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El club de las chicas peludas: cosas que hemos tenido que aguantar por no depilarnos

Algunas mujeres que han abandonado la cuchilla nos cuentan sus experiencias.

"La moda para el verano y el baile moderno se combinan para hacer necesaria la eliminación del vello", rezaba el que se considera el primer anuncio de depilación de la historia. Una chica con sombrero y los brazos en alto, con la axila tan desnuda y limpita como el culo de un bebé, nos saluda: X BAZIN, POLVOS DEPILATORIOS. El anuncio apareció en la revista Harper’s Bazaar allá por 1915 —como bien indica Alfred López, en un artículo para 20 minutos: ¿Cuándo y por qué se decidió que las mujeres debían depilarse?.

Mucho ha llovido desde aquel anuncio. Tanto ha llovido que lo que la publicidad planteaba como una moda incipiente, se ha convertido en una función vital (véase: nutrición, interacción, reproducción, depilación y leer ‘Patria’). En pleno siglo XXI, cuando ya parecía que resultaba imposible que nos paseásemos por las calles con la pelambrera de las piernas al aire, anda suelta una banda de chicas sin depilar. Amigas del Primo Eso de la Familia Addams y defensoras de la libre expresión del bello vello, el Club de las chicas peludas se pasa la crema depilatoria por el forro de las bragas —en sentido figurado, claro está—.

Frida siempre fue muy peluda. «Además de los sitios comunes, tengo pelos en el pecho, en los pezones, en el ombligo y sobre esa línea que llaman alba», cuenta. Su madre era esteticista, por lo que desde muy temprano comenzó a someterse a la tortura de la cera. «Si te afeitas, te saldrá más» es la máxima depilatoria. «Me infringí aquel castigo durante varios años, convencida de que no tenía elección, de que mi cuerpo había nacido con esa tara y era mi deber corregirla. Cuántos quebraderos de cabeza, cuántos complejos y dolores».

Después de las sesiones de depilación, a Frida le sangraban los poros y se le irritaba la piel. Debía limpiarse los granitos con agua oxigenada y, sin apenas darse cuenta, ya le habían crecido nuevos pelos. El ciclo debía recomenzar. Debía recomenzar la tortura. Semana tras semana. Mes tras mes. Hasta que paró. A los 17 años, Frida se dijo: «no más».

Ser o no ser (peluda): cuando lo natural se ve extraño en nuestro cuerpo

A Luna, como a Frida, su madre le pedía que se depilase. Pero hasta los 14 años no lo hizo por primera vez. «Sufría mucho porque todas las chicas de mi clase se depilaban con cuchilla y eran lisas, yo tenía pelo hasta en la barriga». Incluso cuando comenzó a hacerse la cera, Luna sentía que tenía demasiado vello. No le gustaba el que crecía en sus brazos, en la cara o en la espalda.

«Sufría mucho porque todas las chicas de mi clase se depilaban con cuchilla y eran lisas, yo tenía pelo hasta en la barriga»

Un día fue al ginecólogo y le diagnosticaron un ovario poliquístico. Le dijeron que este problema había hecho proliferar sus hormonas masculinas y que por eso tenía tanto pelo. «En vez de sentirme aliviada, me agobié más. Empecé a teñirme todos los pelos que pude de rubio porque con la cera me nacían muy rápido. Después me pasé a la cuchilla, lo que fue peor. Mi cuerpo empezó a reaccionar: se me irritaba la piel y se me enquistaban los pelos, cosa muy incómoda».

«Mi mamá me empezó a hacer la cera en el bigote teniendo siete u ocho años», cuenta Graciela. Ella tiene la cara pálida y el vello muy negro. Cuando era pequeña, el contraste era aún más evidente. Alrededor de los 18 años, comenzó a tener descontroles hormonales que hicieron que no parara de crecerle vello facial. Lo llama La eterna lucha de los pelos de la barbilla. «Miro las barbas de los hombres y pienso en que yo sólo tengo como un 5%, pero es feo, se ve feo en mí».

Cuando Graciela descubrió lo que los cambios hormonales producían en su cuerpo, le recetaron anticonceptivos. Los tomó durante un año pero cuando descubrió los efectos que producían en su cuerpo, decidió dejar de tomarlos.

Cuando dejar crecer tu vello puede generar violencia a tu alrededor

Muy poco a poco, Frida se fue adentrando en el mundo de la no depilación. Primero se atrevió con las axilas. «En esos días no me sujetaba de las barras altas del transporte público para que no se me viera demasiado. Desde luego, tenía claro que el mundo iba a ponerse en mi contra. Aun así, comencé a comprender que no me depilaba por mí, sino por los demás, que estaba sufriendo por quien no se lo merecía». Más tarde, con el resto del cuerpo.

Gloria piensa que su caso es curioso. Pasó de estar muy acomplejada con los pelos a no quitarse prácticamente ninguno del cuerpo. Como Frida, comenzó con el de las axilas, porque depilarse era lo más parecido a una carnicería y, de forma paulatina, fue conociendo y participando del movimiento body positive. Gloria muestra sus pelos en las redes sociales y en la calle. Pero no siempre ha tenido buenas experiencias.

«También me he sentido en peligro varias veces. La gente se pone muy violenta si no eres lo que esperan que seas». El verano pasado, en un día muy soleado, Gloria iba caminando por la calle con un top que dejaba ver sus pelos de las axilas y los de debajo del ombligo. En el sopor del mediodía, en una calle muy transitada, un grupo de chicos comenzaron a seguirla mientras la insultaban. «¡Guarra!», «¡Fea!», «¡Zorra!». Gloria los ignoró hasta que comenzaron a tirarle cosas. Eran trozos de comida. Nadie hizo nada. «Les contesté y terminamos yendo en direcciones diferentes, pero lo pasé realmente mal».

A Frida, también, la han llamado guarra. «Mi familia hacía y aún hace comentarios negativos sobre mi decisión muy a menudo: “¿No te da vergüenza?”, “Contigo no salgo así a la calle”[...]», explica. «Esto es solo una muestra del apoyo que recibo».

Sobre los cánones de belleza: ¿depilarse es más sexi?

Un día cualquiera, Frida fue a visitar a una amiga a su ciudad. Ella le presentó a sus amigos. Mientras conversaban, uno de ellos le preguntó: «Pero, ¿tú consigues follar con alguien?». Frida respondió, señalando a sus piernas: «¿Ves esto?. Es un repelente para no acabar follando con gilipollas como tú y, la verdad, es que me funciona bastante bien».

Frida siempre ha sido cuidadosa a la hora de escoger a sus parejas sexuales.«[...] Me he asegurado de que la persona con la que voy a compartir un momento comunicacional de este tipo, tenga las suficientes neuronas como para pasar por encima de algo tan insignificante», cuenta.

Hace mucho tiempo que Mónica no se depila para gustar a su pareja. «Pero con catorce años el amor romántico y sumiso te tiene el cerebro totalmente frito. Yo lo único que quería era gustarle y que no me dejara por otra que estuviera más buena que yo y, por consiguiente, que estuviera rasurada como un bebé». El novio de Mónica nunca le dijo nada respecto a su pelo. Sin embargo, ella decidió que era mejor depilarse. «[...] Un día aparecí rasurada de cuello para abajo y me presenté en modo ultrasexi, tal cual llegué al mundo y él se puso tan cachondo y a tocarme tanto mis preciosos labios rasurados que creí a pies juntillas que eso era lo que le gustaba».

Después de este episodio, Mónica decidió incluir la depilación integral en su rutina. Esto comenzó a provocarle sudores, granos, pelos enquistados y hongos. Sobre todo hongos. «Y todo porque creía que así yo le gustaba más», apunta. Tras siete años de relación, decidió decirle a su novio lo cansada que estaba con la situación. «Acababa de entrar de lleno el feminismo en mi vida, me había independizado y estaba encontrándome a mí misma».

«Esta misma semana, un hombre me abordó para decirme que le encantaba, que las mujeres con vello eran su fetiche y que quería conocerme»

Algo curioso de la no-depilación es que puede despertar, en términos generales, dos reacciones que se colocan en extremos opuestos: el odio y el fetichismo. Gloria, la misma chica que tuvo miedo de un grupo de chicos que le tiraba comida porque repudiaban sus pelos, también ha sentido temor por aquellos que los aman. «Esta misma semana, un hombre me abordó para decirme que le encantaba, que las mujeres con vello eran su fetiche y que quería conocerme. Cuando le dije que no estaba interesada, me hizo notar lo cachondo que le había puesto. Esto pasó muy cerca de donde trabajo. Cuando salí, todavía estaba allí». Ahora dice que tiene miedo de volver a encontrarlo.

En redes sociales Gloria, vive entre el halago de aquellos que premian su belleza natural y aquellos que la insultan sin reparo.

Si eres trans y no te depilas, no tienes credibilidad

Sol también ha experimentado la fetichización de sus pelos pero su experiencia es distinta. «En el sexo, normalmente, gustan, no tengo muy claro por qué. Ya sabes que los cuerpos trans estamos especialmente fetichizados y mitificados», explica. Sol piensa que reconciliarse con su vello corporal es revolucionario y ha dejado de depilar algunas partes de su cuerpo, aunque en otras, como en la cara, ha decidido realizarse la depilación láser.

Dice que es un proceso complicado porque se encuentra con obstáculos, insultos y burlas de forma continua. «[...] Cuando una mujer trans o persona trans femenina se deja vello en las axilas, como podría hacerlo cualquiera por ser algo naturalmente reivindicativo, se le preguntará: “¿Pero tú no querías ser una mujer?”».

Sol tiene cuidado con mostrar sus pelos en público. Como depilarse es un trabajo costoso, en muchas ocasiones en las que no quiere que se vea su vello con una minifalda, usa dos medias color carne muy tupidas y, así, no se nota que no lo ha hecho. «Ese vello, que es el mismo folículo, en un cuerpo de mujer cis la hace ser o una mujer empoderada o una guarra. En el cuerpo de una trans, la catapulta a la categoría de hombre. Es absurdo y aberrante. Si una persona transgénero o transexual no cumple estrictamente con las normas y cánones que se establecen propias de su rol de género, la sociedad entera pone en tela de juicio la veracidad de su identidad».

Depilarse o no hacerlo es una decisión personal, pero no invariable.

«No estoy, ni he estado nunca, en contra de la depilación. ¡Estoy en contra de las imposiciones y a favor del derecho a elegir!»

«Muchos creyeron que sería solo durante una época, que me había entrado el rejo punk y que, en algún momento, recapacitaría y entraría de nuevo en el redil de la tortura [...]». En muchas ocasiones, Frida se depilaba, porque le apetecía o por mero aburrimiento, empleando métodos que no implicaban dolor. Entonces, comenzaban las críticas y los juicios. «¿Pero tú no eras la que había dicho no a la depilación?» o «Qué hipócrita, no cumples tus convicciones», eran algunos de los comentarios. Ella siempre respondía: «No estoy, ni he estado nunca, en contra de la depilación. ¡Estoy en contra de las imposiciones y a favor del derecho a elegir!».