1.
El 27 de junio no fue un miércoles cualquiera.
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Fue una fecha en la que todos los mexicanos salimos de la rutina.
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Porque el partido de México era más importante que cualquier otra cosa.
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También fue uno de esos días en que los mexicanos sacamos nuestros súperpoderes para hacer un montón de cosas al mismo tiempo.
5.
Todos teníamos nuestra fe puesta en la Selección.
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El partido estuvo intenso desde el primer minuto.
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Tanto que la primera tarjeta amarilla llegó en menos de un minuto.
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Los suecos estaban jugando con todo.
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No hubo ni un segundo de descanso, parecía que estaban en la final.
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Pero lo que sí hubo fueron empujones y jugadas sucias.
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Y él árbitro no ayudaba a la situación.
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Memo Ochoa no dejaba de parar balones.
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Pero eventualmente, cayó el gol.
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No nos lo esperábamos... no es lo que teníamos planeado.
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Empezamos a sudar frío.
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Y luego nos marcaron penal.
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Empezamos a revivir viejos demonios y traumas.
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Ya no sabíamos si reír o llorar.
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Y llegó el segundo gol, porque las desgracias no llegan solas.
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El país entero estaba desconsolado.
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No se suponía que pasara esto.
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Ya no sabíamos a quien rezarle por un milagro.
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Porque no nos queríamos ir.
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Y luego cayó un pinche autogol... ¿qué paso México?
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Ahora nuestro destino estaba en manos de los coreanos.
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Ya todos estábamos más atentos al otro partido.
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¡Y llegó el gol de Corea!
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¡Gracias por eso, Corea!
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Y, aunque no fue como nos lo imaginábamos, México está en la siguiente etapa del Mundial.
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¡Vamos México! Imaginémonos cosas chingonas!
