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El precio de ser mamá

Es dificil que la igualdad llegue a los despachos si todavía se resiste en nuestras cocinas y dormitorios.

En el libro 'Cómo ser mujer', la periodista Caitlin Moran (mamá de dos), dedica un capítulo entero a ponderar sobre por qué ninguna mujer debería tener hijos. El capítulo tiene un regustillo mucho menos radical al venir justo después de un capítulo titulado 'Por qué deberías tener hijos'. Si eres mujer y estás leyendo esto, es probable que la contradicción de Moran no te parezca tan contradictoria.

En su alegato en contra de la maternidad hay dos puntos extremadamente interesantes. El primero es por qué a las mujeres se les suele preguntar cuándo van a tener hijos, en lugar de si quieren o no tenerlos o, dicho en boca de la propia autora: "Cuando la gente pregunta a las mujeres que trabajan '¿Cuándo vas a tener un niño?' Lo que realmente preguntan es '¿Cuándo vas a cargarte, como mínimo, cuatro años de tu carrera profesional (a una edad en la que el atractivo, la creatividad y la ambición de casi todo el mundo alcanza su punto álgido) teniendo un hijo?'". El segundo punto, siguiendo el hilo del anterior, es por qué a los hombres no se les suele hacer la misma pregunta: "La razón por la que no se les pregunta a los hombres cuándo van a tener hijos es, por supuesto, porque los hombres pueden seguir más o menos con su vida de siempre una vez han tenido un bebé. Así funciona el mundo".

Los años de fertilidad en las mujeres son finitos, no duran toda la vida. Al mismo tiempo, esos años de fertilidad suelen coincidir con el punto de despegue y crecimiento de nuestras carreras profesionales. En nuestra sociedad nimileurista, y especialmente después de la crisis de 2008, las mujeres cada vez retrasamos más la idea de tener hijos por carecer de estabilidad económica, por lo que el momento en el que deberíamos tener hijos cada vez está más pegado al momento en el que deberíamos estar consiguiendo nuestros mayores logros profesionales.

Desde hace unos días, circula por Twitter una captura de pantalla sobre la "penalización por hijos" perteneciente a un estudio de 2017 titulado 'Children and Gender Inequality: Evidence from Denmark' (Hijos y desigualdad de género: evidencia en Dinamarca). Lo que este estudio pretende demostrar es que el factor hijos sigue siendo un motivo fundamental de la existencia de la brecha salarial entre hombres y mujeres. Cuando hablamos de penalización, las que más la sufrimos somos nosotras.

La gráfica, con datos de la población danesa entre los años 1980 y 2013, muestra las diferencias salariales entre mujeres que deciden no tener hijos y mujeres que deciden formar una familia. Como se puede observar, la diferencia es abismal entre unas y otras. Si miramos los datos de los hombres, observamos que apenas hay diferencia entre los que sí deciden tener hijos y los que no.

La respuesta más eficaz ante este galopante ejemplo de desigualdad entre hombres y mujeres por el factor hijos debería ser una equiparación inmediata de bajas de paternidad y maternidad. Y una obligatoriedad para ambas. Porque pasar tiempo con el bebé no debería ser visto como un asunto femenino. Ni como una pérdida de tiempo. Quizás de introducirse este cambio, el futuro podría ser un lugar muchísimo más paritario.

Cuando se trata de elección personal,
las mujeres seguimos siendo las que pagamos el precio por tener hijos mientras que los hombres no suelen contemplar esa opción.

La culpa, sin embargo, no es solo del sistema. Si nos vamos a los datos de reducción de jornada laboral para cuidar de los hijos, que no hace distinción entre hombres y mujeres, observamos que el 96,6% de los trabajadores que se acogen a este derecho son mujeres. Es decir, que cuando se trata de elección personal, las mujeres seguimos siendo las que pagamos el precio por tener hijos mientras que los hombres no suelen contemplar esa opción. Como bien decía Moran, parece que la vida de los hombres no cambia cuando llega un bebé, mientras que la de las mujeres se pone patas arriba. "Así funciona el mundo".

No podemos hablar de igualdad si al mismo tiempo que desde el gobierno se nos exije hacernos cargo de la revitalización de un país cada vez más envejecido, no se implantan nuevas políticas que permitan a las mujeres no ser miradas con recelo por el empresario que teme que pidamos una baja en los próximos tres años.

Es dificil que la igualdad llegue a los despachos si todavía se resiste en nuestras cocinas y dormitorios. No podemos hablar de igualdad si esta no empieza con cambios dentro del seno familiar. Si seguimos presuponiendo que la función principal de la mujer es ser madre y, que cuando se es madre, todo lo demás pasa a un segundo plano. Si la "mujer todoterreno", la que "lo tiene todo", sigue siendo el ideal a alcanzar en lugar de un ejemplo de modelo tóxico. Si seguimos arrastrando viejos modelos conductuales en los que el hombre va a la oficina y la mujer cuida de los niños, pero con el añadido que ahora la mujer también debe ir a la oficina... solo que cobrando menos. La igualdad no solo pasa solo porque las mujeres ocupemos los despachos, sino porque los hombres entiendan que su papel también es ocupar el cuartito del bebé.