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Déjame que te explique por qué me molesta tanto que un hombre me explique algo que ya sé

Mansplaining se llama.

Empezaré con una anécdota. Resulta que soy una mujer aficionada al bricolaje y a las pequeñas chapucillas del hogar. Me encanta pintar, agujerear, colgar, cortar con serrucho, decorar y apañar. No es que sea una experta, pero los años me han dado ese conocimiento que te hace hablar con seguridad con el dependiente de la ferretería cuando vas a comprar material. Todo esto me viene de mi madre, que en uno de sus últimos cumpleaños nos pidió la Black & Decker.

Hace tiempo me mudé a un piso nuevo que necesitaba una buena mano, así que mi madre se plantó en mi nuevo hogar con su caja de herramientas y juntas nos pusimos a mejorar lo presente. Fue divertidísimo.

Mandándole fotos del antes y el después a mi pareja en aquel momento, le pasé una fotografía de cómo estaba quedando la cocina, advirtiéndole que todavía faltaba por pintar el azulejo, que lo iba a pintar de verde carruaje. Silencio. Me respondió al cabo de unos minutos, diciéndome que había preguntado a su manitas sobre qué hay que hacer para pintar azulejos, y que para ello necesitaria un esmalte especial, un detalle que, por supuesto, yo ya sabía. Pero claro, si era un conocimiento que ni siquiera sabía él, ¿cómo iba a saberlo yo? Mejor llamar a una segunda persona masculina random antes de confiar en tu novia.

Antes de que empiecen las quejas y los insultos: sí, ya sé que mi pareja solo pretendía ayudar, ya sé que sus intenciones eran blancas y nobles y que partían de lo más profundo de su corazón. Let's move on y prestad atención a la jugada y entenderéis por qué eso que llaman mansplaining es tan irritante para nosotras: mi pareja por aquel entonces asumió desde el principio que yo no tenía los conocimientos suficientes sobre ese tema en concreto, por mucho que le hubiese mandado unas 300 fotos de cómo estaba quedando mi nuevo hogar. En el fondo, mi pareja pensaba que, en un campo como el del bricolaje, yo tenía limitaciones. Porque es imposible que una chica sepa cómo coger una taladradora.

El tema de las pequeñas chapuzas, además, tiene un sesgo de género bastante marcado: se trata de una serie de tareas que en nuestro imaginario son típicamente masculinas, así que se asume no ya que las mujeres no tengamos ni remota idea de bricolaje, sino que siempre necesitamos ayuda masculina para colgar un cuadro en el salón o hacer un agujero en la pared.

El hecho de que los hombres asuman que nuestros conocimientos son inferiores o no son suficientes provoca que las mujeres siempre tengamos que demostrar más ante una audiencia masculina. Y eso nos deja exhaustas, la verdad. Porque es muy cansado tener que demostrar tu valía o tus conocimientos por norma. Como si los hombres empezasen la carrera en la línea de salida, pero a nosotras nos pusieran 50 metros más atrás. Es como tener que llevar un cartel que diga: "Eh, tío, no soy una ameba con tetas, ¡háblame como hablarías con otros tíos!".

Además es que el mansplaining consigue bajar el nivel de cualquier conversación. Y ya por eso debería resultar molesto para todos.

Pero lo peor del mansplaining, sin duda alguna, es cuando viene de parte de alguien muy cercano. Bien sea tu padre, tu hermano, tu novio o un amigo. Porque esas personas que tanto te conocen a la vez asumen que te faltan conocimientos de los que no dudan cuando hablan con un hombre. El mansplaining, en el fondo, lo que hace es minar nuestra autoestima y hacernos dudar de nosotras mismas. Básicamente porque te están tratando toda la vida como si fueras idiota. Como si fueras menos lista o menos capaz por el mero hecho de ser mujer. Asumir que no vamos a saber de algo pone a los hombres en una situación de superioridad y paternalismo y a nosotras en una situación de inferioridad e infantilización. Perdonad la exageración, pero es como la tortura de la gota: que te caiga una gotita en el cráneo una vez puede resultar molesto, pero si tienes una gota perpetua cayendo sobre tu cabeza termina erosionando. Lo que hacen toda una vida de mansplaining es, como todo, conseguir que al final nosotras nos callemos más. Y que esos hombres que tantas cosas nos explican, jamás cedan sus espacios.

Rebeca Solnit, la mujer que patentó el mansplaining en su ensayo feminista 'Los hombres me explican cosas', explicó mucho mejor este alarde de autoridad masculina: "es la arrogancia lo que lo hace difícil, en ocasiones, para cualquier mujer en cualquier campo; es la que mantiene a las mujeres alejadas de expresar lo que piensan y de ser escuchadas cuando se atreven a hacerlo; la que sumerge en el silencio a las mujeres jóvenes indicándoles, de la misma manera que lo hace el acoso callejero, que este no es su mundo. Es la que nos educa en la inseguridad y en la autolimitación de la misma manera que ejercita el infundado exceso de confianza de los hombres".

Sinceramente, creo que el mundo iría mejor si los hombres no se vieran obligados a opinar sobre todo, a hablar sobre todo, a explicarte todo. Creo que esos hombres que tantas cosas nos explican serían más felices si, de vez en cuando, asumieran que no saben sobre algo, quizás así podrían aprender. Creo que el mundo ganaría si, tan solo de vez en cuando, los hombres escucharan a las mujeres sin necesidad de cuestionarlas o arquear la ceja, sin pensar que nosotras no vamos a tener ni idea, sin minar nuestra autoridad.

Porque ni vosotros lo sabéis todo, ni nosotras sabemos nada.