El jaque mate que duró 30 horas: historia de una detención arbitraria en México

    Un ajedrecista fue torturado por policías federales para involucrarlo en el secuestro de los sobrinos de un dirigente empresarial, documenta un informe de Amnistía Internacional.

    Enrique manejaba su automóvil por el rumbo del Estadio Azteca la noche del viernes 17 de mayo de 2013. El vehículo, un Pointer azul modelo 2004, fue rebasado por una camioneta blanca sin placas que le cerró el paso. Del vehículo descendieron dos hombres vestidos como civiles que comenzaron a dispararle.

    Al saberse en peligro, Enrique aceleró, chocó con la camioneta, pero continuó su huída por el sur de la ciudad. Después vio que no era una sino dos las camionetas blancas que lo perseguían. Ambos vehículos lo alcanzaron en un semáforo y le cerraron el paso de nuevo.

    Enrique no detuvo la marcha de su auto, pues le seguían disparando. Estaba a punto de ser arrestado ilegalmente.

    Las detenciones arbitrarias son comunes en México y son realizadas por policías por diferentes motivos como la extorsión, la represión política o la "siembra" de evidencia.

    Este jueves, Amnistía Internacional presentó un informe dentro del cual se encuentra la historia de Enrique Guerrero Aviña, un jugador de ajedrez que ha denunciado que fue puesto en jaque por sus torturadores durante más de treinta horas después de ser aprehendido ilegalmente.

    Aquel viernes 17 de mayo de 2013, la persecución se llevaba a cabo alrededor de las 22:45 horas. Las dos camionetas blancas eran tripuladas por diez hombres, ocho portaban uniforme de la Policía Federal y algunos de ellos traían pasamontañas.

    Las ráfagas contra el auto de Enrique no se detenían y lo obligaron a bajar del auto y continuar a pie su escape.

    –¡Párate, cabrón, párate! Gritaron los hombres armados.

    En su huida, Enrique vio una grúa oficial y pidió que reportara a la policía capitalina que le venían disparando, luego fue alcanzado por una de las camionetas blancas y los hombres intentaron subirlo a ésta.

    –¿De qué se trata? ¿Por qué me quieren subir?

    –Súbete, cabrón.

    Enrique se resistió y comenzó a ser estrangulado por uno de los hombres armados. Tirado en el suelo, se asió del pantalón de uno de sus perseguidores para que no puedan cargarlo.

    –Ya súbelo, que no puedo. Dijo uno de ellos, antes de que la policía de la Ciudad de México llegara al lugar de los hechos.

    Al llegar la policía capitalina, Enrique aceptó subirse a una patrulla de ésta, con la condición de no ser llevado en alguna de las camionetas blancas. Desde ahí, envió dos mensajes de texto a su madre.

    Eran ya las 23:41 horas.

    Los policías no estuvieron contentos con que Enrique se comunicara y le quitaron el celular. Instantes después le dijeron: “súbete a la camioneta blanca”.

    Hasta ese momento, nadie le mostró a Enrique una orden de aprehensión ni le dijo de qué delito se le acusaba. No obstante, eso no impidió que uno de los tripulantes de las camionetas blancas lo bajara con violencia de la patrulla y lo subiera a su vehículo.

    Enrique fue llevado en la camioneta a un salón grande, vacío, sin eco.

    Una vez ahí, fue torturado a bordo del vehículo: le vendaron los ojos, le golpearon los oídos con las palmas de las manos, le dieron rodillazos en las costillas y lo abofetearon.

    –¿No que muy bravo? ¿No que muy valiente? Le vas a bajar de huevos. ¿Quién es este? Dijo el torturador a Enrique.

    –Un amigo.

    –No, tú estás mintiendo, ¿quiénes de estos participan?

    –¿En qué?

    –Tù sabes de qué estamos hablando, no te hagas pendejo, no te hagas güey.

    Enrique, indefenso, aseguró que es maestro de ajedrez, pero sólo recibió burlas.

    –A ver, ¿cuándo fuiste a Guerrero?

    –Pues no conozco a nadie en Guerrero.

    Los golpes continuaron.

    –¿A quiénes conoces de los grupos anarquistas?

    –No, no conozco a nadie.

    –¿Sabes sus casas? ¿Sabes dónde están? Si tú me das una casa, yo te ayudo, te puedes ir, pero necesito que me des una dirección.

    –No sé nada de eso.

    –¿Tienen armas?

    –Pues no sé de qué me hablan.

    –Tú sabes que tienen armas, dime, te puedo ayudar.

    El pointer azul de Enrique estaba en ese salón, lo supo porque su celular comenzó a sonar. Del automóvil, los hombres sacaron un libro de Fidel Castro.

    Aquel salón vacío y sin eco fue identificado por Enrique como un inmueble de la Subsecretaría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO).

    Este testimonio quedó asentado en la declaración que hizo Enrique Guerrero Aviña al Colectivo contra la Tortura y la Impunidad A.C. que le practicó un estudio en el que determinó que fue torturado por elementos de las agencias de seguridad del Gobierno federal.

    Pero la versión que dieron los policías acerca de esta detención es completamente distinta.

    Un arreglo extraordinario

    Enrique Guerrero Aviña es un profesor de ajedrez y es egresado de la Facultad de Filosofía de la UNAM. El viernes 17 de mayo fue detenido como parte de una investigación en la que presuntamente se le vincula con el secuestro de los sobrinos del líder empresarial Gerardo Gutiérrez Candiani.

    BuzzFeed News México tuvo acceso al expediente judicial del caso y corroboró que al momento de ser presentado a las autoridades tras su detención, dos policías federales dieron una versión totalmente diferente a la de Enrique.

    El 18 de mayo de 2013, un día después de que Enrique aseguró ser detenido, dos agentes de la Policía Federal dijeron que montaron un operativo de vigilancia afuera de su casa el 17 de mayo de 2013 a las 19:30 horas para aprehenderlo por ser el supuesto portador de un teléfono celular al que una llamada anónima vinculó con el secuestro de los niños.

    Según lo declarado ante la SEIDO, los dos federales vieron salir a Enrique de su casa y abordar su pointer azul a las 22:00 horas. De acuerdo con esta versión, los agentes comenzaron a seguir el automóvil por las calles de Santa Úrsula, al sur de la capital.

    Los policías dijeron que Enrique chocó contra la banqueta al darse cuenta de que lo seguían, descompuso su carro, detuvo su marcha y dijo llamarse de otra manera al momento de informarle que tenía una orden de arresto.

    “Actúa de manera muy exaltada, reclamándonos que por nuestra culpa descompuso su vehículo y que no nos iba a acompañar, y que, al contrario, exige que nosotros le paguemos”, aseguraron los dos alfiles de la Secretaría de Gobernación.

    Los dos agentes firmaron un oficio en el que afirmaron que Enrique accedió a ir con ellos de manera voluntaria “únicamente con la condición de que fuera mañana” –es decir, el 18 de mayo de 2013–. Los dos policías dijeron también que el ajedrecista les firmó un acuerdo para presentarse por su propio pie en las oficinas de la SEIDO a las 10:30 horas.

    Asimismo, los policías Edgar Jesús Donantes Peralta y Javier Hernández Guillén declararon que Enrique fue detenido al llegar a las calles aledañas a la SEIDO por supuesto delito de falsificación de documentos y que después se le llevó caminando a las instalaciones de dicha dependencia a las 11:10.

    Esta versión sostiene que todo el proceso de detención de Enrique fue llevado a cabo por la buena voluntad que mostró para acudir a las instalaciones de la SEIDO; no obstante, el joven fue presentado con lesiones ante el médico de la Procuraduría: fue herido en la cara, el tórax, en las manos y en el codo.

    Junto con Enrique, fueron presentadas otras ocho personas que también tuvieron lesiones parecidas.

    Lénica Morales, pareja del ajedrecista, se pregunta: “¿Por qué tiene golpes si se presentó voluntariamente?”.

    Enrique fue recluido en el penal de Puente Grande, Jalisco, a donde el Comité contra la Tortura y la Impunidad envió un documento en el que certifica que el joven fue sometido a golpes, humillaciones, amenazas de hacerle daño a su familia, de nuevas torturas y de violación; insultos, posiciones forzadas, privación de los sentidos, de alimento y de baño; tortura sexual, asfixia, simulacro de ejecución y amenazas de ataques con perros.

    Grupos vulnerables, en peligro de detenciones arbitrarias: Amnistía

    El informe de Amnistía Internacional establece que una detención arbitraria sucede cuando no está basada en una ley, no se da un juicio justo o cuando se realiza porque la persona estaba exigiendo sus derechos humanos.

    Muchas veces, estos arrestos ilegales son el antecedente para una serie de violaciones a derechos humanos como la tortura o la desaparición forzada. Al momento de ser detenido, cualquier ciudadano tiene el derecho de ser informado claramente por qué se le arresta, de saber qué garantías tiene, de contar con un abogado y de poderse comunicar con alguien de confianza.

    Por otra parte, el informe sostiene que son más vulnerables a las detenciones arbitrarias las personas pobres, migrantes o de lugares con alta marginación, ya que parecen "sospechosos".

    La policía está obligada a presentar un informe ante las autoridades sobre las condiciones de la detención, pero Amnistía Internacional documentó que estos reportes contienen falsedades, errores y muchas veces no son redactados por los agentes, sino por terceras personas.

    Por irregularidades como las mencionadas anteriormente, el caso de Enrique Guerrero Aviña ha sido retomado por la ONU y por integrantes del Parlamento Europeo, quienes han pedido que se investigue el caso.

    Actualmente, Enrique padece secuelas por las torturas que sucedieron después de su detención arbitraria: no duerme bien, sentimientos de culpa, tristeza y llanto frecuente.

    Asimismo, padece de pensamientos recurrentes al interior de la prisión de Puente Grande que le hacen recordar los momentos en que fue perseguido y los actos de asfixia que le provocaron los agentes de la Policía Federal.

    Uno de esos policías le dijo: “yo tenía un amigo que jugaba mucho ajedrez, pero eso no deja nada bueno".

    Hasta el momento, no se ha logrado acreditar la culpabilidad del ajedrecista en el secuestro de los menores y, por ello, tampoco ha recibido sentencia. Su familia tiene puestas las esperanzas en un amparo para que recupere su libertad.