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    El atractivo de quedar para hacerse pajas

    Salí en busca de otros hombres que consideran la masturbación mutua una experiencia sexual importante en sí misma.

    En un insulso edificio de la calle West 26 de Nueva York está Paddles, “tu club de S&M amable”. Es un after que se describe como “un lugar de juegos para gente sensata a la que le gustan los látigos, los azotes, el bondage, la dominación, la sumisión, el fetichismo de pies, travestirse y cualquier otro fetiche” donde una vez al mes, casi más cerca de la happy hour que del cierre, el fetiche de moda es la masturbación mutua.

    El evento lo prepara New York Jacks, un grupo que organiza reuniones de forma habitual para que hombres queden relativamente en público a hacer algo que casi cada hombre hace relativamente en privado.

    Asistí a mi primera reunión de New York Jacks con un amigo un martes hace algunas semanas. Después de coger una cerveza, establecernos en un rincón y esperar lo que se supone que es de recibo en Nueva York tras la hora de inicio oficial de la reunión, atravesamos una puerta abierta y bajamos unas escaleras de cemento, pendientes de cualquier señal que indicase que había algo en marcha. Nos cruzamos con hombres que venían en dirección contraria, sonrojados y con cara de secretismo, y abrimos una puerta que daba un pasillo corto con una taquilla donde un hombre joven completamente vestido preguntaba desganado “¿Vienes a lo de Jacks?”.

    Antes de llegar compartimos nuestros temores. ¿Qué hacemos si está vacío? ¿Y si nos encontramos a alguien que conocemos? A juzgar por las historias que nos habían contado algunos amigos, no es algo tan raro en otros eventos sexuales gay que hay en la ciudad, y el miedo es a ser expuesto de alguna forma –no solo físicamente, sino que en el caso del New York Jacks, como “bator”: alguien que busca la masturbación mutua como experiencia sexual discreta- pero como sucede con ser visto en Grindr o en el patio trasero de un bar gay en Brooklyn, la exposición sería mutua.

    Igual que ocurre en cualquier comunidad fetichista, el miedo a ser descubierto como participante de algo que se considera raro o pervertido hace que muchos, incluidos los bators, mantengan sus intereses en el armario. Si lo pensamos bien, la masturbación mutua es algo bastante soso –masturbarse es algo que casi todo el mundo ya hace, aunque a solas- pero la concepción popular que considera la masturbación como en cierta manera sexo fracasado, los círculos de trolls de internet solitarios, llevan a muchos de aquellos que practicarían encantados la masturbación mutua a no mostrar sus cartas sexuales.

    Para muchos hombres, yo incluido, la masturbación mutua no es solo el “No tengo mucha hambre, me comeré una ensalada” del sexo; sino que es una experiencia que buscamos como tal.

    Entre los hombres que se acuestan con hombres, la masturbación mutua se ve a menudo como algo que acompaña al sexo, más que como un acto sexual en sí mismo. En algunos casos, es la hoja de parra que usan los heterosexuales para taparse en sentido figurado (“No es sexo, solo tíos siendo tíos”); en otros se trata como un entrante. Más de un amigo me ha contado que ha practicado la masturbación mutua como apaño cuando al liarse con alguien la situación no estaba siendo muy satisfactoria, o sea, “Me fui a casa con él, pero estaba cansado, así que nos hicimos unas pajas”. Sin embargo, para muchos hombres, yo incluido, la masturbación no es el “No tengo mucha hambre, me comeré una ensalada” del sexo; sino que es una experiencia que buscamos como tal.

    Desde hace un año y medio tengo un ligue con el que quedo en la vida real para masturbarnos, un amigo gay que tiene una relación abierta al que conocía desde unos años antes de que sacásemos el tema de masturbarnos juntos. Quedamos cada equis meses –con menos frecuencia que en un club de lectura, pero más de lo que ves a tu amigo de la universidad que vive en Washington Heights- pasamos un rato juntos y nos masturbamos. Es amistoso de una manera en la que la mayoría del sexo casual no lo es, o lo es pocas veces: tiene un toque de intimidad platónica y cachonda. A veces nos fumamos un porro, otras vemos porno; después solemos ponernos al día sobre amigos, trabajos y otros planes. Es como salir a cenar con alguien. Con el tiempo nos hemos ido uniendo más, algo que es producto del sexo y a la vez no tiene nada que ver con él.

    En un intento de entender mejor el atractivo de la masturbación mutua y la comunidad que la busca, me puse en contacto con otros hombres para los que hacerse pajas juntos no es algo que acompaña al acto sexual, sino parte una vida sexual equilibrada. Todos ellos salieron de entre mis amigos, en redes sociales y en lugares de internet que aún no había consultado: Kik, una aplicación de mensajes de texto, y BateWorld, una red social global de masturbadores que funciona como un híbrido entre Grindr y Facebook, con toda la chispa HTML del clásico MySpace. Hablé con tíos que asociaban su atracción por esta práctica con algunos de sus primeros recuerdos de deseo queer; hombres que comenzaron a buscar rollos con los que hacerse pajas para poder liarse con tíos “hetero”; hombres que sencillamente lo consideran una alternativa más segura y simple que otros tipos de sexo. Visitar estos espacios me los abrió personalmente de una manera que nunca había pensado que necesitaba.

    La reunión en el New York Jacks no fue mi primera experiencia sexual de grupo en público. Cuando vivía en Berlín, iba a menudo a Der Boiler, una sauna masculina que funciona como casa de baños moderna donde el sexo entre clientes se anuncia explícitamente, en lugar de considerarse algo implícito. Sin embargo, la especificidad del Jacks –las normas prohíben “la inserción del nada de nadie en ningún sitio” y aclaran “nada de juegos anales, nada de mamadas, nada de follar- sugiere que se trata más de una comunidad fetichista que una comunidad de entusiastas de las orgías. Nunca había considerado la posibilidad de que mis gustos sexuales pudieran coincidir con los de otros hasta un nivel tan colectivo.

    La entrada al New York Jacks cuesta 25 dólares (20 para miembros previo pago de la cuota anual de 30 dólares) y no incluye las propinas por ropero (aunque se recomiendan). Este dinero se destina a pagar el local y otros gastos organizativos y en cada reunión las propinas se dividen entre los voluntarios. Sin querer comprometerme demasiado, pagué la entrada sencilla y decidí considerar el invertir en mi futuro masturbatorio.

    Al otro lado de la última puerta, un hombre mayor con un suspensorio y zapatillas cortaba las entradas y nos preguntaba si era nuestra primera vez. Con una alegría y amabilidad propia de un orientador universitario recibiendo a novatos, nos iba mostrando el lugar.

    Nunca había considerado la posibilidad de que mis gustos sexuales pudieran coincidir con los de otros hasta un nivel tan colectivo.

    Paddles es un local largo y estrecho con una barra (aunque no se permite la venta ni consumo de alcohol en el NY Jacks; en su lugar ofrecen agua y zumos al lado de una pila de vasitos de plástico), identificado con un maravilloso neón rosa donde pone “Salón de látigos y lametones”. En un extremo de la sala principal, unas escaleras llevan a una entreplanta con unas pocas sillas y sofás de piel sintética; en el otro extremo, tras una pared de unos tres metros que lo separa de la zona principal de bar, se encuentra un espacio que conduce a una habitación pequeña con un columpio de cuero, que es donde acabé mientras buscaba el baño. No había música y los televisores que emitían porno gay estaban silenciados; solo se escuchaba la charleta constante del encargado con los que iban llegando y unos gemidos flojos en estéreo.

    Nos desnudamos en un banco cerca de la entrada, nos pusimos los zapatos de nuevo, buscamos las entradas que habíamos guardado en los calcetines por seguridad y nos metimos de lleno en la acción. Los zapatos son obligatorios en New York Jacks, pero no el desnudo integral; los participantes pueden quedarse en ropa interior si lo prefieren, aunque no vi a nadie que lo hiciese. Estar desnudo y con zapatos es un look un poco extraño, pero nos acostumbramos al poco rato y dejé de prestarle atención.

    Si lo comparamos con el resto de actividades que tienen lugar cada semana en el Paddles, lo que se hace en el New York Jacks es bastante light. La línea entre una preferencia sexual y el fetiche puede ser difícil de distinguir, pero se puede considerar que lo primero es eso, una preferencia, y el fetiche es un requisito necesario para obtener satisfacción sexual. La masturbación mutua se puede considerar una preferencia sexual por parte de los que la practican, pero para otros, que se identifican como solosexuales, esta preferencia se convierte en un fetiche: es su forma de actividad sexual preferida o exclusiva. Algunos solosexuales interactúan sexualmente con otras personas, mientras que otros practican lo que podríamos llamar celibato, si no te consideras a ti mismo como pareja sexual. Muchos de los hombres con los que hablé son gays y no se identifican como solosexuales; la masturbación mutua es simplemente algo que disfrutan entre otros entretenimientos homosexuales. El New York Jacks está pensado para esos hombres, la mayoría gay, a los que les interesa la masturbación en grupo: verla, participar en ella y conocer personas con gustos similares.

    Uno de los organizadores del New York Jacks, llamado Steve, me dijo en un email que le parece que el nudismo del evento “proporciona una gran libertad y casi elimina la sensación de amenaza que muchos sienten en un bar”, y añade “¡No hay que esconder!”. O, mejor dicho, no hay dónde esconderse.

    Steve me contó que el New York Jacks tiene más de 300 miembros, aunque le parece que la mayoría de los que participan en los eventos no son miembros, por ejemplo, turistas y otros visitantes curiosos que han oído hablar de las reuniones. “Como la mayoría de los hombres se masturban y, en mi opinión, les provocan curiosidad los penes de otros, hay muchos que simplemente vienen de vez en cuando. Masturbarse con otros hombres nos despoja en gran medida de la vergüenza y la culpabilidad que rodea a esta práctica universal”.

    “Masturbarse con otros hombres nos despoja en gran medida de la vergüenza y la culpabilidad que rodea a esta práctica universal”.

    Steve dejo claro que no todos los que van al Jacks son gays y que, a su parecer, un 10% podrían estar casados o están en una relación con una mujer, que puede que conozca o no las preferencias sexuales de su pareja. Sea cual sea el porcentaje –no es necesario identificarte de ninguna manera cuando pides ser miembro de Jacks- el atractivo de la masturbación mutua no está limitado a hombres a los que les interesan exclusivamente los hombres.

    Históricamente, la masturbación mutua ha servido como vía de escape para hombres que están más arriba o abajo en la escala Kinsey, para aquellos que practican cruising en Central Park o los que se dan un baño de vapor en la sauna del gimnasio echando un ojo alrededor. Para algunos de los hombres que se identifican como heteros, la masturbación mutua puede ser una forma de explorar un interés a su alcance, por así decirlo: probar algo de una manera que no amenace tu estatus de hetero radicalmente, como hacer click en un video de PornHub que no suele ser de tu categoría habitual. Algunos de los hombres con los que hablé me contaron experiencias compartidas con amigos heteros que iban desde ver porno juntos a masturbarse el uno al otro, y para algunos de aquellos que ahora se identifican como gays, estos episodios resuenan con fuerza en su cabeza. A posteriori, muchos parecían dudar entre ¿Me gusta esto? Y ¿Puedo hacer esto más veces? Quizá estos son los polos opuestos de cada encuentro sexual, pero estar en esta línea es vital para aprender de tu propio deseo, un proceso en el que el cruising y otras formas de sexo semi-anónimo, tanto online como en la vida real, pueden jugar un papel muy importante.

    Uno de estos espacios online es Kik, donde hay al menos un chat privado muy grande de hombres de Nueva York a los que les interesa la masturbación mutua. Hablé con un miembro del grupo en Kik, un hombre gay en un matrimonio abierto cuyo marido es consciente de sus intereses. Me dijo que sus primeras aventuras en la masturbación mutua fueron en Craiglist, donde comenzó como “una manera de ligar con heteros”. Se hacía pasar por un hombre hetero que buscaba conocer otros heteros sin experiencia, principalmente como forma de restringir el tipo de sexo que se ofrecía: un hombre gay podría querer llevar las cosas más allá. “De verdad que solo quería masturbarme con otros hombres: buscar heteros hacía que fuese más fácil el no tener relaciones sexuales por razones de seguridad”.

    “Buscar heteros hacía que fuese más fácil el no tener relaciones sexuales por razones de seguridad”.

    La masturbación mutua es casi el sexo más seguro que puedes practicar con otra persona y, a diferencia de muchos de los actos sexuales comunes entre hombres, no requiere preparación alguna. Es la unidad básica de sexo casual entre hombres y se presta al cruising y otros encuentros fuera del dormitorio.

    “Tras unos cuantos años dejé de hacerme pasar por hetero que busca a heteros”, me comentó mi contacto de Kik, “Empecé a mostrarme como un tío que quería relajarse y hacer lo que los tíos hacen, pero juntos. Lo asumí como un hobby que quería compartir”.

    “Hobby” no suele ser una palabra asociada normalmente con el sexo, pero quizá es la mejor manera de comprender en qué términos piensan los bators en la masturbación mutua –una actividad de tiempo libre que incluye penes. La idea de hacer “lo que hacen los tíos, pero juntos” es un tabú conocido por la comunidad de masturbadores, desde el clásico género de porno en Tumblr “pillé a mi compañero de piso”, donde la masturbación mutua es un accidente (es decir, no algo que ninguna las dos personas buscaba y que por lo tanto es seguro explorar como *heteros*), a los perfiles de muchos hombres en BateWorld o incluso Grindr (“buscando rollo para pajas” es algo común y cuya explicidad se agradece).

    Otro de los temas comunes es la simple fascinación con los penes –“¡quería ver pollas! ¡Y tocarlas!”, me decía mi contacto de Kik sobre sus primeras experiencias. Ver y tocar una polla es un tipo de intimidad específica –una exploración física consentida y compartida de otra persona- que nos recuerda a esa curiosidad adolescente por otros cuerpos masculinos que muchos de los hombres a los que entrevisté sentían no haber satisfecho en su momento.

    Un amigo gay con el que estuve tratando el tema me señaló que la mayoría de las primeras experiencias sexuales masculinas, independientemente de cómo se identifique la persona actualmente, son experiencias sexuales con un hombre: consigo mismo. Es un placer indirecto el compartir lo que muchos de nosotros descubrimos solos y experimentar este descubrimiento como si fuera la primera vez, siendo testigo de la sexualidad, normalmente privada, de otra persona.

    “Yo no me masturbé con amigos cuando era joven y siento que me perdí algo”.

    “Creo que parte de la emoción viene de que yo no me masturbé con amigos cuando era joven y siento que me perdí algo”, me dijo otro usuario de Kik. “Así que ha sido algo que me ha gustado hacer y ver que es aceptable… Si le llegas a decir a mi yo del colegio o del instituto que pasaría esto, no me lo habría creído”.

    Mis dispersos experimentos de adolescente fueron furtivos y secretos y me hacían sentir profundamente avergonzado de mi interés durante mucho tiempo. Cualquier armario se construye con la necesidad de esconder un deseo; incluso después de salir de El Armario, el armario de ser gay, la vida puede estar llena de armarios más pequeños. La masturbación mutua ha sido uno de mis armarios personales desde antes de que saliera del armario, pero no lo reconocía así hasta hace poco, cuando empezar a hablar de ello me hizo darme cuenta de lo poco que se habla de ello en realidad.

    Otro de los hombres a los que entrevisté, un conocido de Twitter que contestó a mis preguntas por mail, me habló de un “colega de pajas” que vive cerca de su trabajo al que ve una o dos veces por semana “solo para hacernos pajas juntos. No creo ni que nos hayamos besado nunca”. Practicar sexo frecuentemente con alguien a quien no se te ocurriría besar es una amistad basada en intereses comunes y, como mi look de Jacks con-zapatos-y-en-pelotas, empieza a parecer más normal según va pasando el tiempo.

    “Me gusta ver el ritual privado de otra persona. Quiero ver qué hace cuando se da placer a sí mismo y quiero que me lo haga a mí”, me dijo. Tras rupturas que le han dejado inseguro sobre el sexo con penetración ha buscado frecuentemente colegas de pajas en Grindr. “Es una conexión real”.

    Simplemente, tal y como me lo presentó mi segundo contacto de Kik, “Tampoco viene mal que me gusten tantos los penes”.

    Esta fascinación por partes del cuerpo puede parecer pueril, como un adolescente hetero leyendo la revista Super tetas, y la adoración del pene entre homosexuales parece algo casi de manual: hombres a los que les gustan los hombres adorando cuerpos masculinos. Quizá sea algo insultantemente de tío el ponerte cachondo al enseñar la polla, pero es cierto que simplemente el desnudarte delante de alguien es una gran parte del atractivo de la masturbación mutua y la exposición compartida. ¡Y no hay nada de malo en ello! Pero claro, yo no soy imparcial.

    Este culto al pene se pone de manifiesto totalmente en BateWorld, una web que exige un email para registrarte. BateWorld es gratuita, pero también ofrece membresía premium (los precios van de 25 dólares por un periodo de 90 días a 60 dólares por un año completo) que da acceso a sus usuarios a servicios como video chat. Cuando te registras por primera vez, BateWorld te regala 7 días de periodo premium para que abras boca.

    Todas las personas con las que contacté por Kik me definieron BateWorld como un portal comunitario y me dijeron que los hombres que conocen en otras aplicaciones suelen preguntar si tienen un perfil de BateWorld. Los perfiles se pueden buscar y filtrar por ubicación (a X kilómetros de Y código postal, o por ciudad), edad, tamaño del pene, orientación sexual e incluso circuncisión o no, entre otros muchos factores. Las fotos de perfil públicas de muchos de los usuarios son fotos en blanco o fotos de su polla (a veces deformadas de manera muy graciosa por la compresión que hace la web para ponerlas de avatar, bien larguísimas y muy finas o de un grosor inhumano). También se pueden crear álbumes de fotos públicos, que suelen ser la mayoría de veces fotos de pollas, pero a veces incluyen algunas de la cara.

    BateWorld tiene grupos por intereses comunes, como Facebook en su momento, así como foros públicos que tienen desde memes sobre masturbación hasta un “diccionabo” de términos humorísticos o reales relacionados con la masturbación pasando por una sección de alquileres vacacionales llamada Airbnbate, donde bators de todo el mundo ofrecen alojamientos que admiten ese tipo de prácticas. Algunos de los anuncios parecen más de hostales compartidos que apartamentos vacacionales -ofertas de media cama de matrimonio en Bushwick (Nueva York), por ejemplo- pero otros son anuncios de Airbnb legítimos con la instrucción de mencionar BateWorld al hacer la reserva.

    Una ventaja de BateWorld respecto a Facebook, además de no ser un malvado imperio de venta de información personal obtenida de nuestros chats que está acabando con la democracia americana, es que las solicitudes de amistad incluyen un menú desplegable de opciones: Amigo, Amigo Especial, Curioso, Buenorro u Otros, con un campo de texto para especificar el tipo de relación que tienes o quieres tener.

    Los usuarios mencionan frecuentemente el “gooning”, un término definido en el foro de BateWorld como “un estado donde tu monstruo interior toma el control completo de tu sesión masturbatoria”.

    Los usuarios de BateWorld también pueden rellenar un cuestionario masturbatorio público, con preguntas como “¿Cuál es el lugar más loco donde te has masturbado?” y “¿Sabe tu mejor amigo que te gusta hacer esto?”. Muchos de los perfiles que miré habían respondido “no” a la segunda pregunta, algo que es razonable y a la vez un poco triste. Muy a menudo le contamos a extraños cosas que no podemos contar a la gente que nos conoce en la vida real, donde los estándares para ser aceptado están mucho más altos y esto se aplica quizá todavía más para el sexo que para otras cosas.

    Como en Grindr, muchos perfiles de BateWorld son increíblemente sinceros sobre sus intereses e incluyen una terminología amplísima y muy específica. Los usuarios se definen como “popperbators” y “stonerbattors” (consumidores de Popper y porros respectivamente) y mencionan frecuentemente el “gooning”, un término definido en el foro de BateWorld, citando a un foro de LPSG (abreviatura en inglés de “Grupo de Apoyo para Penes Grandes”, cuyo tono es un poco troll y meninista, como era de esperar) como “un estado donde tu monstruo interior toma el control completo de tu sesión masturbatoria”. Las explicaciones del término “gooning” suelen mencionar el acceso a un estado de excitación sexual y satisfacción primario implícitamente masculino, algo así como entrar en un estado de trance a través de la masturbación.

    Soy demasiado reprimido y soso para llegar a ser ningún tipo de gooner, pero el término habla de la existencia de una comunidad de hombres para los cuales la masturbación es un aspecto serio e importante de su sexualidad. Es interesante considerar esta insistencia en lo primario, en este acto masculino primigenio de darse placer, como la línea divisoria entre la masturbación mutua y el sexo y los distintos tipos de relaciones que rodean a ambas cosas. En lugar de tratarse de una manera hipócrita de conservar la heterosexualidad, la noción de “tíos siendo tíos” es, quizá de forma accidental, la semilla del deseo entre hombres.

    La masturbación es sexo con uno mismo, la masturbación mutua es sexo con uno mismo con otra gente que también está practicando sexo consigo mismos. Por lo tanto, la masturbación mutua puede ser la actividad extracurricular ideal para muchos de los que tienen relaciones abiertas, ya que el nivel de intimidad física está delimitado implícitamente -aunque algunos de los que participan en la masturbación mutua también estén interesados en besar y/o sexo oral, no se da por sentado que hacerse pajas juntos conlleve nada más que eso, hacerse pajas mutuamente. Los masturbadores mutuos pueden eyacular tanto solos como conjuntamente y la especificidad de la actividad no pone en riesgo la formalidad romántica de la relación principal. En la película Shortbus de 2006 del director John Cameron Mitchell, la dominatriz de Mx. Justin Vivian Bond les aclara a los nuevos invitados que “el voyeurismo es participación”, y no se equivoca; pero el voyeurismo no es sexo, y a los ojos de algunos, tampoco lo es la masturbación mutua.

    Obviamente, lo que “cuenta” como sexo suele negociarse teniendo en cuenta límites heteronormativos.

    No parece importante para el asunto en cuestión el debatir dónde está la frontera entre sexo/no sexo en esta actividad -si el contacto físico es un requisito imprescindible, cuando estamos de acuerdo en que la penetración o el orgasmo no lo son en otros supuestos sexuales. Ir a una playa nudista con otra persona no es sexo, pero comparar erecciones en las dunas puede que sí.

    Obviamente, lo que “cuenta” como sexo suele negociarse teniendo en cuenta límites heteronormativos, especialmente respecto a la penetración, y esto se aplica también a nociones sobre las fronteras y las funciones una relación sexual aceptable. Cuando les cuento a mis amigos heteros que tengo un colega de pajas, muchos mueven la cabeza entre divertidos y alucinados por la permeabilidad entre sexo y amistad que se da entre hombres gays. La imposibilidad de mantener amistades semisexuales de larga duración entre hombres y mujeres es más o menos lo que resume las diez temporadas de Friends y aun así la gente queer sigue invitando a ver películas y a fiestas de inauguración de sus casas a antiguos ligues y citas de Tinder con los que puede que se acuesten o no otra vez. En cualquier caso, ¿por qué rechazar una compañía perfectamente válida solo porque el contexto ha cambiado?

    Llevo fuera del armario más de una década y estos años he sido bastante claro sobre mis intereses sexuales -al menos con mis amigos queer más cercanos- pero mi interés concreto en la masturbación es algo que no me he sentido cómodo admitiendo del todo. (Y aún así, mírame aquí ahora). Mis primeras experiencias sexuales incluyeron la masturbación mutua -fiestas de pijamas, en el sótano vacío de alguien o por Skype- pero a menudo me ha dado apuro admitir lo formativas que fueron para mi desarrollo sexual esas primeras exploraciones secretas. Durante años me he negado a aceptar lo que quería de otros chicos de mi edad, o por qué, y achacaba mi interés a la negación plausible de la curiosidad antropológica. Hacerse una paja (o hablar de ello) con alguien era lo más cercano a admitir mis deseos homosexuales, pero etiquetándolo como curiosidad juvenil. Todos los tíos quieren saber cómo son las pollas de los demás, ¿no? Quizá muchos sí, pero universalizar mis propios deseos era la única forma que tenía de aceptarme. Visitar el New York Jacks es como liquidar finalmente todas esas horas adolescentes que muchos nos pasamos solos en la cama, fantaseando con tener esta oportunidad.

    Incluso entre hombres gays que llevar fuera del armario más de la mitad de su vida, algo de lo que estoy bastante cerca yo mismo, es fácil olvidar cómo la vergüenza y el miedo a ser descubiertos nos ha formado como personas. La intimidad de la masturbación mutua tiene mucho que ver con la exposición, tanto literalmente como de manera figurada: físicamente es un modo más honesto y explorativo de desnudarse juntos que el que se da en casi todos los métodos romántico-sexuales; y personalmente, al compartir algo de lo que no suele hablarse o que no suele ser aceptado como un tipo de experiencia sexual que desear. Pienso en los años que pasé fantaseando sin expectativa alguna, confundido y avergonzado, y me siento esperanzado al pensar en la experiencia que tengo ahora al alcance de mi mano.




    Este artículo ha sido traducido del inglés.