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    Un líder de los inmigrantes está acusado de engañar a los indocumentados, a los medios y hasta a Daddy Yankee

    Oswaldo Cabrera dice luchar por los derechos de los inmigrantes indocumentados. Muchas de las personas a las que supuestamente defiende cuentan que no hizo más que sacarles dinero. Aquí está la investigación completa de BuzzFeed News del resumen que publicamos ayer.

    A principios de mayo de 2010, Oswaldo Cabrera, activista por los derechos de los inmigrantes, anunció que haría una huelga de hambre.

    El estado de Arizona acababa de presentar su polémico proyecto de ley en contra de los inmigrantes indocumentados. Decenas de miles de personas se manifestaron en Washington, D.C. exigiendo una reforma migratoria exhaustiva. Los demócratas, que en ese momento controlaban el congreso, prometían presentar un proyecto de reforma, y los activistas de todo el país estaban seguros de poder presionarlos para hacerla realidad.

    Cabrera, una figura recurrente de la prensa en español en Los Ángeles, recientemente se había mudado a Nueva York. A lo largo de los años, había construido una reputación como un defensor incansable por los derechos de los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos y criados en Estados Unidos.

    “Estoy decidido a llegar hasta las últimas consecuencias — a la muerte, si es necesario”, dijo Cabrera a un móvil de CNN en español frente a una iglesia en East Harlem, mientras exigía la abolición de la ley de Arizona y pedía ciudadanía para los indocumentados de los Estados Unidos. “El sistema tiene que cambiar”.

    Cabrera dijo que la huelga de hambre duró dos meses. “Estuve a punto de perder mi riñón y mi hígado”, dijo Cabrera a BuzzFeed News. “Pero lo hice de todo gusto”.

    A los pocos días de que Cabrera anunciara su huelga de hambre, Luis Enrique Flores lo encontró en Queens. Ambos nacieron en la misma provincia en Ecuador, y Flores había contratado a Cabrera para que lo ayude con su caso de inmigración. Cabrera niega lo que sucedió a continuación, pero según Flores, esa noche fueron a cenar a un restaurante ecuatoriano en Roosevelt Avenue.

    “Comimos bien”, dijo Flores.

    Desde el piso más alto de un edificio de oficinas en el centro de Los Ángeles, Cabrera dirige la Coalición Latinoamericana Internacional, una organización que ofrece casi cualquier tipo de servicio relacionado con la inmigración. Por radio, televisión y avisos a página completa en periódicos en español, Cabrera dice que te ayudará a legalizarte a tí y a tu familia. Algunas de estas publicidades afirman que él y la Coalición ganaron más de 250.000 litigios migratorios.

    Sin embargo, Cabrera no es abogado. Se presenta a sí mismo como activista, un líder de la comunidad y defensor de los derechos de los inmigrantes. Durante más de una década, Cabrera alcanzó a millones de personas a través de numerosas apariciones en grandes periódicos y programas de televisión en español. Por momentos incluso llegó a aparecer en medios en inglés, en las páginas del New York Times y del Los Angeles Times, entre otros.

    Mientras tanto, Cabrera usó su reputación como defensor de los derechos de los inmigrantes para atraer clientes a su negocio, presuntamente cobrando de forma ilegal miles de dólares por presentar documentación en las autoridades federales de inmigración. En ambas costas, dejó un rastro de personas que lo acusan de mentir sobre su habilidad para resolver sus casos y sacarles los pocos ahorros que tenían — todo sin presentar documentación significativa ni trabajar realmente en sus casos, dejándolos en la misma situación en la que estaban cuando fueron a consultarlo.

    Hoy, Cabrera tiene dos denuncias judiciales por fraude en el estado de California, y los abogados demandantes afirman que hay otras tres demandas en camino. Se lo acusa de pretender ser abogado y cobrar miles de dólares a las personas en cada reunión.

    El departamento estatal de asuntos del consumidor de Los Ángeles, que con frecuencia colabora con la ley, se negó a publicar registros sobre Cabrera, alegando la existencia de una investigación en curso.

    La operación de Cabrera es inusual por su estilo, pero no es la única . Desde que el presidente Barack Obama anunció en noviembre pasado que protegería de la deportación a millones de inmigrantes, los abogados en todo el país comenzaron a advertir sobre los llamados notarios, término que incluye a toda persona que dice ayudar a la gente con sus trámites migratorios pero que a veces usan su status en la comunidad para aprovecharse despiadadamente de aquellos que buscan navegar el sistema migratorio estadounidense.

    Según la ley de Estados Unidos, solo los abogados de inmigración y un pequeño número de personas acreditadas pueden asistir a inmigrantes que buscan legalizarse u obtener ciudadanía, hasta con los trámites más simples, como completar y presentar formularios en el gobierno. El sistema migratorio estadounidense es extraordinariamente complejo, y cada paso es crucial. Los inmigrantes que presenten información falsa al gobierno, aunque ellos no lo sepan, pueden terminar siendo deportados.

    Aún así, los servicios legales para inmigrantes son muy escasos. El resultado es un gran submundo de consultores informales y, muchas veces, ilegales: los notarios.

    En los Estados Unidos, un notario público es el que realiza trabajo de hormiga legal. Pero en varios países latinoamericanos, el notario es una figura poco definida pero poderosa, con amplia autoridad legal, a menudo alguien con las conexiones necesarias para navegar burocracias opacas, pero también flexibles. Los notarios fraudulentos en Estados Unidos se aprovechan de esto y engañan a los inmigrantes, asegurandoles que lo único que se necesita para ser legales es que ellos presenten los documentos a la persona correcta.

    Generalmente, tanto estos notarios turbios como sus víctimas son inmigrantes. Al encarar estos trámites, es mucho más probable que los inmigrantes confíen en su propia gente. Hablan el mismo idioma, tienen conexiones con su patria, y comprenden las infinitas preocupaciones diarias de la vida de un indocumentado.

    La mayoría de los notarios opera con bajo perfil, pero otros, como Cabrera, hacen todo lo contrario: Construyen reputaciones públicas de líderes de comunidad y defensores como garantía.

    Durante largas entrevistas con BuzzFeed News, Cabrera negó haber quebrado ley alguna. A pesar de la gran cantidad de evidencia al contrario, insistió en que nunca cobra por sus servicios, y que cada centavo que recibió fue una donación voluntaria. También defendió su historial como activista: dijo que contribuyó a cada victoria reciente a favor de los derechos de los inmigrantes, desde las licencias de conducir para indocumentados en California hasta los programas de acción diferida — una normativa del presidente Obama para que no se deporte a los indocumentados que llegaron al país cuando eran jóvenes.

    “Mi conciencia está tranquila”, dijo Cabrera.

    Las oficinas de Cabrera se dividen en tres habitaciones atiborradas a lo largo de un pasillo oscuro. La recepción está decorada con cuadros tamaño póster de recortes de diario. A veces, el mismo artículo aparece dos veces.

    En la mañana de su primer entrevista con BuzzFeed News, Cabrera salió a la recepción y se presentó. “¿Vio el artículo en el New York Times?” dijo. “Yo tengo una trayectoria bastante respetable”.

    De traje gris y camisa de vestir azul brillante, Cabrera se sentó en su escritorio desordenado y comenzó a desplegar un torrente de palabras. Cabrera habla rápido. Salta desordenadamente de un tema a otro, a menudo en el medio de una oración. Se hace preguntas de la nada y se las responde a sí mismo inmediatamente. Es suficiente para confundir a cualquier interlocutor.

    “¿Cómo un niño indígena de pies descalzos pudo tocar el sueño más alto de rescatar la democracia norteamericana?” se preguntó. Su crianza, dijo, fue el tema central en una entrevista reciente que tuvo con el medio hispano Centroamérica TV. La respuesta comienza en su nacimiento “en una casita de adobe a medio terminar” de una villa indígena en Cañar, provincia de los Andes ecuatorianos.

    “Cuando tenía 5 años, el primer día de ir a la escuela, mi mamá me mandó descalzo. Todos los niños tenían zapatos y yo no tenía, pero yo estaba muy pequeño para entender. Después, cuando ya tenía 13 años, me dijo, ‘La razón que usted fue descalzo a la escuela es para que, cuando sea un hombre interesante y defienda los derechos civiles y humanos de la gente, no se le olvide la tierra donde nació, y que viene de un origen muy del pueblo’.”

    En su misión para convertirse en ese hombre, dijo Cabrera, obtuvo un doctorado en derecho internacional en la Universidad de Guayaquil. (Un oficial de la universidad no pudo ubicar el registro del título de Cabrera). Luego, se marchó a Estados Unidos.

    Cabrera dijo que llegó al país “como cualquier otro indocumentado”, cruzando ilegalmente la frontera de México hacia Arizona. Terminó en Los Ángeles, donde pasó su primera noche en el parque MacArthur. Se mudó a Lynwood, una ciudad mayormente mexicana al sur del condado, donde dió sus primeros pasos como activista, juntando firmas para abolir una ley estatal que impedía que los inmigrantes indocumentados obtengan licencias de conducir.

    Durante sus primeros años en Los Ángeles, Cabrera llamó la atención de los círculos activistas, dijo Elba Berruz, presidente de una organización de ecuatorianos en Estados Unidos. Berruz lo conoció en una recepción en el consulado de Ecuador en Beverly Hills, donde se presentó como abogado. “Era un joven ambicioso políticamente”, dijo. “La gente decía, ‘¿Ya conociste a Oswaldo?’”

    Sobre todo, Cabrera sabía manejar a los periodistas y aparecer frente a las cámaras. Berruz dijo que él nunca se ensució las manos con trabajo comunitario (algo con lo que Cabrera disiente), pero que aparecía en las reuniones, donde las estaciones de televisión siempre parecían querer entrevistarlo. “Tenía buena labia”, dijo Berruz. “Después pensé que les ha de haber dado dinero”.

    Fue por ese entonces, en 2004, cuando Cabrera tomó la causa de Jonathan Martínez, un niño de ocho años de El Salvador que fue arrestado por la patrulla fronteriza al intentar cruzar la frontera para reunirse con su madre. Jonathan fue liberado al poco tiempo. Era algo de rutina: en 1997, una demanda federal terminó en un acuerdo que obligaba a las autoridades de inmigración a liberar en casi todas las circunstancias a menores de edad sin compañía de un adulto.

    Aun así, Cabrera se las arregló para que la liberación de Jonathan pareciera un logro de su grupo, la Coalición Latinoamericana Internacional. Fue la primer gran campaña mediática exitosa de Cabrera, y lo llevó a aparecer con Jonathan en Sábado Gigante, en Univisión. Así Cabrera comenzó a transmitir su mensaje a millones de personas.

    Un par de años después, un juez de inmigración permitió que Jonathan se quede en el país. El niño tuvo abogados reales de la Red Católica de Inmigración Legal. Sin embargo, al día de hoy Cabrera se adjudica la victoria, a la que considera “su primer caso”.

    La historia que cuenta Cabrera sobre Jonathan es la siguiente: Al poco tiempo de estar en los Estados Unidos, el niño aprendió a dominar el inglés. Viendo una oportunidad para “humanizar” al juez encargado del caso, Cabrera preparó a Jonathan para que cante el himno nacional estadounidense durante su audición con el tribunal. El juez, impresionado y humanizado, permitió que Jonathan se quedara.

    Las primeras acusaciones de fraude aparecieron en el periódico El Diario de Hoy en 2006, el mismo año en el que Jonathan ganó su caso. El periódico reportó que dos familias salvadoreñas en Los Ángeles dijeron que Cabrera los estafó por miles de dólares al prometerles que liberaría a sus hijos de la custodia de migraciones.

    Hoy, Cabrera dice que esas familias fueron manipuladas para que mientan por el editor del periódico, que tenía un problema personal con él. De cualquier modo, la avalancha de buena publicidad luego del caso de Jonathan enterró estas historias.

    De ahí en más, Cabrera adoptó como propia la defensa de los derechos del inmigrante. En 2007, creó su campaña insignia, “ Adopta un Inmigrante”, en la cual los niños nacidos en los Estados Unidos “adoptan simbólicamente” a sus padres indocumentados para evitar que los deporten. Cabrera dice que su estrategia (“humanizar” jueces, como pasó con Jonathan) previno que miles de familias se vean separadas por deportaciones.

    Cabrera nunca representó a nadie en un tribunal, de modo que es imposible saber si esta táctica realmente funcionó en algún procedimiento migratorio específico. Pero como truco publicitario, Adopta un Inmigrante fue brillante. Cabrera se convirtió en la fuente de consulta de historias sobre niños dejados de lado por deportaciones, o que quedaron “Huérfanos por La Migra”, como titularía más adelante a su libro auto editado (El título completo del libro es: Niños Estadounidenses Huérfanos Por La Migra). Por primera vez, sus apariciones no se limitaban a la prensa en español. Se lo citó dos veces en Los Angeles Times, una vez en primera plana, en historias sobre familias divididas por deportaciones.

    Adopta un Inmigrante provocó que Cabrera se cruce con políticos y estrellas populares, reuniones que Cabrera menciona cada vez que puede. En 2007, voló a Miami para una grabación del show Despierta América, de Univisión. Detrás de escena, posó para unas fotos junto a Daddy Yankee, la estrella del reggaetón.

    Cabrera recuerda el encuentro con cariño. “Le dije, ‘Daddy, yo necesito un cambio social. Pero yo solito no lo puedo hacer’”. Cabrera procedió a usar la foto del cantante en materiales de promoción, y un artículo en El Diario La Prensa, el principal periódico en español de Nueva York, llamó a Daddy Yankee el “padrino” de Adopt an Immigrant. (El publicista de Daddy Yankee confirmó el encuentro en un e-mail a BuzzFeed News, pero negó que el artista haya respaldado la campaña de Cabrera).

    Cabrera también cuenta sobre un encuentro con Hillary Clinton, que según él tomó lugar durante una recaudación de fondos en Lynwood durante la campaña para las primarias presidenciales en 2007. En su momento la reunión fue registrada por el cable de noticias en español EFE, pero no está claro si Cabrera fue la única fuente de información. La oficina de Clinton no respondió al pedido de comentarios. Pero según Cabrera, Clinton respaldó Adopt an Immigrant con entusiasmo. “Para mi es importante cuando Doña Hillary Clinton aplaudió y dijo, ‘Usted es muy inteligente, ¿de donde es?’ Y yo digo, ‘Soy un indígena ecuatoriano’.”

    En 2009 Berruz, líder de la comunidad ecuatoriana en Los Ángeles, dejó de ver a Cabrera. “Como que se desapareció”, dijo. “La gente comenzó a hablar mal de él … ya se sabía que él estaba cobrando por inmigración sumas muy grandes.”.

    Un día, Berruz vio a Cabrera en televisión, en un show grabado en Nueva York. Cabrera se había asentado en Corona, Queens, una zona de inmigrantes con una gran población ecuatoriana.

    Cada manzana de Roosevelt Avenue, la arteria principal del barrio, es un denso mosaico de marquesinas que ofrecen servicios para inmigrantes, con incontables abogados y notarios.

    Un conocido de Cabrera le prestó una esquina de su tienda en Roosevelt Avenue, y ahí comenzó a juntar nuevos clientes para su negocio. Uno de ellos era Luis Enrique Flores, el inmigrante de la misma provincia de Ecuador que Cabrera que dice que cenó con él poco después de que haya anunciado su huelga de hambre.

    Cuando Flores cayó en custodia de migraciones, sus amigos contrataron a Cabrera luego de verlo en televisión. Al mismo tiempo, Flores contrató una abogada en Texas, donde fue detenido. Con ayuda de la abogada, Flores fue liberado y volvió a Nueva York.

    Flores continuó pagando a Cabrera para que le ayude a asegurarse de que su caso quedaría resuelto permanentemente. A lo largo de varios meses, dijo Flores, pagó a Cabrera más de 30.000 dólares. Confió en Cabrera por varias razones, entre ellas el hecho de que provenían del mismo lugar y que se hicieron amigos. “¿Cómo va a pensar uno que está haciendo ese tipo de estafas?” dijo Flores a BuzzFeed News desde Ecuador, donde regresó hace unos años.

    Flores dijo que preguntó en Queens sobre Cabrera, y encontró otras personas que también le habían dado dinero. “Así como me estafó a mí, estafó a mucha gente”, dijo.

    Cabrera negó que haya tomado el dinero de Flores sin ayudar en su caso de inmigración. Dijo que aceptó donaciones de Flores (aunque un monto menor del que Flores dice haber pagado), y que la liberación de Flores y que haya podido permanecer en el país fue el resultado de su trabajo.

    Mientras tanto, Cabrera redobló sus campañas activistas. Promocionó su libro auto publicado, Niños Estadounidenses Huérfanos por la Migra. Anunció su huelga de hambre desde la iglesia en East Harlem.

    No obstante, Cabrera levantó sospechas entre los círculos activistas. Vicente Mayorga, organizador comunitario con Make the Road New York, recuerda haber asistido junto a Cabrera a un foro en Connecticut sobre reformas migratorias. Luego del encuentro, Cabrera anunció que cualquiera que necesite ayuda adicional podía ir a verlo en privado.

    Mayorga, quien estaba al tanto sobre el negocio paralelo de Cabrera, lo confrontó. “Le dije que por esto no se cobra. No se cobra ni un centavo”, dijo Mayorga.

    Cabrera se quejó de que Mayorga obstaculizaba su trabajo. “¿Qué trabajo? Esto no es trabajo. Levante una pala. Eso es trabajo,” le dijo Mayorga.

    Cabrera dejó Nueva York en algún punto de 2011 y mantuvo un perfil bajo durante un par de años. Reapareció en Los Ángeles en 2013, donde abrió la oficina que ocupa en la actualidad.

    Esta vez, Cabrera invirtió en algo de infraestructura y armó un equipo. Asistió a Miss El Salvador U.S.A., un concurso de belleza local, y convocó a Vanessa Carolina Guardado, de 22 años, como vocera de la Coalición. Armó publicidades digitales en las que Guardado está sentada en un escritorio de piernas cruzadas, leyendo inexpresivamente los requerimientos necesarios para calificar para la acción diferida.

    Fue en ese momento que Daniel Sharp, director de legales del Centro de Recursos Centroamericanos (Central American Resource Center - CARECEN) comenzó a prestar atención a la operación de Cabrera. Notó los avisos de Cabrera en los periódicos hispanos locales, y aunque Cabrera nunca usó la palabra “notario”, le pareció a Sharp que los avisos no eran muy distintos de los de otras personas que trafican ilegalmente con servicios migratorios.

    Sharp se dió cuenta que Cabrera estaba en algo diferente cuando recibió un llamado de una familia que, pensando que tenían la dirección de CARECEN, fueron en su lugar a ver a Cabrera. Sharp buscó en Google el nombre de su propio grupo y vio que al tope de los resultados de búsqueda aparecía una publicidad paga de la Coalición Latinoamericana Internacional. Probó algunas búsquedas diferentes, y descubrió que la misma publicidad aparecía al buscar la Asociación Nacional de Oficiales Latinos Elegidos y Nombrados (National Association of Latino Elected and Appointed Officials - NALEO).

    Rápidamente, Sharp encontró las apariciones mediáticas de Cabrera. “Era todo una fachada para que la gente vaya a su negocio”, dijo Sharp. “Pasó de ser un aviso curioso en el periódico a nuestra mayor prioridad. Este sujeto nos usaba para estafar a la gente”. El caso de esa familia se convirtió en la primer denuncia legal que Sharp presentó contra Cabrera.

    Otro de los clientes de Sharp es una mujer llamada María. (Como es indocumentada y teme ser deportada, María pidió que BuzzFeed News no devele su apellido). Cuando María, que vino de El Salvador, consultó por alguien que pudiese ayudarla a obtener ciudadanías para sus suegros, un amigo le recomendó NALEO, pero le dió la dirección de la oficina de Cabrera.

    El primer día que María y su familia fueron a la Coalición, Cabrera dijo que podía conseguir fácilmente la ciudadanía para sus suegros. Luego preguntó por María. Ella le dijo que estaba indocumentada, pero que su esposo era un residente legal permanente. No hay problema, le dijo. Puedo conseguirte los papeles.

    Cabrera le dijo a María que había una nueva ley que le permitía a su esposo hacer un petitorio para que ella obtenga el estatus legal. Esta ley no existe. De hecho, el esposo de María ya había hecho un petitorio para ella años atrás. Sin embargo, como ya estaba ilegalmente en el país, debería volver a El Salvador, a riesgo de quedarse atrapada allí si su petitorio era denegado.

    Cabrera insistió en que la nueva ley le permitía proseguir con el petitorio sin salir de los Estados Unidos. “Le pregunté cuando salió esa nueva ley, porque yo no la he visto, y yo veo noticias. Y el dijo que las noticias no todas salen por televisión. Muchas se quedan sólo en internet. Y yo no tengo internet”. (Cabrera niega haberle dicho a María de esa nueva ley ficticia, y negó que le haya cobrado dinero, sugiriendo que los recibos que presentó son falsos).

    Cabrera era convincente. Hablaba rápido y correctamente. Cabrera vio que María se fijó en los recortes de diario encuadrados en la pared de la recepción, y le contó sobre todos los casos que había ganado: ciudadanías, green cards, permisos de trabajo. “Nos dijo que nos iba a ayudar. Que todo problema que tuviéramos, que el lo iba a resolver”, dijo María. “Sus palabras eran dulces. Eran como de un abogado que sabía las leyes. Y que yo no sabía nada. Así me hizo sentir.”.

    Más que nada, María sintió un alivio tremendo al saber que podría obtener documentos, un permiso laboral, y un trabajo mejor que el de costurera ocasional en su grupo de la iglesia. “Estar en este país sin papeles, estar viviendo de mi esposo, de bajos recursos — para mi no tiene mucho sentido”, dijo.

    Cabrera organizó varias reuniones con María, en las que le dijo que estaba completando todos los documentos necesarios y que su caso estaba avanzando. En un par de ocasiones, su hijo menor la acompañaba a la oficina. El niño, nacido en los Estados Unidos, era autista e hiperactivo. Cabrera era impaciente y desconsiderado con él, dijo María, y en una ocasión lo obligó a esperar a solas en el pasillo luego de que el niño haya derramado una gaseosa en la alfombra.

    Luego de cada reunión, Cabrera le cobraba a María. Ella se aseguró de pedir recibos, que tenían el logo de la Coalición Latinoamericana Internacional. En total, María le pagó a Cabrera 5.700 dólares.

    Antes de su segunda entrevista con BuzzFeed News, Cabrera quitó los recortes de diario enmarcados de la recepción y los colgó en las paredes del cuarto de reuniones, a ambos lados de una gran bandera estadounidense pinchada en la pared. Para la ocasión, convocó a dos antiguas clientes, ambas mujeres de unos setenta años que obtuvieron la ciudadanía a través de la Coalición.

    Una de ellas, Margarita Chipres, estaba vestida con camuflaje de pies a cabeza, un ritual de respaldo para su nieto que estaba en el ejército. “Gracias a Dios soy ciudadana”, dijo.

    “Gracias a Dios. Sin Dios no somos nada”, repitió Cabrera, sentado en la cabecera de la mesa de conferencias.

    “Gracias a Dios, y gracias a él” dijo Chipres, señalando a Cabrera.

    Chipres y los otros clientes habían sido residentes legales permanentes durante décadas, y calificaron para tomar el examen de ciudadanía en español. Mientras que un abogado de inmigraciones hubiese cobrado decenas de miles de dólares, dijeron, Cabrera hizo el trabajo gratis, a excepción de una donación voluntaria. Al preguntarles cuánto donaron, ambas mujeres dijeron lo mismo: 400 dólares.

    A lo largo de sus entrevistas con BuzzFeed News, Cabrera negó rotundamente todo alegato en su contra, asegurando que son “calumnias”. Insistió en que no cobra y nunca cobró a la gente para ayudarla en sus casos de inmigración. “La gente contribuye”, dijo. “Si dan una donación, bien. Y si no, igual les ayudo”.

    En la respuesta escrita presentada por su abogado frente a la primera demanda en su contra, Cabrera reconoce que “hizo un contrato” con los demandantes por 2.500 dólares, por “servicios de consultas de inmigración”. Cuando BuzzFeed News le presentó este documento , Cabrera dijo que eso fue un error. “Tengo que hablar con mi abogado”.

    En febrero, el día luego de haber sido citado para su segunda demanda, Cabrera compró un bono de fianza, uno de los varios requisitos para ejercer como consultor de inmigración en California. Reconoció que no había tenido un bono antes de ese año, pero lo mencionó repetidamente para remarcar que lo que hace es legal. Aunque menciona a la Coalición, el bono no está a nombre de Cabrera.

    Cabrera y su organización tampoco están acreditados por el gobierno federal como consultores de inmigración, ni aparece registrada la Coalición como organización sin fines de lucro.

    De acuerdo a registros estatales, la Coalición se registró brevemente como una organización sin fines de lucro en California en 2007 (el año en el que Cabrera comenzó Adopta un Inmigrante) pero su estatus quedó suspendido por la junta impositiva estatal de California. Al preguntarle por qué la condición de organización sin fines de lucro de la Coalición aparece como suspendida en el sitio web del estado, Cabrera dijo que la incorporación original fue presentada por una persona desconocida que luego, en un intento de embarrar la reputación de la Coalición, dejó que la suspendan. “Haga de cuenta que eso se llama un juego sucio”, dijo.

    También lo son, según Cabrera, las demandas en su contra, que explica diciendo que CARECEN lo ve como una amenaza. “Sus oficinas están vacías todos los días, porque están huérfanos de abrigo popular”, dijo Cabrera.

    En un punto, Cabrera sugirió que CARECEN estaba involucrado en una conspiración para “desaparecerlo”. “Ellos no quieren que esté aquí”, dijo. Se negó a dar detalles, pero recordó que en Nueva York, durante su huelga de hambre, fue visitado por tres hombres muy altos en traje, que él supuso serían agentes de inteligencia federales. También mencionó que, más recientemente y ya en Los Ángeles, las ruedas de su auto estallaron misteriosamente.

    “De malas intenciones y de mala fe está lleno el mundo”, dijo Cabrera. “Me dicen, nos estás desbaratando el negocio. Pero, ¿cual negocio? Si para ustedes ellos son un producto. Para mí no.”

    Este post fue traducido del inglés por Javier Güelfi.