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    Emigrar de Venezuela no es olvidarte de ella

    Y mucho menos es dejarla de querer.

    Emigrar de Venezuela es vivir llamando a tus familiares para asegurarte de que estén bien.

    Es enterarte, en esa misma llamada, que no están tan bien como esperabas.

    De hecho, no están nada bien.

    Las dos familias de la foto, posan con toda la comida que tienen a disposición en su hogar. De acuerdo al 87% de los venezolanos, el salario es insuficiente para comprar alimentos. Eso sumado a lo difícil que es encontrarlos en los supermercados.

    Emigrar es ir a cualquier sitio y decir muchas veces entre lágrimas: "Venezuela bien podría tener esto, y no lo tiene".

    Es enterarte de todo lo que está pasando y sentir cómo apuñalan tu corazón.

    Es recibir malas noticias y no perder la esperanza.

    Es no entender cómo alguien puede tener tanto orgullo y sed de poder como para sacrificar a toda una nación, manteniendo una idea que no funcionó.

    Partir de Venezuela no es olvidar de dónde vienes, ni tampoco optar por tener memoria selectiva...

    Es ayudar como sea a los que están allá.

    Es desearle el bien a un país completo con tanta fuerza como si todos fuesen tus hermanos de sangre.

    Dejar la tierra donde naciste es vivir en una añoranza constante.

    Sin embargo, emigrar es solo algo físico.

    Pues tu corazón está palpitando allá.

    Emigrar de Venezuela no es, ni debe ser, abandonar al país.

    Por favor, si emigraste, no te quedes callado. Alza la voz y dile a todos la realidad que vive Venezuela. Contribuye como puedas, pero hoy menos que nunca le des la espalda.