A un año del sismo, los diputados de la CDMX se fueron sin arreglar nada

    Opinión: Yo sueño con que esta ciudad sea ejemplo en libertad, justicia e igualdad para sus habitantes. Seamos todos, los políticos ambiciosos que esta ciudad necesita.

    Los últimos años de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México fueron sus peores años. Lejos quedaron los tiempos de innovación y avance en derechos, como fue la primera Ley de Participación Ciudadana, o el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. Los debates entre el PAN y el PRD, entre la derecha y la izquierda, con el tiempo fueron siendo cada vez más superficiales, más de show que realidad. Y es que ¿para qué pelearse de verdad? mejor gobernar juntos y cubrirse las espaldas. Total, en la práctica, sus gobiernos delegacionales no eran tan distintos.

    Las diferencias ideológicas se fueron difuminando tanto que los partidos que otrora ocupaban polos opuestos en el espacio político terminaron hermanándose; y al final, caminaron de la mano directo al fracaso electoral.

    Esta complicidad fue todavía más evidente desde el 2015, cuando personajes como Luna, Romero y Toledo despacharon como auténticos compañeros de partido en el recinto de Donceles. Fue en esa legislatura, la última de la Asamblea Legislativa, que casi a manera de broma, la Asamblea adoptó el compromiso de ser un parlamento abierto.

    Que yo sepa, el compromiso sirvió para membretar todas las tarjetas de presentación de los diputados y diputadas, pero nada más. O cómo se explican los inexistentes foros para discutir con sociedad civil la Ley Electoral de la Ciudad de México; o la tan común práctica, violatoria del reglamento de la propia ALDF, de votar dictámenes “madrugadores” que no cumplían con los tiempos para poder ser discutidos; o los cientos de aviadores que cobraban en la ALDF sin presentarse un solo día a trabajar, pero a quienes sus jefes protegían.

    La ALDF se despidió, no solo manchada por prácticas opacas y dinámicas de compadrazgo propias de quienes se sienten dueños de los habitantes a la que deberían representar. Sino también, manchada por no haber sido capaces de cumplir siquiera con las tareas mínimas para que la ciudad pudiera sanar después del 19 de septiembre.

    Hoy, a un año del sismo, la Ley de reconstrucción no ha sido un instrumento que ayude a las familias afectadas, quienes están inmersas en procesos confusos y burocráticos; al mismo tiempo, los recursos de la reconstrucción han sido producto de polémica por su manejo discrecional y probablemente electorero, por lo cual han sido señalados Luna, Romero y Toledo. Hoy, a un año del sismo, no hay responsables por la corrupción inmobiliaria responsable de la muerte de personas, y coincidentemente, la ALDF se va sin dejar completamente integrado el sistema local anticorrupción, el cual investiga y sanciona la… corrupción.

    El lunes pasado entró en vigor la Constitución de la Ciudad de México y con ella inicia funciones el nuevo Congreso de la Ciudad. No nos hagamos ilusiones, las viejas prácticas tardan en irse y hay viejos rostros conocidos en el recién estrenado congreso. Pero bueno, realmente deseo que en este Congreso tengamos políticos más ambiciosos, no de los que ambicionan el dinero, que esos son politiquillos y ya nos hicieron mucho daño; sino de los que ambicionan lograr cambios que pasen a la historia. Porque esta ciudad no está para menos. Acúsenme de chilangocentrista -lo cual sería gracioso habiendo nacido en la costa- pero yo sueño con que esta ciudad sea ejemplo en el país en libertad, justicia e igualdad para sus habitantes.

    Lo que es un hecho es que los derechos ganados en la nueva constitución no se van a defender solos y falta mucho para que sean una realidad para la mayoría de las personas que aquí habitan. Muy mal haríamos en quedarnos callados y delegar al nuevo congreso y a sus integrantes, las decisiones tan importantes para nuestro futuro. Seamos todos, los políticos ambiciosos que esta ciudad necesita.