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Tengo TEA y por fin encontré una serie con la que sí me identifico

Atypical, de Netflix, no es perfecta, pero para las personas con un Trastorno del Espectro Autista es una pequeña victoria.

Cuando era pequeña, veía todo el tiempo a mis primos y compañeros de la escuela compararse con los personajes de la televisión. Todos querían ser el Power Ranger rojo, todas querían ser la Power Ranger rosa. Yo nunca entendí por qué. Esos personajes no tenían nada en común conmigo. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que no era solo con los Power Rangers, en realidad se me dificultaba encontrar programas de televisión con los que me sintiera identificada.

Convivir con otros niños también me costaba muchísimo trabajo; no entendía sus expresiones faciales ni sabía si estaban bromeando o siendo serios. Prácticamente solo tenía una amiga, así que terminé refugiándome en la lectura y el dibujo. Mientras los demás niños pasaban el recreo jugando a salvar el mundo y a matar monstruos, yo empleaba mi tiempo en memorizar toda la información que pudiera encontrar sobre mis animales favoritos: las orcas. Mis cuadernos de primaria probablemente tenían más dibujos de ballenas asesinas que apuntes, pero como no tenía bajas calificaciones, mis maestras me dejaba seguir dibujando.

Los años pasaron y mi amor por las orcas no disminuyó, pero los Power Rangers se convirtieron solo en un recuerdo. Inconscientemente, comencé a identificarme con personajes algo peculiares: Spock, un ser mitad vulcano, mitad humano que lucha constantemente con su inhabilidad para entender las costumbres de los terrícolas; Data, un androide que sueña con comprender a los humanos y ser como ellos, y El Doctor, un extraterrestre que a pesar de verse como un humano y llevar miles de años conviviendo con ellos, no puede terminar de encajar del todo.

Socializar seguía siendo un problema para mí, y esos personajes me hacían sentir que no estaba sola.


Estaba a punto de cumplir 21 años cuando por fin descubrí por qué era diferente: me diagnosticaron con Síndrome de Asperger, un Trastorno del Espectro Autista.

Recibir la noticia no fue fácil. Por mi mente pasaron muchas cosas; sentí que había desperdiciado mi vida. Reí, lloré, grité, le mandé cientos de correos a mi doctora con un montón de preguntas, y probablemente pasé por todas las etapas del duelo hasta que, finalmente, acepté lo que estaba pasando. Toda mi vida comenzó a tener sentido: la obsesión con las orcas, la dificultad para hacer amigos, los berrinches fuera de control, mi odio hacia las texturas, mi intolerancia a los ruidos fuertes… son características típicas de una persona con TEA.

Una vez que pasó el shock, comencé a obsesionarme con el nuevo tema. Busqué películas, libros, series, cualquier cosa donde pudiera encontrar información de más gente como yo; tristemente, pronto descubrí lo difícil que es sentirse representado por un personaje de ficción. Recordé mi infancia y todas esas veces en las que me pregunté por qué en la televisión no había alguien como yo.

El primer año después del diagnóstico fue el más difícil. El único refugio que encontré fue en esos seres de otro planeta que, al igual que yo, no entendían a las demás personas. Mientras tanto, cada que encontraba una película o serie nueva con un personaje como yo, hacía lo posible por conseguirlas y las veía una y otra vez. Probablemente me se de memoria los diálogos de Mary and Max, una película animada que cuenta la historia de un hombre con Asperger y su amiga por correspondencia.


Si eres una persona neurotípica (o sea, que no estás dentro del Espectro Autista) y estás leyendo esto, probablemente te preguntes para qué carajos alguien de casi 30 años busca identificarse con un personaje de televisión. La respuesta es muy simple: la televisión está llena de personajes “normales”. Todo el mundo se identifica con los protagonistas de sus programas favoritos, ya sea por su personalidad o las cosas que pasan en su vida; es algo tan natural que la mayoría de las personas no lo notan.

Yo tengo que buscar, aferrarme al personaje sabelotodo que no puede socializar y del que se burlan todos por ser tan raro. Ese es otro problema: los personajes autistas están escritos por personas que no lo son y que no entienden realmente cómo es ser así. Parece que estoy exagerando, pero ¿qué sientes tú cuando a un mexicano lo representan en la tele como un flojo borracho y mugroso? Así sentimos la mayoría de las personas con TEA cada que vemos a Sheldon Cooper en la tele.

Hace mucho tiempo que me rendí. Cuando leo o escucho de un personaje con TEA en una serie o película, la veo sin esperar nada, sabiendo que probablemente me voy a topar con otro Sheldon. Sin embargo, de vez en cuando encuentro un personaje que me representa; por eso, cuando vi la nueva película de los Power Rangers, pasé dos semanas hablando solo del Power Ranger azul y volví a verla cinco veces, porque por fin, después de más de veinte años, puedo decir “yo soy el Power Ranger azul.” Es la razón por la que, cuando vi que Netflix anunció una serie con un protagonista con TEA, me encerré en mi cuarto con una dotación de comida chatarra y no salí hasta que terminé de verla.

Sam, el personaje principal de Atypical, definitivamente no es la mejor forma de representarnos, pero la serie muestra aspectos de la vida con TEA que normalmente la gente no ve: la lucha de los padres para que su hijo pueda tener una vida normal, la hipersensibilidad sensorial, lo difícil que es entender a otras personas, esos momentos de soledad en los que te encierras a pensar en cómo puedes mejorar para encajar en la sociedad... esas cosas me hicieron decir “soy yo”. Hay una escena, después de que Sam tiene una crisis muy grande, en la que tiene que estar en cama por un par de días, desgastado mental y físicamente, sin poder hablar. Esa parte, en particular, me hizo sentir agradecida con el programa: por fin encontré la forma de explicarle a los demás cómo me siento después de una situación estresante.

Cuando estaba en la secundaria, mis padres tenían que rogarme para que aceptara ir a las tardeadas y fiestas de la escuela. Mi única condición era que me dejaran ir con mis audífonos puestos para aislar el sonido de la música y la gente; hasta la fecha no puedo ir a los antros, y pensar en fiestas me provoca ansiedad. En Atypical, hay un baile silencioso al final de la temporada para que Sam pueda asistir. Neta, esa parte me llegó al corazón: me hizo pensar en lo diferente que podría ser mi vida si me topara con ese tipo de detalles de vez en cuando. Las personas con TEA tenemos que adaptarnos al mundo, pero en esa escena, el mundo se adapta a Sam por una noche.

Además, el protagonista tiene una obsesión con los pingüinos, y cada vez que trataba de entender el mundo por medio de sus animales favoritos, mi mente se iba directo a mi infancia y las orcas.

No todo en Atypical son cosas positivas: no deja de haber sido escrita por personas neurotípicas, sin mencionar que ninguno de los actores principales tiene autismo (sí, hay actores con autismo, como Daryl Hannah, Angelica en Sense8). El programa abusa del chiste de “este chico no entiende sarcasmo ni conductas sociales y no tiene filtro para decir las cosas”, y recurre a los estereotipos del autismo para hacer reír a la audiencia.

Hay muchos aspectos positivos de la vida con autismo que pudieron haber resaltado, pero también entiendo, la televisión es un negocio: el drama y la comedia venden. Comprendo que vamos empezando, que somos solo un lugar más en la fila de las minorías que desean verse representadas de manera positiva en los medios, pero a veces puede ser cansado esperar.

Atypical no es perfecta, pero tenemos que aprender a aceptar las pequeñas victorias. Probablemente es cuestión de tiempo. Después de todo, me tomó 27 años querer ser un Power Ranger.

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