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No, Manolo, la culpa del auge de la ultraderecha no es de las feministas ni del colectivo LGTBI+

Deberíamos dejar de creer que la culpa de todos los males son grupos que, precisamente, buscan una ampliación de derechos y libertades para todas las personas, y no solo para los hombres cis.

Las únicas personas a las que he visto recientemente partirse la cara con un grupo de fascistas en la vía pública fue a las mujeres de FEMEN. La última huelga general en España tuvo lugar el pasado 8 de marzo de 2018 y fue convocada por diversos colectivos, asociaciones y grupos de mujeres feministas. Y la última vez que he visto que el Gobierno presta atención a una movilización ciudadana ha sido gracias a las protestas contra la justicia patriarcal tras la sentencia de La Manada. Mientras tanto, tras los resultados de las elecciones andaluzas, donde el partido de ultraderecha VOX ha conseguido 12 escaños en el Parlamento Andaluz, se empiezan a escuchar algunas voces de análisis que engullen y escupen el mensaje de que la culpa del auge del fascismo viene a ser de las feministas y el colectivo LGTBI+. Precisamente dos grupos que, junto con el de las personas migrantes y las personas racializadas, son quienes más derechos perderían si VOX llegase al poder.

Cuando queráis, abrimos el debate sobre las políticas identitarias. A lo mejor, al tipo que se levanta a las 7 de la mañana no le gusta que le llamen "violador en potencia". A lo mejor hay que hablar de lucha de clases y no de "talleres de deconstrucción del hombre blanco".

En primer lugar, y según informan desde eldiario.es, el obrero no es el votante de VOX. El votante de VOX tiene una renta media elevada y estudios superiores, por tanto, repetir que el votante de VOX es un obrero desencantado con un partido político por decir "todos y todas" en un mítin no es más que una falacia demasiado atractiva para toda esa misoginia que algunos llevan bajo la superficie y que busca cualquier grieta para salir.

VOX no ha conseguido esos escaños por "hablarle directamente al obrero de los problemas de la clase obrera". VOX ha conseguido llegar a nuestras pantallas y encabezar titulares por apelar a la unidad de España y a un patriotismo exacerbado tras lo acontecido en Cataluña, por ser un grupo abiertamente racista y xenófobo y buscar crear miedo y alarma social y por dirigir su discurso a todos aquellos hombres que consideran que la Ley Integral Contra la Violencia de Género y el feminismo atentan contra sus libertades individuales y sus derechos. VOX ha conseguido votos por ir abiertamente en contra de los inmigrantes y de las mujeres.

Se culpa a menudo desde la izquierda a algunos sectores del feminismo de olvidarse de la lucha de clases, pero raras veces la pregunta ha sido por qué la lucha de clases se olvida del feminismo y de otros colectivos más oprimidos. Deberíamos dejar de pensar que el centro de la lucha de la clase obrera es el hombre que trabaja en una obra y pensar de igual modo en todas esas mujeres que friegan suelos, que limpian culos y que hacen habitaciones de hotel por tres euros la hora. Deberíamos plantearnos por qué cuando a un señor de izquierdas le hablas de privilegios masculinos siempre te nombra a Ana Botín, pero jamás te habla de la camarera de discoteca que, además de la problemática de clase, se le une la de género cuando tiene que volverse a su casa a las cinco de la mañana en autobús. Deberíamos dejar de creer que la culpa de todos los males son grupos que, precisamente, buscan una ampliación de derechos y libertades para todas las personas, y no solo para los hombres cis.

Solo un análisis simplista y elaborado desde una óptica privilegiada puede venir a decir que el auge del fascismo viene de señalar el machismo, el racismo, la homofobia o la transfobia y, con ello, decirnos que señalar el machismo, el racismo, la homofobia o la transfobia es algo que deberíamos evitar si no queremos que la izquierda se desencante y la ultraderecha llegue al poder. Parece que nos queráis calladas. Como si no pudiéramos luchar contra una variedad de problemáticas sociales y como si nuestras problemáticas, las de las mujeres, fueran menores o fuesen cosas que pueden esperar. Lo sentimos, estamos hartas de que pedir permiso. No podemos esperar más.