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¿Nunca quisiste un laboratorio de babas, para hacer tu propio The Walking Dead?
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El juego de alquimista servía para entender cómo funciona el mundo.
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No confundir con el juego de química, que estaba lleno de efectos mágicos.
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Con este kit podrías haber andado por la vida recolectando bichos.
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El cubo Rubick es fresa. Los rompecabezas Mi Alegría tenían más de tres dimensiones.
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¿Cómo olvidar el laboratorio de biología, con rana en formol incluída?
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O el sencillo juego de imanes que te hacía sentir como todo un Elon Musk.
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Eso era en nuestros tiempos. Los niños de hoy tienen ¡UN ROBOT QUE FUNCIONA CON AGUA SALADA!
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Ah, con que te aburre el robot. ¡También tienen un dinosaurio!
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Y, cuando te canses de tanta tecnología, unos espirógrafos, para calmar tu ansiedad mientras aprendes geometría.
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Si lo tuyo era más la cocina, también había opciones chidas.
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La fábrica de gomitas era básicamente un laboratorio asqueroviscoso pero rosa y comestible.
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Este kit se sentía como tener tu propia sucursal de La Michoacana en casa.
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Y esta fábrica de chocolates... bueno, eran básicamente moldes.
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Que después perfeccionaron en esta chocolatosa experiencia culinaria.
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No sé si Mi Alegría haya inventado este trenzador automático, pero empecemos a contarle eso a los historiadores.
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Con esta fábrica de polímeros aprendiste que la diferencia entre plástico y moco de gorila es la cantidad de bórax.
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Con el equipo médico no salvaste una sola vida, pero cómo te divertiste.
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Y los dragones acuáticos, para jugar a ser Dios y crear vida en un frasco.
