Mayra y sus hijas fueron obligadas por maras a abandonar su casa por negarse a ser acosadas sexualmente

    Su historia no es una excepción entre cientos de mujeres y personas trans centroamericanas desplazadas de sus países por violencia, discriminación y amenazas.

    Por negarse a ser acosadas sexualmente por los maras salvatrucha, Mayra García y sus dos hijas de 20 y 15 años fueron obligadas a punta de pistola entregar su casa a esta pandilla salvadoreña.

    La mujer de 48 años era trabajadora doméstica en su país pero la violencia la forzó a vender todas sus cosas y a unirse a la Caravana Migrante que salió de Tapachula rumbo a Estados Unidos. Junto a su hija mayor llevaba un par de semanas en Tapachula, cuando se enteró que se estaba organizando la caravana que desde esta semana llegó a la Ciudad de México con cerca de 700 migrantes.

    “Quiero quedarme en Baja California porque se supone que ahí se gana más el dólar, aquí se gana el peso y pues eso no vale mucho para El Salvador, allá he dejado a otra hija, la pequeña, por lo económico no pude traerme a las dos”, dijo. Ante la pregunta de por qué no intentaría cruzar la frontera, respondió que “Trump no nos quiere”.

    Ana Rosa, tiene 24 años es de Honduras y salió de su país por la pobreza y por la violencia desatada tras las elección del presidente Juan Orlando Hernández, viaja con su hija rumbo a Houston, donde una amiga la va a recibir.

    Mayra, Ana Rosa y las hijas de ambas son parte de las cientos de mujeres que viajan en esta caravana, desplazadas por la violencia en sus países y la pobreza.

    La noche del lunes 9 de abril, Mayra descansaba en un catre rojo en el segundo piso la Casa del Peregrino, un refugio situado a unas cuadras de la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.

    Aunque los cuartos tienen letreros en las puertas para separar a hombres y mujeres, los migrantes no se dividieron por géneros. Entre todos, pasaron la tarde jugando baraja y escuchando reggaetón, platicando, durmiendo, cuidando a los bebés, fumando en los pasillos, viendo sus celulares o sentados en las banquetas del centro.

    Las mujeres trans de la Caravana

    A pesar de que lleva 14 años viviendo en Chiapas, Maritza, una guatemalteca trans de 27 años, no ha conseguido papeles para regularizar su estatus migratorio pues trabajaba todo el día empacando papayas. Se dirige a Tijuana, donde unas compañeras de trabajo van a ayudarla.

    “Mucha gente me dice que por qué no lo he hecho (obtener papeles), pero yo no estaba muy enterada de eso, yo me he dedicado a trabajar desde temprano”.

    Las razones de Estefany Salomé, de 19 años, para escapar de Honduras fueron la discriminación y las amenazas que sufrió de la gente por ser trans, su familia no supo que se había ido hasta que ya estaba en el trayecto, una de sus metas es llegar hasta el estado de Virginia, donde viven sus hermanos.

    “El gobierno (de Honduras) a las trans no les da derechos, no apoya. Ha sido un viaje muy triste para mi, he pasado frío, dormí en la (central de autobuses) TAPO y los muchachos de aquí me reconocieron. Yo me llevo con todo el mundo, yo soy única. Ayudo a los niños, casi no me llevo con las trans porque me piden que me comporte, pero yo soy alegre”, expresó.

    Honduras, la capital mundial del transfeminicidio

    Un reportaje de Conectas News da cuenta de los obstáculos por los que pasan las migrantes trans del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), entre ellos destacan la burocracia mexicana y la lentitud de las autoridades estadounidenses para dar protección. Señalan, además, a Honduras como el país con más crímenes contra personas trans de todo el mundo desde 2008; con 10.7 por cada millón de habitantes, seguido de El Salvador con 4.6 por cada millón.

    Otro grupo de mujeres trans que se encontraba en la Casa del Peregrino se paseaba por los pasillos pero ninguna quiso hablar, una dijo sentirse enferma y otra simplemente ya se cansó de dar entrevistas. Un mexicano se les acercó para platicarles de la existencia de la Clínica Condesa, que atiende de forma gratuita a las personas trans en la Ciudad de México pero ellas siguieron su camino. El otro grupo, que se encontraba arreglándose en el cuarto, tampoco quiso contar mucho. El cansancio del viaje es evidente.

    "Aquí no se malrespeta a nadie"

    Contrario a lo que declaró Donald Trump, cuando nuevamente tachó de violadores a los migrantes latinoamericanos de este trayecto, las mujeres de la caravana negaron cualquier ataque contra ellas.

    “Aquí no se malrespeta a nadie, los compañeros respetan, yo duermo sola y así como duermo, me levanto. Para eso hay seguridad que vigila”, relató Alejandra, un hondureña de 19 años, madre de gemelos y desplazada por la violencia de su país.

    La mayoría de las entrevistadas coinciden que las autoridades mexicanas les han ofrecido un trato digno y agradecen que, desde que este viaje obtuvo los reflectores de la prensa internacional y llamó la atención de las autoridades mexicanas y estadounidenses, la caravana haya sido escoltada por la Policía Federal.

    Sin embargo, los reportes de las organizaciones que, históricamente, han defendido los derechos humanos de los migrantes muestran una realidad distinta; las mujeres desplazadas del Triángulo Norte de Centroamérica durante su paso por México sufren abuso sexual. Un reporte de WOLA afirma que, al menos, 6 de cada 10 mujeres migrantes son violadas mientras viajan por México.

    “Muchas mujeres también son sometidas por los grupos criminales a explotación sexual y prostitución”, se lee en el reporte.

    La Caravana Migrante, que inició su camino con cerca de mil 500 personas en Tapachula se ha debilitado a su llegada al centro del país. Hasta ahora, los voluntarios de la organización que lidera este viaje, Pueblo Sin Fronteras, han dicho que hay incertidumbre sobre su continuación como grupo hasta la frontera con Estados Unidos.

    * Las fotografías en las que aparecen menores de edad fueron autorizadas por sus madres.