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26 increíbles historias de atención al cliente que son auténticas pesadillas

Algunos clientes son, directamente, REPUGNANTES.

Hace poco pedimos a la Comunidad de BuzzFeed que las experiencias más locas que han tenido cuando trabajaban en ventas. Aquí tenéis algunos de los espantosos resultados.

1. El incidente de las bombillas:

"Un cliente vino a cambiar unas bombillas defectuosas. Yo era nueva y no tenía claro cómo funcionaba la política de devoluciones sin recibo, así que le pregunté a mi jefe y este dijo que no. El cliente empezó a enfadarse cada vez más, y acabó tirándonos las bombillas, que estaban sin empaquetar, directamente a la cabeza. Mi jefe le echó de la tienda, pero más tarde llamó para amenazarnos de muerte a los dos. Y todo por unas bombillas".

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2. La horrible sorpresa al final del día:

"Cuando trabajaba en PINK teníamos que doblar la ropa interior de los cajones todas las tardes. Un día estábamos doblando y sin pensarlo cogí unas bragas sucias, manchadas y húmedas que alguien debió haber vuelto a meter en el cajón cuando le vino la regla. Sinceramente, fue una de las cosas más asquerosas que me han ocurrido en la vida".

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3. El peligro de la limpieza:

"Trabajaba en Costco, y un día estaba volviendo de mi descanso a la zona de devoluciones cuando de pronto vi un colchón en el suelo. Lo recogí, pero como era tan grande se inclinó y me rozó la cara y el cuerpo. Un compañero de trabajo se dio la vuelta y dijo: 'Dios mío... ¡NO! ¡Los niños de una familia se han hecho pis por todo el colchón!' No hubo suficiente jabón en el mundo para hacerme sentir limpia".

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4. La clienta sobona:

"Mi tienda cerraba en cinco minutos, y una mujer de mediana edad se acercó a mi caja registradora. Mientras escaneaba sus compras me preguntó si podía tocarme la cara. Yo estaba muy confusa, pero de pronto ella se inclinó hacia mí y empezó a frotarme las mejillas con movimientos circulares. Luego empezó a hacerme preguntas extrañas, como si todavía vivía con mis padres, lo que iba a cenar esa noche y si llevaba maquillaje. Después de pagar sus compras me agarró las mejillas y las volvió a frotar. Yo me quería morir. Incluso volvió al día siguiente, pero me escondí en la parte de atrás de la tienda hasta que se marchó".

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5. La mancha misteriosa:

"Trabajaba en una tienda de ropa, y después de cerrar pasé el aspirador por la moqueta que había en torno a la mesa de la ropa interior. Estas mesas están cubiertas con unos manteles pesados que llegan hasta el suelo, que son decorativos a la vez que esconden las patas. Mientras pasaba el aspirador me di cuenta de que sobresalía la parte superior de una percha. Me agaché para cogerla y de pronto aparece una camisa color verde azulado con una enorme mancha encima. La estuve mirando durante varios segundos intentando descubrir qué era, y de pronto me llegó el olor. Era mierda. Alguien se había llevado una de nuestras camisetas al probador, se había limpiado el culo con ella y luego había intentado ocultar la evidencia".

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6. La clienta innecesariamente maleducada:

"Una mujer mayor entró a comprar tinte para el pelo. Empezó a quejarse de que las muestras de color cambiaban y que el tinte que solía comprarse ahora tenía un número distinto. Yo, educadamente, la ayudé a buscar el color correcto. Pero ella siguió quejándose y me preguntó: '¿Pero por qué los cambiáis?' Yo le contesté: 'Lo siento. Aquí no cambiamos el empaquetado. Eso es algo que se hace en el departamento de producción. 'Ella se dio la vuelta y dijo: 'eres una puta ignorante. Sé que has sido TÚ quien ha cambiado las etiquetas. ¡Voy a poner una queja!' y mientras me apuntaba a la cara con el dedo, le dije: 'Adelante, señora. Me llamo Brooke', y me marché".

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7. La excusa de la "novia":

"Era mi primera semana trabajando en una tienda de ropa femenina, y un hombre entró a comprar unas cosas para su novia. Yo me paseaba de un sitio a otro ayudándole a elegir cosas, y cuando tenía los brazos llenos de ropa me miró con una expresión extraña y me dijo: 'Oh... tienes más o menos la misma talla que mi novia. ¿Te importaría probarte algunas prendas para ver cómo quedan?' Yo le quería tirar la ropa a la cara y gritarle que se marchara, pero al final solo conseguí farfullar y mencionar que eso iba en contra de las normas de la tienda, pero que podrían devolver lo que no le quedara bien. Me dio tanta grima que quise renunciar".

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8. El cambiazo de ropa de los noventa:

"Cuando trabajaba en Nordstrom hace dos años, estaba permitido hacer reembolsos en efectivo para cualquier devolución. Una mujer entró con un montón de ropa para devolver, ¡pero era ropa de los años noventa! Aun así le reembolsamos en efectivo, pero luego fue y sacó un abrigo con la etiqueta tan vieja que nuestra caja registradora no la leía. Al final resultó que era EL ABRIGO DE SU ABUELA MUERTA y ella quería dinero a cambio. Tardamos horas en convenderla de que no lo íbamos a aceptar".

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9. La guerra de almohadas violenta:

"Mientras estaba trabajando durante un Black Friday, una clienta se me acercó gritando, diciendo que no tenía tiempo de hacer cola para comprar unas almohadas. Intenté explicarle que era Black Friday y que era de esperar que tuviéramos colas un poco más largas de lo normal, pero que en unos 15 minutos habría terminado. Evidentemente mi explicación no le bastó, porque empezó a lanzarme todas las almohadas, diciendo que aquello era 'ridículo' y que no pensaba esperar tanto tiempo solo para comprar almohadas. Para más inri, me dijo: 'Ahora haz tu trabajo y colócalas otra vez donde estaban', y se piró.

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10. La lección de mierda:

"Cuando trabajaba en Walmart se me acercó una mujer mayor quejándose de que los cuartos de baño estaban cerrados. Le expliqué que estaban limpiándolos, pero que los baños de la parte de atrás estaban abiertos. Empezó a alejarse, pero luego volvió y se quejó de que eso estaba demasiado lejos. Yo me limité a encogerme de hombros, pensando que ya se apañaría. Pero en cambio ella decidió cagarse en los pantalones ahí mismo, A PROPÓSITO. Luego se quejó a mi jefe y a otras cajeras diciendo que yo le había obligado a hacerlo y que tuvo que darnos una lección. Fue asqueroso".

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11. Los vaqueros meados:

"Una vez, una señora se nos meó en una esquina de la tienda. Y no era ninguna anciana ni jovencita; era una señora de 40 años. Luego procedió a coger un par de vaqueros y meterse en un probador para probárselos con las piernas meadas. Al final salió con unos pantalones nuevos encima y les quitó la etiqueta para pagarlos. No nos dimos cuenta de lo que había pasado hasta que la vimos arrojar los vaqueros empapados encima de un expositor. Mi encargada, que fue la que limpió el charco, estaba horrorizada porque al principio había pensado que era refresco o algo así. Cuando supimos lo que había pasado intentamos devolverle los vaqueros, pero ella negó que hubiera hecho nada y se marchó. Fue bastante espantoso".

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12. El probador del infierno:

"Lo peor que he vivido en la vida fue mientras trabajaba en los probadores durante nuestras súper rebajas de verano. Aunque la cola era infinita, una clienta se presentó de pronto exigiendo que tenía que ir primero porque no tenía mucho tiempo. Le dije que eso no estaba permitido y le pedí que volviera a la cola. Mientras eso ocurría, otra clienta salió de un probador. La señora que no quería esperar me empujó y se metió dentro. Salió 45 minutos más tarde, sin ninguna de las prendas que se había probado. Así que fui a mirar y... había caca por todos lados. En la ropa, en los espejos, en las paredes. Como si hubiera habido una explosión. Ni siquiera parecía humano. Y... ¡adivinad quién tuvo que limpiarlo!"

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13. El lanzador de zapatos:

"Una vez vino un cliente para hacer una devolución, pero yo no pude aceptarla porque ya había usado los zapatos. Él dijo que solo se los había puesto una vez, pero estaba claro que seguramente los había estado usando al menos seis meses. Cuando le indiqué que no podía hacer nada al respecto, este señor adulto me empezó a llamar de todo en una tienda llena de gente. Después se dirigió hacia la salida, se giró y me lanzó los zapatos, con sus suelas de madera. Afortunadamente pude agarrar el que iba directo a mi cabeza, pero aun así recibí un golpe en el abdomen. Le denuncié, pero no conseguí nada".

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14. Por los pelos:

"Cuando estaba en el instituto trabajé en una boutique que tenía una política de devoluciones muy estricta. Una vez, cuando intenté explicarle a una mujer que no podía devolver un artículo, ella por supuesto exigió hablar con el encargado. El dueño de la tienda estaba conmigo, y al final no le permitió devolver el artículo Entonces la mujer empezó a gritarnos, agarró el teclado numérico que iba sujeto a la máquina con un cordón largo y lo arrojó directamente a la cabeza del dueño de la tienda. Afortunadamente, el dueño lo esquivó y solo le rozó el hombro."

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15. El efecto dominó:

"Yo estaba frente a una mesa expositora llena hasta arriba de camisetas, doblándolas, cuando de pronto apareció una mujer. Le pregunté si necesitaba ayuda para encontrar algo, ella respondió que no y nos pusimos a hablar de cosas triviales. La mujer cogió un par de camisetas y las dejó desdobladas sobre la mesa. Vale, no pasa nada, eran solo dos camisetas que podía volver a doblar sin problemas. Pero entonces la mujer fue y tiró de una camiseta XXL del fondo de un montón de camisetas apiladas, que acabó derrumbándose por completo. Colocó sobre la mesa la XXL para mirarla, y mientras lo hacía derribó otros cuatro montones de camisetas dobladas y apiladas. A mí se me cayó la mandíbula hasta el suelo, y su respuesta fue: 'Venga, querida, cierra la boca. Si no fuera por personas como yo que te revuelven la tienda, ni siquiera tendrías trabajo. Más te vale dar las putas gracias'. Y se piró. Ah, y ¿he dicho que faltaban cinco minutos para el cierre?

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16. La rabieta por el papel de seda:

"Yo trabajaba en Victoria's Secret. Era Nochebuena, se nos habían agotado todos los artículos navideños y la cola estaba llena de gente que iba a comprar cosas en el último momento. Una mujer, mientras yo le registraba la compra, me pidió que si podía envolverle los artículos para regalo, lo cual no hacíamos. Se nos habían terminado todas las cajas de regalo, así que le dije que se lo podía envolver en papel de seda para que quedara bien. Mientras metía sus compras en la bolsa, un señor se marchó con una bolsa llena de papel de seda. La mujer empezó a gritarme y decirme que iba a llamar a la policía porque la bolsa de ese señor era más bonita que la suya. Fue de locos. Encima, mi jefa no movió ni un dedo mientras esa señora me hacía trizas... y todo por un papel de seda. La gente está loca".

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17. El incidente del lamedor de codos:

"Cuando estaba en la universidad trabajé en Bath & Body Works. Nunca olvidaré el día que entró una madre con su hijo. El niño se puso a correr por la tienda y desordenar los productos. El típico comportamiento 'ahora que mamá no me está viendo es el momento de liarla parda'. Tampoco la lió tanto, pero mientras registraba las compras de la madre el niño se subió al mostrador y se colocó detrás de la caja registradora donde estaba yo. Entonces empezó a LAMERME el codo. Yo no tenía ni idea de qué hacer y sabía que no podía tocarle ni empujarle, así que miré a la madre esperando que ella hiciera algo. Lo único que hizo fue reírse y decir: 'Ah, a veces hace eso'. Afortunadamente teníamos mucho gel antiséptico y jabón a mano, pero... puaj. LOL".

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18. El verdadero precio del maquillaje:

"Trabajaba en una tienda de maquillaje. En navidad preparábamos unos paquetes navideños, en cantidades limitadas, con unas 45 piezas cada uno. Una vez vino una clienta y me pidió uno de estos paquetes. Tuve que mirar en la parte de atrás de la tienda, porque en planta lo teníamos todo agotado. Busqué por toda la parte de atrás pero no encontré ninguno. Justo en el momento en el qu le estoy explicando a la clienta que se nos habían agotado aparece una compañera con un paquete. La clienta me llamó mentirosa, me empujó al suelo y salió hecha un basilisco. Al final resultó que mi compañera lo había reservado para alguien. Literalmente me tiraron al suelo por culpa de un montón de maquillaje barato".

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19. la moneda de diez céntimos que no era lo suficientemente buena:

"Durante Black Friday, una de mis cajeras me pidió que fuera y le volviera a abrir la caja tras cobrarle a una clienta. Supuse que la cajera había contado mal el cambio, así que le pregunté a la clienta cuánto le debíamos antes de abrir la caja. La mujer respondió: 'diez céntimos. Esta moneda de diez céntimos (dijo mientras me enseñaba una que le acababa de dar mi cajera) es asquerosa. Quiero una nueva.' Yo puse mi mejor cara de póquer, le pedí disculpas y le dije que no podía volver a abrir la caja registradora para sustituir una moneda de diez céntimos. La mujer se enfadó tanto que me tiró la moneda a la cabeza y salió de la tienda a empujones".

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20. La clienta maleducada:

"No trabajo en ventas, pero sí fui testigo de cómo una clienta se portó muy mal en el supermercado. La señora estaba hablando por teléfono todo el rato que se pasó haciendo cola, incluso ignorando al cajero cuando este le preguntó algo acerca de su transacción. Cuando la mujer se marchó y también ignoró al cajero cuando le dijo 'tenga usted un buen día', la persona que metía las cosas en las bolsas se dio cuenta de que se había dejado un artículo y fue corriendo a entregárselo. ¿Su respuesta? 'Deberías habérmelo traído antes. ¡Casi tengo que ir yo misma a buscarlo!'"

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21. El captador de atención

"Tengo montones de historias de cuando trabajaba en Cracker Barrel. Creo que el peor ejemplo de mala educación que he visto le ocurrió a mi jefa. Mi jefa estaba hablando por teléfono con un cliente, detrás del mostrador de ventas. Un cliente decidió ignorar a todos los otros empleados de la tienda y, una vez en la caja, intentó captar la atención de mi jefa. Al ver que no podía, agarró una percha de un perchero y empezó a darle golpes en la espalda con dicha percha. A día de hoy todavía me sorprende lo tranquila y serena que se mostró mi jefa cuando se dio la vuelta y le dijo que estaba atendiendo a otro cliente y en un momento estaría con él".

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22. La debacle de los cubitos de hielo:

"Estaba trabajando en Starbucks. Teníamos una clienta habitual que siempre pedía un latte grande, con hielo, sin azúcar y con caramelo, y con cuatro cubitos de hielo. Después de que le entregáramos su bebida siempre le quitaba la tapa para contar los cubitos. Una vez, durante mi turno, le cayó un cubito de más y ella enfureció. Empezó a gritar, y cuando intenté tranquilizarla y le ofrecí otra bebida de repuesto me arrojó el vaso junto con sus contenidos a la cara. Al parecer no bastó con eso, ya que después procedió a agarrar la jarra de leche y arrojarla al suelo de la tienda. Dejé el trabajo tres días después... el peor que he tenido en la vida".

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23. La nariz casi rota:

"Una noche, después de un turno de casi nueve horas, una clienta acabó por destrozarme los nervios y también casi me destroza la nariz. Estaba enfadada porque un fabricante había dejado de fabricar su champú favorito. Pidió hablar con el encargado. Cuando llegué, la clienta me arrojó un bote de champú a la cara. Cuando le dije que iba a llamar a la policía, se arrojó al suelo y empezó a gritar diciendo que se había resbalado con el champú que se había derramado de la botella que me había arrojado a la cara. Llegó el encargado, vio mi cara sangrienta y la clienta en el suelo. El encargado le pidió mil disculpas a la maldita mujer, y mientras la ayudaba a levantarse del suelo me dijo que le pidiera disculpas yo también. Sobra decir que la mujer salió de la tienda acompañada por el encargado, y unas semanas más tarde yo tenía otro trabajo".

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24. La última gota:

"Trabajaba en una tienda infantil que organizaba fiestas de cumpleaños. Durante una fiesta desastrosa que ya estaba empezando a descontrolarse, uno de los niños tiró de una patada la mesa donde estaba la tarta después de que le dijeran que todavía no había llegado el momento de la tarta. La madre, que también era un monstruo, me echó la culpa a mí. Después me agarró del brazo y tiró de mí para que fuera a 'pedirles disculpas a sus bebés', y luego me dio un puñetazo. La empresa entregó a la familia regalos gratis, una tarta gratis nueva y una fiesta completamente gratis. Yo entregué mi carta de resignación".

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25. El drama de "si tanto sabes deberías trabajar aquí":

"Durante unos meses estuve trabajando en Target. Un día una señora vino a mi caja registradora para comprar unas cosas. Le escaneé un artículo y justo cuando iba a meterlo en la bolsa, ella dijo 'Nooo' con un tono muy, muy despectivo. Yo le pregunté, confundida, qué pasaba. Ella contestó: 'Ese artículo lleva un cupón. Te juro que siempre que vengo a estas tiendas acabo dándole formación a alguien'.Intentó hacer ver que estaba de broma, pero con un tono muy grosero. En serio, siento no haber visto el cupón de la caja, pero podía habérmelo indicado usted de una manera más amable".

– Emily Claire, Facebook

26. Y, por último, el arrebato de Kool-Aid:

"Es una larga historia, pero es una de mis favoritas porque fue de locos. Trabajaba en una tienda de alimentos que tenía grandes rebajas a menudo. Habíamos tenido problemas con personas que compraban casi TODO nuestro stock, así que pusimos un límite a la cantidad de compras por familia (es decir, las personas que hacían la compra juntas con un solo carrito).

Esa semana habíamos puesto en oferta envases de Kool-Aid realmente baratos, y dos mujeres que compartían carrito llevaban el doble del límite. Al principio no me di cuenta, así que les indiqué cuál era el total de su compra. En esto que una de las mujeres, llamémosla Joan, empieza a entregarme rollos caseros de monedas para pagar la cuenta. Eran monedas de diez céntimos, cinco céntimos y veinticinco céntimos envueltas en papel, así que no había manera de saber cuánto había en cada rollo.

Mientras yo intento asumir mentalmente el hecho de que tengo que contar todas esas monedas, la amiga, llamémosla Betty, va y añade más envases de Kool-Aid, lo cual sobrepasa el límite. Yo me disculpo y les explico cuáles son las normas. Las dos empiezan a PONERSE COMO LOCAS. Mientras me gritan yo llamo al encargado para que venga. Yo sigo contando las monedas de Joan mientras espero al encargado.

Llega Adam, les explica las normas y se marcha. Por fin termino de contar las monedas de Joan, pero todavía me debe 2 $. Ella no me cree y me pide que vuelva a contar. En ese momento yo quería LLORAR. Entonces Betty va y dice: 'Sabes, debería darte una bofetada en toda la puta boca'. Yo la miro y le dijo: '¿PERDÓOOON?' Y ella contesta: 'debería darte una bofetada para quitarte esa expresión de la puta cara'.

Ese fue el puto límite para mí. La miré y dije: 'Eso es una amenaza de agresión, y yo ya no tengo que atender a ninguna de ustedes'. Cerré la caja, me marché, fui a buscar al encargado y me encerré en la sala de descanso. Más tarde me enteré que mi encargado les vendió los putos productos, y a mí me permitieron nada más y nada menos que cinco minutos de descanso antes de tener que volver.

Resumiendo: RECIBÍ AMENAZAS DE VIOLENCIA POR UN PUTO KOOL-AID. PUTA VIDA".

– Samantha Elizabeth, Facebook

Ya está. Ya no puedo más. Me piro de aquí.

Aviso: los envíos se han editado por motivos de longitud o claridad.

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Este artículo ha sido traducido del inglés.