Así se siente que te hagan exorcismos porque eres gay

    Anthony Venn-Brown tenía 20 años cuando soportó su primer exorcismo. Era el comienzo de décadas de terapia de reorientación. Ahora le cuenta a BuzzFeed News cómo se está encargando del lobby de la "cura" para los gays.

    El piso del pasillo era de madera y reluciente, y amplificaba los pasos que rodeaban a Anthony Venn-Brown. Él se sentó en una silla en el medio del espacio vacío a medida que los pasos se aproximaban. El pastor y el asistente del pastor colocaron sus manos en su cabeza y hombros.

    Venn-Brown estaba desesperado porque funcionara. "He vivido atormentado por demasiado tiempo", dice.

    El pastor sostenía un diario en frente de él; no para leer sino para recoger la bilis que, como él sabía, saldría pronto disparada de la boca de Venn-Brown. A medida que expulsaran el demonio de la homosexualidad fuera del veinteañero, el pastor también sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que el joven comenzara a hiperventilarse.

    Pero todo valdría la pena. El diablo pronto sería derrotado.

    Mientras Venn-Brown se sentaba allí esperando ser salvado estaba lleno de esperanza. "Gracias a Dios", pensó. "Finalmente me estoy liberando de esto". Sus sentimientos hacia los hombres eran tan abrumadores que sabía que debía estar poseído. Ser gay era, para él y todos los que conocía, un pecado, una enfermedad, una abominación. Finalmente sería libre.

    No sabía entonces que esto solo era el comienzo de décadas en busca de un fin a su tormento, de una cura. Luego de los exorcismos pasaba seis meses en una unidad residencial que tenía el fin de convertirlo en heterosexual, en el mismísimo génesis del movimiento de las terapias reorientadoras.

    Lo que todos los que trataron de convertirlo no pudieron predecir fue que, lejos de crear un heterosexual, estaban incubando su peor pesadilla: un hombre gay confeso que ahora es un referente mundial por exponerlos; un expredicador evangélico que conoce cada uno de sus métodos, cada mentira, y que no parará hasta que todos conozcan lo que hacen y que todas las tentativas para "curar" a personas LGBT sean erradicadas. También ha fundado dos organizaciones pioneras para apoyar a los perjudicados y forjar un diálogo con evangelistas.

    Esto no se trata de venganza.

    Cerca de 50 años luego de su primer exorcismo, Venn-Brown se sienta en otra silla, a miles de millas de Nueva Zelanda, en donde esto sucedió, contándole a BuzzFeed News por qué dedica su vida a revertir el daño provocado por las "curas" a la homosexualidad. En un cuento que abarca la historia entera de la terapia de reorientación, su relato de denuncia ofrece no solo una visión única de las artes oscuras, pero también una llave para terminar con dichas prácticas para siempre.

    Cuando nos conocimos en Londres, fue solo días antes de que el gobierno británico anunciara que prohibiría la terapia de reorientación sexual. Para Venn-Brown, sin embargo, esto abarca más que la ley.

    Él escribe libros, da discursos, moviliza activistas y participa en comunidades creyentes en todo el mundo, predica un nuevo mensaje: no es el amor lo que necesita ser curado.

    La enfermedad es otra.

    Conocer a Anthony Venn-Brown es, al comienzo, una sorpresa. Muchos de los que han padecido terapias de reorientación, exorcismos, o cualquier otra tentativa de "curar" su sexualidad o identidad de género, están notablemente heridos. Pueden verse forzados, rígidos —casi como si tuviesen una camisa de fuerza— y sentir vergüenza, como si llevaran consigo mismos una carga física.

    Pero Venn-Brown, quien tiene ahora 67, agradece vigorosamente a BuzzFeed News, con abrazos espontáneos, chismorreando y parloteando como si estuviésemos tomando unos cócteles. No nos hemos conocido antes. Su acento es notoria y exquisitamente australiano. Bromea con la fotógrafa, insiste en que suene música pop mientras ella dispara, y ríe a menudo mientras sus ojos parpadean con picardía.

    Nos toma horas que se haga silencio, a medida se forjan los recuerdos, poco a poco.

    Nació en 1951, fue criado en el suburbio de clase media de Neutral Bay en Sidney, y fue el más joven de tres hermanos. Su padre trabajó en una empresa que vendía partes de autos. La familia asistía a la iglesia anglicana local.

    La homosexualidad era ilegal en Australia —estaba penada con la muerte hasta justo antes que Venn-Brown naciese y solo sería despenalizada en New South Wales cuando tenía 33, en 1984. Pero por años permaneció siendo mal vista, un tabú, y en la mira de la violencia habitual.

    A lo largo de su adolescencia, lo que sentía por los hombres lo horrorizaba. "Estás viviendo con un oscuro secreto", dice. "En mi mente le pregunto a Dios por qué no me quita esto? No deseo esto. Tú tienes el poder para liberarme". Pero él no fue liberado. "Así que luego entras en este [proceso mental] de: "Quizá de verdad soy malvado. Quizá solo no tengo la suficiente fe. El problema no puede ser Dios. Al problema lo tengo yo".

    Durante sus años como adolescente, Venn-Brown comenzó a abandonar su anglicanismo a medida que su sexualidad emergía y, de forma cada vez mayor, se mofaba de él. "Me cortaba las venas en mi habitación", dice. "Una hoja de afeitar". Hace el gesto en la parte interior de su brazo. "Estaba muy desesperado".

    Solo había otro chico gay en la escuela, hasta donde estaba enterado Venn-Brown. Su nombre era Cyril, y para los otros niños era tan obvio que no era uno de ellos, que se convirtió en el blanco principal de su hostilidad. Cyril se suicidó.

    La miseria de Venn-Brown, mientras tanto, era tan obvia que su vecina de al lado trató de intervenir, insistiéndole que le contara qué sucedía. "Esperaba que pudiese contactarme con alguien en secreto pero dijo: 'No, debes decírselo a tus padres'". Le dije que no podía. La vecina le contó a su madre pero se lo ocultó a su padre.

    Venn-Brown dice que ahora no puede recordar qué le dijo su madre a él. "Solo recuerdo una terrible sensación de vergüenza". Parte de esto fue una premonición de las repercusiones que podría ocasionar.

    Tenía solo un canal de escape para su floreciente sexualidad. Podía ir a zonas de cancaneo —llamadas "beats" en Australia— para conocer a otros hombres gay y tener encuentros fugaces. Esto continuaría siendo la principal expresión de su identidad por décadas.

    Cada encuentro podía durar, dice, solo de 30 a 60 segundos. "No existía el intercambio de nombres, la ternura, el afecto. Era como si fuese impulsado a ir allí, era tentando por el diablo, pequé, no lo disfruté, y tan pronto como terminaba debía irme lo más rápido posible". Luego se arrepentía y rezaba pidiendo perdón.

    En dos ocasiones, hombres mayores, por los cuales no sentía atracción, lo violaron. Venn-Brown pensó en esos momentos que dichos traumas extinguirían sus sentimientos por los hombres. No lo hicieron.

    En vez de ello, ir a los "beats" continuó dándole un alivio temporal y avivando de forma perpetua un odio a sí mismo.

    "El miedo de ser atrapado por la policía, ir a un lugar para 'delincuentes juveniles' —siendo encarcelado de esa manera y avergonzando a su familia— siempre estaba ahí", dijo. "La época en la que crecí era horrenda para los hombres gay. El terror en que vivíamos y las consecuencias. No debe sorprendernos que estábamos desesperados por cambiar".

    Su madre lo envió a un psiquiatra. En ese momento, la homosexualidad aún era considerada una enfermedad mental. Por ende, los psiquiatras usaban shocks eléctricos, píldoras hormonales y drogas que inducían a la náusea en pacientes gay, en una práctica precursora a la terapia de reorientación llamada terapia de aversión. En este aspecto al menos, Venn-Brown escapó relativamente intacto luego de algunas sesiones —pero solo porque el psiquiatra no tomaba en serio su homosexualidad. La consideraba una "etapa" y le ofrecía píldoras al joven para mejorar su humor.

    Dios era la última esperanza de Venn-Brown. Habiendo abandonado el anglicanismo, a los 18 "renació", uniéndose a los movimientos baptistas y evangélicos. Esta carismática marca del cristianismo había comenzado a ganar terreno en Australia por varios años y no podría haber encontrado en Venn-Brown a un discípulo más voluntarioso. Dicha confesión creía en las posesiones demoníacas, en hablar en lenguas y en el poder de la sanación. Venn-Brown la aceptó por completo, y a los 20 sintió que recibía el llamado para predicar, lo que lo llevó a la Faith Bible College en Waitao, Nueva Zelanda.

    Fue un curso intensivo de rezo, estudio y adoración de varios meses. Y fue allí que Venn-Brown le confesó su atracción por los hombres al director del colegio. No había, dijo el director, otra opción más que ser exorcizado.

    Durante las próximas semanas, un miembro del personal llevó a una enorme iglesia pentecostal llamada Queen Street Assembly of God. Su pastor principal, Neville Johnson, era conocido por sus visiones divinas e invocaciones de espíritus.

    Venn-Brown comienza a revivir lo que pasó. "El ministro [Johnson] y su asistente me hacían subir las escaleras", dice, "a un pasillo en el primer piso de la iglesia, donde la silla se encontraba en el medio.

    Antes de abordar el tema de la homosexualidad, estaban las confesiones. Tenías que confesar cualquier pecado que hubieses hecho", dice. "Se trata de una depuración. Recuerdo que le confesé que había robado una barra de [chocolate] Crumble de un puesto de venta de periódicos. Cualquier cosa que se te ocurriese. Era una purificación".

    Venn-Brown tuvo que confesar que sus antepasados eran francmasones, los cuales eran vistos por la iglesia como seguidores de lo oculto. Tuvo que confesar que se masturbaba.

    Luego comenzó a rezar, convocando a los espíritus para que abandonaran su cuerpo.

    "Dicen: 'No reces por ti mismo, nosotros rezaremos por ti; tú concéntrate en expulsar al demonio'". A medida que continuaba con su confesión, ahora admitiendo su atracción por los hombres, Johnson y su asistente comenzaban a hablar en lenguas. Ellos les ordenaron a los demonios que salieran a la superficie, elevando sus voces, gritando por encima del veinteañero y ordenándole que comenzara a exhalar. Al exhalar con fuerza, ayudaría a expurgar al demonio de la homosexualidad.

    "Lo que sucede es que comienzas a hiperventilarte", dice. "Mis manos comenzaron a cerrarse, empecé a recibir sensaciones a través de mi rostro, pensando: "Oh, Dios mío, el demonio está saliendo a la superficie". Luego comienzas a respirar más y expulsar a los demonios". A medida que la hiperventilación se aceleraba, agujas y alfileres lo atravesaban y la respiración forzada se convirtió en tos. Abrumado y privado de oxígeno, se cayó de la silla y aterrizó en el piso.

    El periódico era colocado en frente de su boca mientras expulsaba la bilis que ahora salía. La escupió en el papel.

    Estaba, dice, haciendo arcadas secas. Johnson y su asistente continuaban convocando al demonio para que abandonara su cuerpo y las voces se volvían cada vez más fuertes. "Decían: '¡Sal, espíritu fétido! ¡Sal en el nombre de Jesús! Sal, espíritu de la homosexualidad!". Comenzaron a contar cada demonio a medida que salían volando de él, con Venn-Brown aún en el piso, tosiendo e hiperventilando, hasta que se consideró que todos los espíritus se habían marchado.

    Tomó más de dos horas. Pero no era suficiente. Johnson le dijo que regresara la semana siguiente por más, y la semana luego de esta también. "Creer que tienes una fuerza demoníaca dentro tuyo no es bueno para tu salud mental", dice. Pero solo más tarde describe lo que quiso decir.

    Al comienzo, Venn-Brown pensó que había funcionado. Dejó de sentir cosas por los hombres por completo, pero sabía que aún no sentía atracción por las mujeres. Y en retrospectiva, dice ahora que cuando sus deseos innatos disminuyeron no se estaba volviendo menos gay. Simplemente se estaba traumatizando más.

    El año siguiente, de regreso en Sidney, quedaba claro que los exorcismos habían fracasado. "Mientras más trataba de borrar esto, siempre regresaba con más fuerza para mostrar su fea cara", dice. Siguiendo las instrucciones de su pastor, se internó en una unidad residencial diseñada para convertirlo en heterosexual. Sin duda, razonó, este tratamiento intensivo funcionaría.

    Ya corría el año 1972, y la que luego sería conocida como terapia de reorientación sexual (también llamada terapia reparativa) estaba comenzando a surgir. Si bien las "curaciones" y exorcismos habían estado surcando los márgenes del cristianismo por siglos, y a pesar de que la terapia de aversión venía practicándose hace décadas, la terapia de reorientación sexual aglutinaría elementos de los tres, junto con técnicas bastardeadas provenientes de terapias verbales más tradicionales, para dar forma a una práctica, una ideología y una cruzada internacional: el movimiento "exgay".

    Mientras que en EE. UU., florecieron organizaciones como Exodus International, en Australia se trataba menos de grandes empresas y más sobre iglesias pequeñas, con la comunidad evangélica de Venn-Brown al frente.

    Moombara House era un gran edificio de arenisca enclavado en el borde de Port Hacking, al sur de Sidney, y dirigida por la Bundeena Christian Fellowship.

    Se cree que fue el primer centro residencial "ex-gay" en el mundo, algo que sería luego copiado en unidades similares en todo Estados Unidos, hasta el día de hoy. Pero no solo aceptaría a personas gay sino a adictos y trabajadores sexuales para intentar salvarlos también. Esta política de admisión también fue usada en iglesias evangélicas en Inglaterra en la década de los '90 y los '00: todos aquellos que se consideraban dañados eran amontonados y sanados, juntos.

    Una mujer a la que nombra Venn-Brown solo como Shirley dirigía la unidad de rehabilitación. Ella le dijo que el exorcismo no era suficiente, que toda su forma de pensar debía cambiar. Luego de llegar al centro, "ella dijo que tomaría dos años cambiarme", dice él. "Mi corazón se detuvo. Ya había pasado demasiados años intentándolo".

    Había 20 personas viviendo allí, incluidos sus compañeros internados y el personal de consejeros, trabajadores y pastores. La casa también funcionaba como una iglesia con servicios regulares y una congregación de más de 100.

    Venn-Brown fue asignado a un cuidador llamado Patrick, quien lo llevó a su habitación, la cual compartiría con otros cuatro hombres. Patrick buscó en su equipaje cualquier prenda que fuera considerada demasiado femenina, demasiado sexual o demasiado gay. A Venn-Brown se le prohibió usar calzoncillos apretados. Solo se permitía usar trusas.

    Había otros residentes gay allí pero, como dice, "no estaba permitido que hablásemos entre nosotros".

    El planteamiento general en el centro se explicaba por varias de las creencias subyacentes a la terapia de reorientación sexual: que la homosexualidad está causada por daños infligidos en la infancia, a menudo por una madre sobreprotectora y un padre distante, pero también por abuso, acoso o negligencia; y que el trabajo del terapeuta era, por ende, encontrar la "herida" que provocaba el desarrollo de la homosexualidad, y luego curarla.

    A menudo, durante este proceso, se sugieren varios métodos para forzar la masculinidad en los hombres y la femineidad en las mujeres. Para Venn-Brown, esto significaba que sus tareas diarias incluían trabajar únicamente afuera, haciendo jardinería u otros pequeños trabajos. "No podías estar en la cocina haciendo de comer", dice.

    No se le permitía tener contacto con sus amigos en el exterior. Si llamaba a su familia, un miembro del personal estaría escuchando. Tenía que levantarse todos los días a las 6 a. m., para evitar la tentación de acostarse en la cama y masturbarse. Durante el día era monitoreado y observado. "Había un tipo asignado para vigilarme. Se paraba en la ducha cuando tomaba una para asegurarse de que no me masturbara".

    Aquellos que se someten a una terapia de reorientación, a menudo se les instruye a que interrumpan fantasías con el mismo sexo tanto rezando como con un análisis de la herida interna que está causando dichos pensamientos. Por ejemplo: "¿Me siento atraído por aquel hombre debido a que me recuerda a mi padre, quien no me mostró afecto?". Para Venn-Brown, sus pensamientos eran interrumpidos de dos maneras. Muchas de sus horas caminando debían pasarse escuchando cintas de la Biblia.

    "Había alguien leyendo la Biblia, sosteníamos nuestras biblias y seguíamos lo que se suponía era una 'renovación de nuestras mentes', recibiendo la palabra de Dios".

    Otras veces, podía hablar con consejeros cristianos para preguntarles qué hacer con esta atracción por los hombres. A menudo invocaban la noción evangélica de que cada uno de los seguidores de Jesús es, como está descrito en Corintios, "una nueva criatura", en la cual "cosas viejas desaparecen" y por ende "todo se convierte en algo nuevo". Gracias a esta creencia en la renovación, el cambio se vuelve posible.

    Entonces, luego de confesar sus sentimientos homosexuales, Venn-Brown recitaba versos de los Corintios como un mantra. Hoy, más de 40 años después, repite el verso rápidamente, sotto voce, como si estuviese tan enraizado que ya fuese algo instintivo.

    La idea, dice, es que decir las palabras significa que se "convierten en tu realidad" y es una manera de "poner tu mente en otra cosa, lejos de la tentación de cualquier pensamiento en particular" y pensar, en cambio, en "cosas piadosas, puras".

    Pero llegado este momento, había poca necesidad de suprimir algo aun más. Venn-Brown estaba tan aturdido por todo lo que había experimentado que el deseo sexual apenas si asomaba a la superficie. Había sido secuestrado.

    "Era como si hubiese sufrido una crisis nerviosa, con todo el estrés de intentar cambiar y los exorcismos. Era constante", dice. "Así que cuando fui allí [a la unidad] fue como un colapso emocional". Y así, aceptó todo, incapaz de resistir.

    "Solo hice lo que me ordenaron. A toda mi vida la planearon: a qué hora me levantaba, me iba a la cama, mis comidas. Solo tuve que entregarle el control de mi vida a otras personas porque yo no tenía ningún control en absoluto".

    Tal como cuando estaba padeciendo los exorcismos, en la unidad, Venn-Brown nunca jamás cuestionó a aquellos que lo trataban. "Pensé que tenían buenas intenciones", dice.

    A pesar de esto, sabía que podían ser crueles. Recuerda una ocasión en la cual se le permitió ir con compañeros residentes en un día de excursión. "Estábamos en esta calle llamada Queen Street y simplemente me incliné contra un poste y simulé ser una prostituta y alguien tomó una foto". Shirley encontró la foto. Era un domingo, pocos meses luego de mudarse, y la primera vez que a sus amigos del exterior se les permitía visitarlo —una recompensa por el buen comportamiento.

    "Ella vino hacia mí con la foto en su mano, y con la voz a todo volumen, en frente de todos, dijo: 'Así que quieres ser queer, ¿no? Si quieres ser queer, podemos arreglarlo'. Me humilló. Colapsé y lloré. Corrí afuera de la cocina y les dije a mis amigos que era mejor que se fueran".

    Luego de seis meses allí, este evento finalmente ayudó a impulsar su escape. "Era abusivo", dice, "por eso me fui al final. Pensé: 'Ya no puedo soportarlo más'".

    Incluso luego de irse, sin embargo, pasarían décadas hasta que Venn-Brown se liberara. Hizo todo lo que pudo para intentar cambiar. Se casó y tuvo dos hijas. Se convirtió en un predicador a tiempo completo para la iglesia de las Asambleas de Dios, viajó por el mundo, llevando a miles el mensaje de Jesús con la esperanza de que haciéndolo sería liberado. A lo largo de los años '80 continuó rezando para que la homosexualidad lo abandonara. Eso nunca sucedió.

    En 1991, estando casado, se enamoró de un hombre llamado Jason, al que había conocido en un parque. La primera pieza de dominó caería justo en ese momento. La esposa de Venn-Brown interceptó una carta romántica que él le había escrito a Jason y lo confrontó.

    Poco después, Venn-Brown admitió todo, le dijo a su congregación que había sido infiel, dejó su trabajo en el ministerio, dejó a su esposa y dejó a sus hijas. "Pensé: 'Probablemente iré al infierno por esto'". Dejó de creer en el poder de la oración. Se dirigió al borde de un precipicio y se quedó parado allí, con sus ojos mirando a la nada, contemplando si saltar o no.

    Pero en vez de ello, decidió enfrentarse a quien era. Se mudó a Sidney para estar con Jason. No duró mucho, pero los efectos corrosivos de dos décadas de intentos de reorientación sexual sí lo hicieron. Incluso hoy en día, cuando se le pregunta qué marcas han dejado las "curas", responde: "Trastorno por estrés postraumático".

    Le tomó años reconocer que lo que estaba experimentando era TEPT. "Al trabajar llegaba al punto de sufrir colapsos o sentirme totalmente agotado". Tiene pesadillas y analepsis. Aun 30 años después de pasar por la unidad residencial, Venn-Brown estuvo en el cine viendo una película sobre un hombre gay que fue a un centro de rehabilitación y, dado que algunas de las escenas eran tan similares, salió corriendo del cine sollozando.

    El odio a sí mismo con el que tuvo que convivir por años se manifestó en autodestrucción. "Viví una vida bastante salvaje, llena de drogas y sexo sin protección", dice. "Pensaba: 'Realmente nada me importa'".

    Sin embargo, su destino dio un giro a finales de los '90. Estaba haciendo un voluntariado en una organización benéfica para afectados por el VIH en Sidney, entregando folletos, cuando conoció a un hombre en la calle que le contó sobre todos sus amigos que habían muerto a causa del SIDA. "Le dije: 'Realmente es una mierda ser gay, ¿no?' Y él me dijo: 'No, yo amo ser gay. No lo cambiaría ni en un millón de años'".

    Por fin, Venn-Brown tenía una meta: ser como este hombre. "Pensé que debía ser increíble llegar a pensar así". Así que decidió conectar las piezas fracturadas de su vida: la fe y la sexualidad. Sus intentos de curarse a sí mismo y a otros con daños similares evolucionaron por dos décadas hasta el punto en que se encuentra ahora, como escritor, educador y activista en pos del mensaje anti-curas para gays.

    Comenzó con él creando un grupo de Yahoo para evangélicos gay. "Pensé que era el único ministro pentecostal en el mundo entero que era gay y que se había retirado del ministerio". Pero cientos se unieron de cada continente, muchos de los cuales habían atravesado diferentes "curas", permitiéndoles compartir sus experiencias por primera vez.

    Este no había sido un proceso simple, explica: cuando tantos fueron dañados de maneras similares, pueden despertar los traumas de otros y colisionar de forma disonante. Algunos nunca comparten nada: ni siquiera allí pueden hablar.

    En 2004 escribió una autobiografía, Una vida de desaprendizaje, que revelaba todo lo que había sufrido. Se convirtió en un "bestseller", lo que desencadenó una avalancha de correos electrónicos de todo el mundo de víctimas de la terapia de reorientación sexual.

    "Lo cambió todo", dice. "Esta gente desnudaba su alma. Solía sentarme en frente de la computadora y llorar".

    Esto le llevó a crear Freedom2b, una organización para personas LGBT con orígenes cristianos y carismáticos. Llevan a cabo reuniones y seminarios mensuales por toda Australia, ayudando a personas a reconciliar su fe y su sexualidad. Sus miembros hablan en público acerca de sus experiencias.

    En 2007, marcharon juntos por primera vez en el Mardi Gras LGBT de Sidney. "Nunca olvidaré eso", dice. "Estábamos por marchar y vi a la gente en aquel grupo y sabía cada una de sus historias, los que habían intentado suicidarse, sabía lo que habían tenido que soportar, recordé a los que habíamos perdido, y comencé a llorar. Vi alrededor y todo el grupo hizo lo mismo".

    Marchan todos los años. "Solía decirle de antemano a la gente: 'La persona que eres al final del desfile es muy distinta a la persona que eres al comienzo. Cuando llegas a esa calle y tienes a decenas de miles de personas que te alientan, todo vestigio de vergüenza y odio a ti mismo [desaparecen]. Será como un exorcismo'".

    Por último, dice, se trata de prevenir que otras personas lleguen a hacer todo lo que él hizo: "se trata de que la gente no salte por el precipicio". También dirigen grupos para la prevención del suicidio.

    Pero luego de 6 años de Freedom2b, Venn-Brown quería hablar directamente con líderes de la iglesia y dar inicio a un diálogo entre la iglesia y la gente LGBT. Entregó el mando de Freedom2b y fundó otra organización, Ambassadors and Bridge Builders International (ABBI).

    "Su objetivo es superar la ignorancia y la falta de información", dice. ABBI realiza seminarios, publica estudios sobre la terapia de reorientación sexual, y brinda asesoramiento sobre políticas al respecto.

    También se acerca a pastores de forma particular y se reúne con ellos, solo para hablar. "Algunos odian a las personas gay, pero ahora pueden pasar del odio al desagrado, del desagrado a la incomodidad, de la incomodidad a la tolerancia, de la tolerancia a la aceptación, y de la aceptación a la afirmación. Y luego, finalmente, a la defensa.

    Él intenta hacerlos avanzar al menos uno o dos pasos por ese camino. Uno de ellos, el ministro baptista llamado Mike Hercock, de Darlinghurst, el vecindario LGBT de Sidney, presenció la marcha de Freedom2b en Mardi Gras y tuvo una idea. "Dijo: '¿Sabes qué? El próximo año voy a reunir a 100 ministros para que firmen una apología a la comunidad gay y van a marchar en el desfile de Mardi Gras'".

    Y así sucedió. Cientos de ministros firmaron una apología. "No todos marcharon, sino aproximadamente 35", dice Venn-Brown, pero era suficiente para él. Fue la primera apología de este tipo.

    Incluso fue a una reunión en la unidad residencial. Shirley aún estaba allí. "Pensé: 'Debo enfrentarla'. Así que me acerqué a ella y le dije: 'Hola, Shirley, ¿cómo estás? Yo estoy muy bien ahora. Estoy muy feliz de ser gay'. Ella dijo: 'He oído cosas acerca de lo que haces. Ya sabes lo que pienso de eso'. Fui a la terraza, el mismo lugar en donde ella me humilló, y me dije a mí mismo: 'Nunca más tendrás ese poder sobre mí'".

    Desde entonces, el movimiento de la terapia de reorientación sexual se ha fragmentado, ha perdido terreno en algunas áreas y lo ha ganado en otras. Exodus International, la organización más grande por la "cura" contra la homosexualidad, cerró en 2013 cuando su líder, Alan Chambers, admitió que no funcionó y pidió perdón por el daño ocasionado. Algunos estados de EE. UU., y un puñado de países lo han prohibido.

    Pero el año pasado, Brasil anuló su prohibición de hace 20 años. Y destacados políticos en los EE. UU., desde Michele Bachmann a Mike Pence, son acusados de defender la terapia de reorientación sexual. En varios lugares del mundo, distintas iglesias y grupos de fe continúan ofreciendo exorcismos o curaciones.

    Y en el Reino Unido, la derecha cristiana y diversos conservadores continúan apoyando la terapia de reorientación sexual. La semana pasada, Charles Moore, un importante columnista, argumentó que si la gente desea recibir una terapia de reorientación sexual, debería poder hacerlo. La columna no examinó qué fuerzas pueden llevar a una persona joven y vulnerable a creer que lo desea. Ningún individuo forzó a Venn-Brown a hacer lo que hizo.

    Al hacer su visita a la oficina de BuzzFeed del Reino Unido, Venn-Brown se encuentra en medio de un recorrido por los EE. UU. y Europa, juntando evidencia para un nuevo libro que expone al movimiento, delinea sus causas y ataca su filosofía. "Voy a colocar todo al pie de la iglesia", dice. Allí reside el oscuro núcleo de todo: "engaños, negación y una ignorancia deliberada".

    Para ilustrar lo que hace, describe un mensaje que recibió por Facebook de alguien que había sobrevivido a la terapia de conversión. "Dijo que de las 20 personas "exgay" que conoció, solo seis estaban con vida. Una murió de causas naturales, los demás se suicidaron".

    Venn-Brown apoya la prohibición de la terapia de reorientación sexual pero se pregunta qué tan posible es imponerla a los líderes religiosos. "Digamos que un cristiano cree en un demonio personal. ¿Eso significa que podemos legislar para decir: 'Bueno, usted no puede creer en un demonio personal'?" Es importante, añade, que "seamos muy claros acerca de lo que estamos hablando cuando nos referimos a la 'terapia de reorientación sexual para gays'".

    El problema es que no existen divisiones claras: están las versiones formales de esta, llevadas a cabo por una minoría de terapeutas —a pesar de la falta de evidencia para su eficacia y a que cada organización de salud mental la reprueba— y las "curas" más informales practicadas por grupos de fe. Solo el año pasado, la primer ministro de Inglaterra, Theresa May, visitó una iglesia de Londres llamada Jesus House, elogiándola por estar "llena de vida" y "en pleno crecimiento". La iglesia había sido acusada de realizar exorcismos a personas gay.

    Antes de que Venn-Brown se vaya, me pregunto qué le diría al Venn-Brown a sus 20 años de edad, justo antes de dirigirse al colegio bíblico. Hace una pausa y mira alrededor, como si invocara al chico que fue en ese momento. "Le diría: 'Vas a estar bien. Vas a estar bien'".

    ¿Y lo está?

    "Sí", me dice. "Estoy muy bien. Tengo dos hijas a quienes amo, nietos adorables y un increíble círculo de amistades". ¿Y qué hay de una pareja?

    Se ríe. "Estoy soltero de forma crónica. Lo he estado por 20 años".

    Este post fue traducido del inglés.