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La sentencia de 'La manada' no nos tumba, nos une

Joderle la vida a una mujer solo cuesta 50.000 euros y 9 años de cárcel.

Llevo varios días acostándome pensando en la superviviente de La Manada. ¿Estará bien? ¿Se sentirá arropada? ¿Le estará llegando el calor que le hemos estado enviando las mujeres?

Todas las chicas de mi entorno llevan desde noviembre de 2017, el mes en el que se insinuó que la víctima no sería tan víctima si siguió haciendo su vida, con una punzada en el estómago. Hemos vivido este caso con intensidad, como si aquel hubiera sido nuestro propio cuerpo, porque podría haber sido el de cualquiera de nosotras. Este caso representa todas las veces que hemos pasado miedo volviendo solas a casa. Y se me hiela el corazón pensando en lo que habrá pensado la víctima al escuchar el fallo: abuso sexual (sin violencia ni intimidación), pero no agresión sexual (violación).

Uno de los tres magistrados asignados al caso sigue defendiendo que los acusados deben ser absueltos. Este es un claro ejemplo de que el patriarcado está en todas partes: ayer fueron absueltos los sanitarios que presuntamente violaron a una enferma mientras estaba inconsciente en una ambulancia y se despertó con un pene en la boca y otro en la vagina; hoy, el Prenda y los suyos son absueltos de un delito de violación. Porque los hombres, incluso los más estudiosos y de cargos magnos, tienen el valor de seguir debatiendo qué es o no es una violación.

Pero si lo que pretende la justicia patriarcal con esto es silenciarnos o tumbar nuestras esperanzas, está muy equivocada. Estos meses de agonizante espera han cambiado nuestro mundo tal y como lo conocíamos en España. Sí, hemos vibrado con un #MeToo importantísimo, estamos cada vez más despiertas y nunca hemos sido tantas ni estado tan unidas, pero La Manada nos ha tocado dentro y hondo. Nos manifestamos de forma histórica para apoyar a la víctima y después llenamos las calles en un 8M en el que la tuvimos siempre presente. Seguimos sintiendo aquella noche de Sanfermines en nuestras propias carnes, sacudiéndonos al pasar por cualquier calle vacía, pero la sororidad y las redes que hemos creado son ahora nuestra mejor arma.

Estos meses de hombres machistas poblando las televisiones con su opinión sesgada sobre el caso, del abogado de La Manada pasando por todas las cadenas defendiendo a los agresores en horarios de máxima audiencia, de todos esos tíos cómplices justificándolos mientras se cubren las espaldas... Esta guerra de desgaste está siendo agotadora. Nos quieren hacer creer que el consentimiento es blanco o negro, manifestado siempre como un “no” explícito en el que no entran variables como la parálisis o el sometimiento por supervivencia; nos quieren hacer creer que cinco hombres metiéndose contigo en un portal no son intimidatorios; nos quieren hacer creer que grabar vídeos de la violación y difundirlos no es vejatorio; nos quieren hacer creer que tener los ojos cerrados y no oponer resistencia mientras cinco hombres te penetran a la vez por todos los agujeros del cuerpo implica consentimiento. Y ya estamos cansadas.

Este caso tan mediático y tan traumático para todas nosotras es la motivación perfecta para seguir luchando por acabar con esta justicia patriarcal manchada de deshumanización ante la violencia contra las mujeres. Con el agravante, eso sí, de que la justicia debería estar ahí para protegernos, como lo deberían haber estado aquellos enfermeros para salvarnos y cuidarnos en un momento vulnerable. Podría decir que estamos solas ante la justicia y las instituciones, pero no lo estamos. Nunca hemos estado menos solas. Ahora nos tenemos a nosotras, que es lo que siempre les dio miedo. Hoy nos abrazamos, pero mañana seguimos.