Esta es la historia del joven que sobrevivió al derrumbe de un edificio de nueve pisos en la Condesa

    Tras quedar atrapado en el edificio de Ámsterdam y Laredo, Sergio Castillo asegura que los cuerpos de su madre y tío le salvaron la vida.

    La mañana del pasado19 de septiembre, Sergio Iván Ruíz Castillo volvió al departamento en el que vivía en Ámsterdam 107, en la colonia Condesa, después de unas vacaciones en San Miguel Regla, Hidalgo. Se fue a descansar a su cuarto y a las 13:14 horas estaba dormido, pero lo despertaron los gritos de su mamá que le avisaban que estaba temblando.

    Su madre, de 64 años y con problemas de artritis, se paró por debajo del marco de la puerta de su recámara pero lo violento del terremoto le provocó un ataque de nervios. Sergio intentó calmarla con un abrazo pero el edificio se les vino encima. Su tío también vivía con ellos.

    Estaban en el tercer piso de nueve. El derrumbe causó la muerte instantánea de la madre y el tío de Sergio. Él, un fotógrafo freelance para productoras y revistas de moda, quedó agarrado a la mano de su madre muerta debajo de los escombros.

    “Decidimos no bajar las escaleras por cualquier accidente que pudiera pasar, estábamos en el tercer piso de nueve. Fueron seis pisos encima de nosotros. Yo me encontré atrapado simplemente agarrado a la mano de mi madre en un espacio mucho muy pequeño. Las horas no pasaban, era completa oscuridad y silencio", contó a BuzzFeed News México.

    Sergio halló una manera de tranquilizarse: pensaba en los paisajes que días antes había visto en San Miguel Regla: "Me concentré en mi respiración, mis latidos y en conservar oxígeno. Traté de sobrevivir".

    Sergio estuvo consciente desde que el sismo lo despertó hasta que lo rescataron. Cuando oía que los trabajos de rescate se acercaban a él, gritaba "¡auxilio!, ¡ayuda!", cuenta con lágrimas en los ojos.

    Después del derrumbe, lo que primero que escuchó fue al personal del Ejército preguntando si había sobrevivientes. Les gritaba pero al mismo tiempo trataba de conservar aire, porque sentía que con cada grito se acababa su vida.

    Los militares le cuestionaron si estaba bien, si había más personas con él y su nombre, escuchaba que quitaban escombros pero se retiraban después de un tiempo. También percibió que los perros ladraban cerca de él y eso hacía que removieran más escombros.

    “Es un milagro que esté aquí. Yo siento que los cuerpos de mi madre y de mi tío fueron los que, de verdad, ayudaron a que yo pudiera sobrevivir, porque sus posiciones fueron perfectas. Le doy muchas gracias a Dios por eso, porque (sus cuerpos) no permitieron que se sellaran las placas completamente y se acabara el oxígeno. El brazo de mi tío protegió mi cabeza de más daños a pesar de que tengo una abertura fuerte, no está fracturada”, contó desde el hospital.

    Dos semanas después del terremoto que provocó la muerte de 228 personas en la Ciudad de México, el fotógrafo se recupera en el Sanatorio Durango de la colonia Roma. Ingresó con un pulmón colapsado, a punto de perder una pierna y con múltiples heridas musculares. Gran parte de su cuerpo está lacerado y vendado. Apenas el 23 de septiembre pasó su cumpleaños 31 en recuperación.

    Sergio no tiene claro cuánto tiempo pasó bajo los escombros de lo que solía ser el departamento de su madre. Los médicos aseguran que ingresó el 20 de septiembre al hospital. Él asume que fueron más de 24 horas y que cuando salió era de día.

    Memorizó los nombres de una gran parte del equipo de militares, marinos, paramédicos, médicos y Topos que lo ayudaron a salir vivo en una camilla naranja. Recuerda a Ramiro, Erick, al Teniente Coronel y a la doctora Alejandra, quien le dio los primeros auxilios. También tiene presente que absolutamente todos los voluntarios que ayudaron a rescatarlo y a las personas que aplaudieron mientras lo sacaban del derrumbe.

    “(Los rescatistas) me preguntaban mi ubicación, si me encontraba en las escaleras, el elevador o lo que era la recámara o la sala. Yo siempre traté de contestarles que en la sala. Querían saber que a cuántos metros de la recámara principal y así creo que fue como dieron con mi ubicación", recuerda.

    Cuando se hizo el primer agujero de luz, pudo respirar aire fresco. Se sintió aliviado, pero entonces corrieron sus demás miedos: "Mi mano derecha la tenía atrapada entre dos placas. Ya me había hecho a la idea de que, si me rescataban, iba a estar sin un miembro de mi cuerpo. Afortunadamente los doctores tienen una valoración positiva, ahora ya sólo depende de mi esfuerzo”.

    Un biómedico de Nueva York que estaba hospedado en la Condesa durante el sismo, le ayudó a sobrevivir. Este hombre se ha vuelto en la persona más especial en la vida de Sergio, pues fue quien consiguió un micrófono y unos audífonos para poder comunicarse con él.

    “Sin él, yo me hubiera dormido en ese momento y mi vida hubiera acabado. Él fue quien estuvo platicando conmigo. Trató de que no me durmiera por todos los medios. Me rescató junto con más personal que trabajó día y noche con palas y martillos", recuerda.

    Su rescate también implicó dolor, pues vio como retiraban los cadáveres de su tío y su madre.

    Los pronósticos médicos para Sergio son optimistas. Él habla de que en seis meses pueda volver a caminar y retomar su carrera como fotógrafo. Gradualmente recobra la movilidad en el torso y las extremidades. Sin embargo, su recuperación no ha sido fácil, ha padecido severas consecuencias psicológicas, le cuesta trabajo dormir e, incluso, confiesa que lo tuvieron que amarrar a la cama por los ataques que ha tenido.

    “No me considero una persona muy fuerte, pero creo que el personal del hospital, mi familia y mis amigos me han dado las energías para afrontar esto. Porque unos simples ruidos hacen que reviva todo, ponerme mal y revertir todo lo que había avanzado, otra vez verme en el terremoto en ese agujero. Las enfermeras me han apoyado muchísimo”, dice.

    El hecho de que Sergio sea un creador freelance significa que no tiene servicio médico ni respaldo económico, de hecho, acababa de pedir un préstamo bancario para comprar cámaras, lentes y flashes.

    Afortunadamente, sostiene, el hospital no le va a cobrar por el tratamiento recibido. Pero lamenta que su equipo de trabajo junto a gran parte de su archivo fotográfico desapareciera y asegura que está abierto a donativos para rehacer su vida y ofertas de trabajo a través de su cuenta de Instagram: @thathipstershot.

    “Al menos mi madre pudo ver mi trabajo. Me hubiera gustado hacerle unas impresiones para que las colgara en el departamento y que viera lo que ella me había permitido hacer al dejarme quedar en su casa, comer de su comida, ¿sabes? Ella subsanaba los gastos que yo no podía”.

    Sergio se quiebra en llanto y observa a su hermano, quien durante la entrevista lo cuida en el sillón del cuarto, él es arquitecto y vive fuera de México.

    El edificio de Amsterdam 107, asegura el fotógrafo, jamás había tenido problemas estructurales. No recuerda el nombre del arquitecto que lo diseñó pero se acuerda que su madre lo presumía con mucho orgullo. El inmueble había resistido todos los temblores, hasta el del 85.

    Sergio concluye: “Mi hermano y yo perdimos todo, nuestro hogar y a nuestra madre”.