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Dejad de preguntar "¿y qué pasaría si fuera tu hija?" en cada caso sobre violación

Aunque la intención sea buena, no deja de volvernos a colocar en la posición de complemento del hombre.

En una de las últimas emisiones del programa 'Liarla Pardo' de LaSexta, la periodista Cristina Pardo entrevistó a Jesús Martínez, abogado defensor de La Manada, el grupo de jóvenes que acaban de ser condenados a nueve años de prisión por abuso y no por agresión sexuales en el mediático caso de los Sanfermines de 2016.

En un momento dado, la periodista lanzó la siguiente pregunta al abogado: "¿usted tiene hijas?". El abogado, tras mostrarse confuso durante unos segundos, respondió "sí, señora", a lo que la periodista añadió: "¿y pensaría lo mismo si fuera su hija la que estaba en ese portal de Pamplona?". El público del programa estalló en aplausos. El abogado respondió con otra pregunta: "¿tiene usted hijos? Si los tuviera y estuvieran acusados de un delito y él le dice que no lo ha cometido, ¿a quién creería, a la chica o a su hijo?".

Cristina Pardo respondió eficazmente diciendo que quizás a la primera creería a su hijo, a la segunda después de lo de Pozoblanco, ya no sabría.

Tras la sentencia de La Manada y a lo largo de estos días he escuchado en numerosas ocasiones la misma pregunta: "y si fuera tu hija, ¿qué?". También he escuchado variantes de esta pregunta: "Espero que eso jamás le pase a tu hija, a tu hermana o a tu madre". Incluso destellos de amenazas con un punto en común: "deseo que le pase lo mismo a sus hijas, para que sepan lo que siente".

El caracter buenista de la primera pregunta es innegable. Lo que pretende, a fin de cuentas, es despertar la empatía en un interlocutor poco empático. Sin embargo, esta pregunta sigue reflejando la problemática de la sociedad machista en la que vivimos: por un lado, que sea necesario despertar la empatía de una persona mentándole a un ser querido no deja de demostrar, en realidad, la falta de empatía ante el sufrimiento de una mujer. Por otro, que las mujeres seguimos siendo vistas en sociedad como complementos del hombre (hijas, hermanas, novias, esposas, madres) pero no con entidad propia (simplemente mujeres, personas).

Quizás la pregunta debería ser: ¿y si te hubiera pasado a ti? ¿Y si cinco hombres de más edad y con más fuerza física que tú te hubiesen llevado a un portal, te hubiesen penetrado por todos los agujeros de tu cuerpo, lo hubiesen grabado y después te hubiesen abandonado a tu suerte robándote el teléfono móvil para que no pudieras pedir ayuda?

Nuestra sociedad debería preocuparse por todas las mujeres, independientemente de su relación con los hombres, porque de nada nos sirve tener únicamente valor social por nuestra relación con ellos.

La violación es un delito que afecta principalmente a las mujeres. En los casos de los hombres, estos suelen ser en su mayoría hombres violados por otros hombres. De modo que es comprensible que muchos hombres se preocupen por las mujeres de su entorno y no por ellos. Sin embargo, el hecho de tener que recordar que existen mujeres en tu entorno a las que les podría suceder algo semejante, implica que lo que te preocupa no es la cultura de la violación, sino que te toque de cerca. Demuestra no estar concienciado con los problemas que afectan a las mujeres, sino con los problemas que hipotéticamente podrían afectar a "tus mujeres".

La cara más oscura de este hilo de pensamiento es aquel que, como he mencionado anteriormente, se convierte en amenaza. En ese deseo de que una persona viole a la hija, a la hermana o a la madre de otra, como castigo no para la hija, la hermana o la madre, sino para el hombre que tiene una opinión que no te satisface.

Parece que vivimos en una sociedad tan machista que, aunque no tengamos culpa de nada, nos van a desear una violación para hacerle daño a un hombre. Si eres mujer, pase lo que pase, vas a salir malparada. Por alguna razón, y como si estuviéramos en tiempos bíblicos, la mujer va a recibir el castigo por el hombre.

Deberíamos dejar de hacernos la pregunta de qué pasaría si fuera la hija, la hermana o la madre. Las mujeres existimos más allá del brazo masculino que nos guarda. No somos solo hijas, novias, amantes, primas, hermanas o madres, somos personas a las que la sociedad nos trata peor que a los hombres, expuestas a un peligro mayor por el simple hecho de ser como somos.

Nuestra sociedad debería preocuparse por todas las mujeres, independientemente de su relación con los hombres, porque de nada nos sirve tener únicamente valor social por nuestra relación con ellos. No podemos seguir siendo el complemento, el personaje secundario. Las mujeres somos las protagonistas de nuestra historia. No podemos permitir que se nos siga tratando como objetos accesorios. Somos el sujeto. Somos personas.