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    Fronterizos: La Nueva Extrema Derecha En Europa

    Cuando apenas quedan unos meses para la llegada del 2017, la política europea se revuelve nerviosa. En diferentes puntos del mapa, la extrema derecha se levanta con fuerza. Asoma la cabeza legitimada por un público creciente, descontento, temeroso. Los ciudadanos europeos buscan soluciones en partidos que se colocan conscientemente fuera del establishment y que a la vez enarbolan valores conservadores de seguridad y nación.

    Como en un reflejo lejano y distorsionado, al otro lado del Atlántico Donald Trump alcanza la presidencia de Estados Unidos con un discurso proteccionista y xenófobo. Son muchas las diferencias con los partidos de derecha extrema e identitaria de la vieja Europa, pero coinciden en su capacidad para convencer a importantes segmentos de una sociedad descontenta y cada vez más polarizada. El ejemplo más claro y reciente es el de las elecciones presidenciales austríacas, donde el candidato verde y europeísta Alexander van der Bellen ha acabado imponiéndose sobre el ultraderechista Norbert Hofer del Partido de la Libertad. Hoy, con la victoria de Van Der Bellen, la Unión Europea respira aliviada.

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    Protestas en contra del Partido de la Libertad tras su victoria en 2001. Associated Press.

    Pero la capacidad de los europeos para tomar y digerir a la extrema derecha no solo ha aumentado entre los ciudadanos, también en las instituciones. En el año 2000, el Partido de la Libertad entraba en el gobierno de coalición liderado por el Partido Liberal Austriaco. En ese momento, y por primera vez, la diplomacia europea dio la espalda a un país miembro: el ascenso de la extrema derecha aisló a Austria. Hoy, las sanciones al gobierno ultraderechista de Polonia y a las derivas xenófobas de Hungría no se producirán sin antes recorrer un prudente protocolo de avisos y amenazas por parte de la UE.

    El caso de Francia preocupa más en Bruselas. El ascenso de Marine Le Pen y en Frente Nacional parece imparable. Se trata de una extrema derecha rejuvenecida y que se cuidó de lavarse bien la cara antes de aparecer ante el gran público. En 2015, Marine Le Pen apartaba de la primera línea a su padre, Jean-Marie Le Pen, fundador del partido. El partido se detractaba de sus simpatías con el régimen nazi y otras cuestiones polémicas. El parricidio político ha sido electoralmente rentable para el Frente Nacional y, según todos los sondeos, su candidata Marine Le Pen será quien se enfrente a la derecha de Los Republicanos en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La izquierda francesa, sin candidato oficial, ya piensa en el escenario en el que se verá finalmente obligada a apoyar a la derecha con el fin de taponar el ascenso al poder del Frente Nacional, como ya ocurrió en las elecciones regionales de este mismo año.

    La invasión extranjera

    La extrema derecha no es un movimiento uniforme en Europa. Con algunos rasgos en común, lo cierto es que cada partido tiene su propia idiosincrasia, muy ligada a la historia del país en el que se desarrolla. En cualquier caso, puede hablarse de unos factores comunes a los países europeos que han auspiciado su ascenso: la crisis económica, la desconfianza hacia las élites económicas y políticas que se perciben como corruptas y el miedo a una supuesta invasión extranjera, con la población musulmana en el punto de mira.

    La guerra en Siria ha expulsado a casi 5 millones de personas. La mayoría de ellas se reubican en países de los alrededores como Irak, Líbano o Turquía, pero éstos acabaron saturados. A partir de 2015, los ciudadanos sirios han tratado de buscar asilo en Europa. Según Eurostat, en 2015 se registraron oficialmente 1,25 millones de peticiones de asilo en la Unión Europea frente a las 562.680 del año anterior. Se trata de un aumento del 123% que ha sido la gasolina para el ascenso de partidos con un discurso en contra de abrir las puertas a inmigrantes y refugiados.

    Un ejemplo: la representación del ultraderechista Alternativa para Alemania, con lemas como “El islam forma parte de Alemania”, crece exponencialmente desde mediados del 2015. Su lideresa Frauke Petry afirma que la policía debería usar armas de fuego si fuera necesario para frenar la entrada de inmigrantes ilegales. El conflicto por las cuotas de refugiados se ha convertido en un pulso con Bruselas y en el estandarte de los partidos más euroescépticos. La pregunta del referéndum impulsado por el Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán es clara al respecto: ¿Quiere que la Unión Europea pueda decidir, sin el consentimiento del Parlamento, sobre el asentamiento obligatorio de ciudadanos no húngaros en Hungría?

    La crisis de los refugiados se suma a la oleada de atentados en Europa y Estados Unidos perpetrados por ciudadanos occidentales en nombre del Estado Islámico. Los musulmanes y el Islam se convierten en el punto de escape para los miedos de una sociedad que ve de pronto amenazada su seguridad. El discurso xenófobo que simplifica el problema se cuela con facilidad en los medios de comunicación y el líder fundador del Partido por la Libertad holandés, Geert Wilders, sabe bien cómo mantener ese tipo de atención por parte de la prensa.

    Dos puntos de vista de la derecha europea sobre el islam en Occidente

    Contraponemos las opiniones de Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad, de derecha nacionalista holandesa, y las de Ayaan Hirsi Ali, exdiputada del Partido Popular por la Libertad y la Democracia, de ideología conservadora y liberal. Hirsi Ali es una activista feminista muy crítica con la religión, especialmente, con el islam, con el que ella misma se crió.

    Este verano, algunos municipios en Francia comenzaron a prohibir a las mujeres musulmanas bañarse o estar en la playa vestidas con el llamado burkini que cubre cuerpo y cabeza. El debate no solo fue impulsado por la derecha radical, sino que se trató de una preocupación que involucraba a toda la sociedad.

    Y es que los europeos tienden a sobrestimar el número de extranjeros que viven en su país, según un estudio titulado “Los peligros de la percepción” realizado por el grupo de investigación británico Ipsos MORI en 2015. La percepción no es la realidad, recuerdan los autores del estudio, pero lo cierto es que es clave para la toma de decisiones políticas.

    Recientemente el partido de extrema derecha austriaco se ha quedado a las puertas de ganar las elecciones presidenciales y en marzo de 2016, el 56% de la población austriaca opinaba que la convivencia con la población musulmana era mala o muy mala. En apenas unos meses, esta percepción había aumentado 5 puntos, si lo comparamos con datos de noviembre de 2015. Diferentes estudios llevados a cabo por observatorios austriacos ratifican esa preocupación entre la población del país.