De aeropuertos y consultas: sin miedo a la democracia

    Opinión: Es difícil no pensar que esta consulta popular es una solución sacada de la manga, ante un escenario por demás complicado: la elección entre dos malas opciones, Santa Lucía y Texcoco.

    Festejo la politización que se vive en estos momentos en la vida del país. Entre tanto anuncio de políticas del gobierno que está por entrar, las discusiones se multiplican y, al menos yo, no recuerdo la última vez que vi a tantas personas discutir sobre lo público y la política en general. De todas ellas, la discusión que más he disfrutado es la del NAIM y la consulta popular, en gran medida debo confesar, porque evidencia al autoritario que muchos llevan dentro. Pero también porque este debate tiene en su centro la forma en la que entendemos la democracia.

    En varios países, decisiones fundamentales se han tomado consultando a las personas, las más comunes tienen que ver con asuntos plenamente políticos, como revocaciones de mandato, pero también hay sobre aspectos que podrían considerarse “plenamente técnicos” como el referéndum del 2011 en Islandia sobre si pagar o no la deuda, o el referéndum en 2013 en Bulgaria respecto a permitir la construcción de la planta nuclear. Sin embargo, aquí nos resistimos a que la ubicación del aeropuerto sea decidida consultando a las personas. ¿Por qué?

    Pareciera que cuando se habla de consulta popular, automáticamente todo mundo cree que se trata simplemente de poner a millones de personas a decidir sobre un tema del que entienden poco o nada (de hecho nuestros gobernantes, muchas veces deciden sin tener toda la información o expertise, pero ése es otro tema). En efecto, esto es una posibilidad, pero no tiene por qué ser así. Si se garantiza un proceso que incluya una amplia discusión, acompañado de una gran campaña de información sobre los distintos puntos de vista, con conocimiento claro por parte de las personas sobre cuáles son las opciones que están en juego, se generan mesas de discusión entre expertos que emitan opiniones confiables y se reconocen la situación de las poblaciones que serán más afectadas por las decisiones, es posible plantear procesos participativos exitosos.

    Una consulta popular es uno de varios mecanismos de democracia directa que existen y, como todo mecanismo, su éxito o fracaso radica en cómo está diseñado. Lo mismo puede servir para la profundización de la democracia o para la manipulación, es decir, para legitimar decisiones tomadas a priori en otros espacios, en lo oscurito.

    Esto último me parece que es lo más preocupante de la consulta sobre el NAIM, no el hecho de la consulta misma. Es difícil no pensar que esta consulta popular es una solución sacada de la manga, ante un escenario por demás complicado: la elección entre dos malas opciones, Santa Lucía y Texcoco. Hoy poco se puede opinar sobre el proceso de la famosa consulta, pues nada conocemos sobre el mismo. ¿A quiénes se consultará? ¿Será vinculante incluso aunque no tiene un marco legal para que pueda ser ejecutada? ¿Qué tanto será acompañada por una campaña de información?

    Independientemente de lo que suceda con la consulta, no debemos obviar el desastre que ha sido el NAIM desde su concepción, un proyecto con años de retraso y escalada de costos que no se ve cuándo van a dejar de ocurrir y que, por todos lados, ha sido denunciado como un desastre ecológico; sobre esto último recomiendo leer a Luis Zambrano y a Teresa de Miguel y Héctor Guerrero. Estamos en esta situación, en gran medida, por las decisiones de un gobierno que hizo oídos sordos a quienes señalaron por años, con argumentos, artículos y a gritos, los peligros de iniciar dicho proyecto: expertos, habitantes de atenco, activistas ambientales, etc. Es curioso, pero de haber contado con mecanismos de planeación participativa desde el inicio, probablemente no estaríamos hoy discutiendo una consulta… participativa.

    Y con todo, quedan muchas decisiones (¿o futuras consultas?) por tomar ¿qué será del terreno del Aeropuerto Benito Juárez en caso de que se apruebe el NAIM? ¿se convertirá en un gran centro comercial o en un espacio público con un lago? y en caso de que no ¿cómo se gestionarán las consecuencias? ¿se construirá el tren en la península de Yucatán?. En todos los casos, hay que contemplar a la sociedad, pero eso ya le tocará al nuevo gobierno. Y quienes pregonan la cuarta transformación demostrarán si ésa nos involucra a las personas o el régimen cambiará para seguir igual.


    Pd. Fui a la Cineteca a ver el documental “Chavela Vargas”. No tiene pierde, si tienen una tarde, vayan a verlo, es un recorrido por la vida de la cantante y también un pedazo de historia de México y buena música.