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"Qué la Fuerza este contigo... Y con tu espíritu".
Y lo recibiste con los brazos abiertos en el Foro Sol junto con otras miles de personas, o al menos subiste a la azotea de tu casa con un espejito.
(Aunque tu favorito siguiera siendo Santa, ssshhh).
Donde tus personajes podían ser tan importantes como Jesús, María o José y tan deplorables como el del burro de la esquina derecha. Realmente era una cuestión de jerarquía social.
Y tú nomás querías regresar a abrir todos tus regalos.
Je.
Y podía ser o un tedio o tu momento favorito de la semana.
Solo para olvidarlo un par de años después.
Tu respuesta inmediata es... "Y con tu espíritu".
A huevo.
Te hacía sentir como todo un rebelde a tus siete años de edad.
Igh...
Tan así que te ponías nerviosísimo si tenías que darle la espalda.
Aunque solo fuera por unos segundos.
No era tu culpa, sino del Padre que no-paraba-de-hablar.
"Fui grosero con mi mamá", "le dije mentiras a mi papá" o "me robé un Miguelito de la tiendita".
Pero te acordaste que Dios lo ve todo y decidiste ser un buen católico.
Mientras tú disfrutabas tu puente en Acapulco.
Y si no traías la frente manchada todos te volteaban a ver feo.
¿Por qué es bendita? ¿Me va a dar buena suerte? ¿Por qué si compró algo nuevo o me mudo de casa tienen que echarle encima este líquido ambiguo?
"Angelito de mi guarda, de mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día..."