¿Por qué nos hemos acostumbrado a los cortes de agua?

    Los cortes al suministro de agua se han vuelto una costumbre en la CDMX y en más ciudades del país. Las crisis de escasez se han intentado resolver con mega obras

    El día de ayer, como ya es costumbre, la CONAGUA anunció que habrían recortes de agua para el Estado de México y la CDMX en octubre por obras de reparación del sistema Cutzamala. Una de las obras de infraestructura hídrica más grandes del mundo. Este tipo de obras han sido el principal enfoque para intentar paliar los problemas de escasez en las ciudades del país. Sin embargo, solo logran postergar la crisis hídrica que las mismas enfrentan. Además, son excesivamente costosas, con sobrecostos de hasta el 70%, como señala este artículo de Animal Político publicado el día de ayer.

    Los grandes proyectos de infraestructura visten muy bien. Permiten a presidentes y gobernadores tener resultados concretos que mostrar a los votantes. Ante lo inasible que resultan las políticas públicas e informes de gobierno, o lo abstracto de los números, los puentes están ahí, se pueden ver y tocar. Una segundo piso en periférico, un tren, o una presa, no son cosas que se tengan que explicar, sus dimensiones hablan por sí mismas. Otra cosa es si la mejor opción era construirlas o no –la verdad, casi nunca es así- pero eso no importa, lo que importa es que ahí están y que la gente vea resultados. Y además, de paso son un gran negocio para las que las licitaciones amañadas, la corrupción y los sobre costos están a la orden del día.

    Así hemos visto pasar uno tras otro a gobiernos que quieren contar sus éxitos con la cantidad de grandes obras que construyeron. Después del desastre que fue la guerra contra el narco, Calderón intentó fallidamente, que recordáramos el suyo como el “sexenio de la infraestructura”: 40 mil kilómetros de carreteras, “el puente colgante más alto del mundo”, el túnel emisor oriente, etc. Peña Nieto, quien durante campaña prometió impulsar mayor inversión en obra pública, no pudo hacerlo ante la caída de los precios del petróleo y los recortes, sin embargo, ha intentado aferrarse del tren México-Toluca, que para colmo no podrá inaugurar.

    Este sexenio no parece ser la excepción, AMLO ha basado la comunicación de su plan de gobierno en proyectos, tal como gobernó la Ciudad de México. El lenguaje de las políticas públicas poco juego tendrá en la narrativa del nuevo sexenio. Entre estos proyectos están el Tren Maya, los 300 caminos rurales, distintas obras en el Itsmo de Tehuantepec, además de la continuación de obras retrasadas y con sobre costos como el NAIM (dependiendo del resultado de la consulta) o el Túnel Emisor Oriente, con más de una década sin concluirse.

    Independientemente de la pertinencia de cada una de estas magna obras, y las miles que me faltaron mencionar construidas en los estados. La realidad es que este tipo de construcciones suelen convertirse en banderas de gobiernos locales y federales, sin que necesariamente sean la opción más conveniente para el problema que buscaban resolver. ¿O cuándo un segundo piso o un paso a desnivel han solucionado el tráfico después de un par de meses de haber sido inaugurados?

    Esta obsesión con las mega obras es particularmente grave cuando hablamos del manejo de agua en las zonas urbanas del país. A grandes rasgos, las ciudades tienen tres retos respecto al manejo del agua: 1) garantizar que haya agua suficiente para su uso, 2) contar con la capacidad para gestionar las aguas grises y negras y 3) no inundarse.

    Esta obsesión por el concreto, la cerrazón, los malos diseños institucionales de los organismos encargados de la gestión del agua y la falta de planes de manejo de cuencas, han llevado a que por años se piense que para resolver las crisis de abasto de agua, las únicas soluciones son este tipo de construcciones, muchas veces con grandes costos sociales y medioambientales asociados a ellas.

    Zonas metropolitanas como Guadalajara y la Ciudad de México enfrentan desde hace años crisis de abastecimiento de agua. Irónicamente, año con año, ambas ciudades sufren cada vez más problemas de inundaciones, generando muchos gastos y afectaciones. Para solucionar los problemas de abastecimiento, en ambos casos se ha recurrido a las mismas soluciones: 1) sobre explotar los mantos acuíferos y 2) invertir miles de millones de pesos en sistemas para traer agua de otras regiones lejanas. Mientras que para disminuir inundaciones en el caso de la CDMX se han construido los túneles emisores, el más famoso, el túnel emisor oriente que ya ha duplicado su costo inicial, alcanzando un total de casi 40 mil millones de pesos. Dinero suficiente para construir más de un millón de sistemas de captación de agua de lluvia en la Ciudad, los cuales servirían, no solo para prevenir inundaciones, sino para abastecer de agua a una cantidad equivalente de hogares.

    Hoy, pobladores de Temacapulín, Acasico y Palmarejo en los Altos de Jalisco se manifiestan contra la construcción de la presa El Zapotillo, pues de construirse, implicaría que estas comunidades desaparecieran inundadas. El Zapotillo busca abastecer de agua a la Zona Metropolitana de Guadalajara, así como a León y la zona industrial. El costo total de esta obra será poco más de 27 mil millones de pesos, casi tres veces más que el costo inicial estimado.

    Lo peor es que estas construcciones no son una solución, sino simplemente son parches que retrasan algunos años más, crisis mayores. Desde su inauguración, a mediados del siglo pasado, el sistema Cutzamala que trae agua a la Ciudad de México desde Michoacán y el Estado de México, ha tenido tres etapas de ampliación y es hoy en día uno de los sistemas hídricos más grandes y costosos del mundo (consume diariamente la energía que consume la ciudad de Puebla). Sin embargo, no ha logrado evitar la sobre explotación de la cuenca del valle de México, ni garantizar el abasto a la población, pero sí ha quitado agua de otros estados y nos ha costado mucho.

    La CDMX y Guadalajara son dos casos de varias ciudades en el país que enfrentan realidades similares. Una especie de relación esquizofrénica con el agua, por una parte llueve mucho, tanto que las ciudades se inundad y al mismo tiempo hay gente que no tiene acceso diario al agua.


    Aún estamos a tiempo de evitar una crisis mayor, para ello es necesario que nuestras autoridades dejen de ver el problema del agua como un tema que se reduce a fugas, tubos y cemento. Otras ciudades en el mundo como Berlín, Bremen, Hamburgo, Tokio, varias en Australia, Bangalore y Chennai en India han tomado medidas alternativas, económicas y sustentables para la gestión del agua. Y no es que no impliquen proyectos de infraestructura. Por ejemplo, en Berlín se han construido varias plantas de tratamiento de agua con tecnología de punta, pero también se ha optado por no traer agua de lugares a cientos de Km de distancia como en México y de complementar estas obras, detonado una cultura de captación de agua de lluvia en los hogares de los berlineses, la cual se puede aprovechar para su uso o consumo, o para infiltrarla al subsuelo, y así ayudar a recargar los mantos acuíferos. Esto lo han hecho a través de subsidios y exenciones de impuestos. Garantizando así el abasto, reduciendo las inundaciones y sin explotar el subsuelo.

    En Australia, país con graves problemas de escasez, ha invertido en campañas educativas y concientización para el ahorro del agua, acompañado de promover, también, la captación de agua de lluvia. Más recientemente, Bangalore y Chennai han hecho obligatorio a todas las viviendas de más de 60m2 la construcción de sistemas de captación de agua de lluvia para su infiltración, esto ha ayudado a recargar los mantos.





















































    Alternativas hay, es cuestión de las personas exigirlas y y de nuestros gobernantes de estar a la altura de nuestros tiempos.