajear el trabajo más difícil, pero más satisfactorio de todos, criar hijos. Lee más artículos aquí.