Una de las pocas cosas en las que estamos de acuerdo todos los españoles es en que el kalimotxo se hace con vino y Coca-Cola. A la hora de ponerle el nombre al vaso en que se sirve ya comienzan las divisiones: maceta, katxi, mini... Pero la bebida es, posiblemente, lo único que une España. Y entonces llegó Pepsi.
La ofensa continúa cuando utilizan un vino que no es de cartón como si fuese esto la corte de Luis XVI y encima lo miden en onzas.
Por si no hubiesen dejado claro que no entienden ni respetan nuestras costumbres, continúan la mezcla –en un VASO DE TUBO, es que, de verdad, no puedo– con una lata. ¿Qué haces, Pepsi? ¡QUE SE LE VA A IR EL GAS!
¿Creías que eso es todo? Ahí acaba la receta de cualquier kalimotxo, ¿no? PUES NO. Le echan literalmente limón a la herida.
La gente no ha tardado en reaccionar. Algunos le han puesto la receta milenaria que utilizaban los druidas antes de la llegada de los romanos a la península.
Unos han lamentado la pérdida de nuestros símbolos.
Otros les han advertido de que están jugando con fuego.
Y otros les han dicho lo que todos estábamos pensando.
No nos toquéis lo más sagrado en este clima bélico, que la tenemos.