"Ni México los quiere"

    Jóvenes deportados a México hablan a BuzzFeed News sobre lo que vivieron dentro de un centro de detención en Estados Unidos.

    REYNOSA, Tamaulipas, México — El sonido constante de las cobijas térmicas crujiendo. Falta total de luz natural. Niños de cuatro años de edad llorando toda la noche. Patada en las costillas para ser despertados.

    Un grupo de adolescentes mexicanos que fueron llevados a principios de este mes a unas instalaciones de detención estadounidenses cerca de la frontera describieron a BuzzFeed News las condiciones en el interior. Los cinco viven temporalmente en un albergue gubernamental en México junto con varias decenas más.

    Los chicos, cuyas edades van de los 14 a los 17 años, llegaron a los Estados Unidos por separado, ya sea solos, con un tío o un primo. Ninguno sabe con exactitud dónde fueron retenidos, pero cada uno dijo que cruzó el Río Grande y caminó un poco hacia el norte por Texas antes de ser atrapados por los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Dijeron que los metieron a un cuarto “helado” durante algunas horas y luego los llevaron a un almacén grande sin ventanas.

    Los centros de detención se encuentran en el ojo del huracán de la más reciente crisis de la administración Trump, enfrentando al presidente con miembros de su propio partido y atrayendo la condena internacional por parte de jefes de estado y grupos de derechos humanos. Las autoridades estadounidenses han separado de sus padres a más de 2,300 niños durante las últimas seis semanas como parte de una “política de tolerancia cero” en contra de los migrantes. La mayoría huye de la violencia en Honduras y El Salvador, en Centroamérica.

    En un audio grabado al interior de las instalaciones de detención, que dio a conocer ProPublica, puede escucharse a niños llorando. Y en las fotografías dadas a conocer por la CBP se ve a los menores sentados sin hacer nada dentro de grandes jaulas. No obstante, los funcionarios federales han prohibido a los reporteros entrevistar a los niños dentro de las instalaciones durante las pocas visitas que han permitido a la prensa.

    Ahora, los menores recientemente deportados que estuvieron detenidos en los Estados Unidos hablan sobre su experiencia.

    Víctor, de 14 años, dijo que cuando estuvo detenido el agente le dijo que quería dejarlo ir pero que sus colegas estaban observando. "Yo tengo mucho aprecio por los mexicanos”, recordó Víctor que le dijo el agente. El chico, originario del Estado de México, dijo que le daban de comer tres veces al día y que podía hacer una llamada a su tía aunque no logró comunicarse con ella. Víctor estuvo ahí durante dos días y dos noches antes de ser deportado a Reynosa, una ciudad con un alto nivel de criminalidad al otro lado de la frontera de Hidalgo, Texas. (Los apellidos de los chicos se han omitido pues se teme por su seguridad).

    Otros tuvieron una experiencia mucho más hostil.

    Jairo, de 17 años, dijo que los guardias que los vigilaban se molestaban si los niños se paraban y vagaban por el espacio limitado que tenían disponible. Había entrado a los Estados Unidos con su primo de 26 años de edad, pero fueron separados y desde entonces no se han comunicado. Igual que los demás, dijo que quería trabajar en Estados Unidos para enviar dinero a su casa.

    Patricio, de 16 años, dijo que tenían a los mexicanos separados de las personas que habían viajado al norte procedentes de Centroamérica, y que se encontraban en un área aparte en el almacén, aunque podían verse unos a otros a través de la malla metálica. Les informaron que los mexicanos no tenían derecho a solicitar asilo, dijo. (Aunque es sumamente difícil que los mexicanos obtengan asilo, de acuerdo con la ley estadounidense se les permite presentar una solicitud). Cuando llegaron al centro les dijeron que entregaran sus agujetas y cinturones. "Me sentía como prisionero", dijo Patricio.

    Germán, también de 16 años, comentó que los guardias les decían a los niños de unos tres o cuatro años de edad que no dejaban de llorar "No llores, güey". Algunos de los niños más pequeños se negaban a comer los sándwiches que les daban, añadió. Sin embargo, no se les ofrecía ninguna alternativa; en lugar de ello, se iban a dormir con hambre, dijo. Se pasaba lista cuatro veces al día, y si alguien estaba dormido y no respondía, un guardia le daba una pequeña patada en las costillas para despertarlo, lo cual daba pie a una nueva oleada de sonidos por el crujir de las cobijas térmicas, dijo Germán.

    Germán dice que estuvo en el almacén ocho días, aunque perdió la noción de qué hora del día era mientras estuvo encerrado: constantemente preguntaba la hora a los hombres que lo vigilaban, pero ellos nunca respondían.

    "Ni México los quiere", recordó Germán que le dijo un agente estadounidense después de que se enteró de que las autoridades mexicanas de migración no lo recogerían en el puente el día que se suponía iba a ser deportado.

    Después de ser entregados a los agentes mexicanos de migración en el puente internacional, los adolescentes fueron llevados a un albergue gubernamental para menores en Reynosa. Están esperando ser trasladados a sus respectivas ciudades de residencia, algunas de las cuales se encuentran a 1500 kilómetros de distancia.

    Víctor Andrés, el psicólogo del albergue, dijo que los chicos son fuertes pero “están agüitados". Muchos decían que extrañaban su casa y estaban ansiosos por regresar con su familia.

    Una enorme tormenta golpeó a Reynosa el miércoles por la mañana. Germán y Álvaro, otro chico que estuvo detenido en los Estados Unidos, fueron programados para irse a su casa por la mañana pero no pudieron tomar el vuelo a tiempo porque las calles alrededor del aeropuerto estaban inundadas.

    "Mi hermana salió a las 4 de la mañana de nuestro pueblo", dijo Germán, "pero no voy a llegar hoy".

    Este post fue traducido del inglés.