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La condena de Bill Cosby me ha dejado en estado de shock porque he aprendido a esperar lo peor

A las mujeres casi nunca les sorprende que los hombres hagan daño. Lo que sí es sorprendente es que se haga verdadera justicia con ellos.

Las niñas crecen con expectativas reducidas. Nos dicen que no somos igual fuertes ni inteligentes, que no merecemos las mismas cosas. Nos advierten que ganaremos menos dinero, nos respetarán menos, ganaremos menos de todo haciendo el mismo trabajo o incluso más. (Y, por supuesto, hay datos que demuestran que esto es verdad). Si nos enseñan a vivir con menos también nos enseñan a esperar menos de las personas que nos rodean, es decir, de los hombres; nos enseñan que cualquier cosa que nos ofrezcan es más de lo que merecemos. Y es así como la mayoría de nosotras vivimos a la defensiva por un motivo: es mejor que vivir una continua decepción.

Pero últimamente hemos visto cierta evidencia de que hay motivos para tener esperanza, pequeñas pruebas de que tal vez las mujeres no solo pueden pedir más sino que a partir de ahora pueden esperar más. Aunque sin duda da la sensación de que se abre una puerta, es una puerta que la mayoría de las mujeres esperan que se cierre de golpe (o también poco a poco), como siempre.

Hoy, tras un nuevo juicio, Bill Cosby fue declarado culpable de drogar y violar a Andrea Constand en 2004. Ahora se enfrenta a hasta 30 años de cárcel. El primer juicio por violación contra Cosby fue declarado nulo en junio de 2017, después de que el jurado deliberase durante seis días sin conseguir ponerse de acuerdo. Para muchas mujeres, ver cómo transcurría ese juicio sin una condena satisfactoria fue una enorme decepción. Muchas mujeres contaron públicamente sus propias historias sobre Cosby: solo en la portada de New York Magazine había 35. ¿Cómo podía ser posible que no se le considerase culpable? Este nuevo juicio fue una segunda oportunidad, no solo para Cosby y las mujeres que formaban la acusación, sino para todas las personas que querían sentir la victoria.

"Esto no es solo una victoria para nosotras, las 62 víctimas de Cosby públicamente conocidas", dijo Lili Bernard, una de las acusadoras, dirigiéndose a los periodistas tras el juicio. "También es una victoria para las mujeres y es una victoria para todos los supervivientes de agresiones sexuales, tanto hombres como mujeres".

Pero en vista de la reacción que ha habido en Twitter al veredicto de hoy, es una victoria que nadie esperaba para Constand, o simbólicamente para las otras mujeres que han acusado a Cosby de tener el mismo comportamiento con ellas. Estas cosas casi nunca acaban a nuestro favor.

Había muchos motivos para creer que no iban a encontrar culpable a Cosby. Cosby tenía setenta y muchos años antes de que las acusaciones en su contra se convirtieran una noticia de gran seguimiento en 2014, principalmente porque otro cómico, Hannibal Buress, empezó a hablar del tema. Los compañeros de reparto y familiares de Cosby le defendían activamente en público, así como otros famosos. Si hubiera hecho lo que le acusaban de haber hecho, querría decir que llevaba décadas haciéndolo sin consecuencias. ¿Por qué iban a cambiar las cosas ahora?

Se supone que el movimiento #MeToo iba a cambiarlo todo, y en muchos sentidos así fue. Hizo que se vinieran abajo (por ahora) hombres poderosos como Harvey Weinstein y Kevin Spacey, obligó a industrias más allá de Hollywood a admitir y examinar la manera en que tratan a las mujeres, y fomentó acciones de recaudación de fondos para financiar defensas jurídicas, como la iniciativa Time's Up para los supervivientes de abusos y agresiones. "Hoy este jurado ha demostrado lo que el movimiento #MeToo está diciendo... que las mujeres merecen que les crean", dijo Bernard. Como mínimo, #MeToo ha enviado un mensaje bien claro: que los hombres en el poder ya no pueden salirse con la suya cuando cometen mierdas como estas. La gente se está fijando.

Hemos pasado vidas enteras intentando desmantelar la cultura de la violación y un entorno que protege a los violadores y a los que cometen abusos, en vez de a quienes les acusan.

Las consecuencias inmediatas de #MeToo y Time's Up fueron alentadoras, pero últimamente ha vuelto a aparecer el viejo patrón de reincidencias: hoy mismo se dijo que Charlie Rose podría estar promocionando una serie de televisión en la que entrevistaría a hombres acusados de acoso y agresiones sexuales. (El propio Rose fue acusado de acosar a varias mujeres con las que ha trabajado. Estos alegatos van desde los años noventa hasta 2011). Tras haber sido acusado de decenas de instancias de acoso sexual, Garrison Keillor ahora dice estar "preparado" para recuperar sus dos programas de radio. Tan solo unos meses después de sus propios momentos de juicio público, se rumorea que hombres como Luis C. K., Matt Lauer y Mario Batali están preparando sus propios "tours" de vuelta a los escenarios. Cuando a uno de estos hombres se le ve en público, como por ejemplo a James Franco, se dice que "han salido al a calle", como si fuera una señal de valentía por su parte hacerlo, con lo cual la narrativa vuelve a centrarse en el acusado en vez de las mujeres involucradas en #MeToo. Incluso la tibia ceremonia de los Óscars que se celebró este año dio la impresión de que, el pasado febrero, Hollywood ya empezaba a alejarse del #MeToo para retomar el negocio de hacer películas (y ganar dinero).

Aun así, siguen ocurriendo los mismos abusos de poder y violencia contra las mujeres y personas marginadas, aunque las personas en el poder desearían que pudiéramos pasar página de una vez. Hoy mismo, la cantante Kelis ha dicho en una entrevista con Hollywood Unlocked que su relación con Nas estuvo marcada por abusos emocionales y físicos. Y a principios de esta semana Alex Minasian ha sido acusado de 10 delitos de asesinato y 13 delitos de intentos de asesinato por atropellar a un montón de gente con una furgoneta en Toronto. Antes del ataque Minassian había publicado un mensaje en su perfil de Facebook hablando sobre la "Rebelión Incel" (Incel viene de las palabras "involuntariamente célibe"), un movimiento de hombres obsesionados con su incapacidad de conseguir que las mujeres se acuesten con ellos, y que en consecuencia están furiosos con las mujeres. También alabó a Elliot Rodger, que mató a seis personas cerca del campus de la Universidad de California Santa Bárbara en un ataque de furia misógina porque las mujeres rechazaban sus insinuaciones sexuales.

Puede que los nombres de los presuntos criminales, o el nivel de violencia de cualquier historia sienten como un puñetazo en el estómago, pero los motivos por los que ocurren, y la manera en que se manifiesta este tipo de sexismo, abuso y violencia son cosas cotidianas (y poco sorprendentes) para la mayoría de las mujeres. A las mujeres casi nunca les sorprende que los hombres hagan daño. Lo que sí es sorprendente es que se haga justicia verdadera con ellos. Parecía que hasta Cosby se llevó una sorpresa con el veredicto. Lanzó improperios al fiscal después de que este sugiriese que anularan la fianza de 1 millón de dólares; su expresión daba a entender que incluso Cosby pensaba que podía haber vuelto a salirse con la suya.

Ni siquiera Bernard se creía el veredicto al principio. "Es como si estuviera soñando", les dijo a los periodistas. "¿Me pellizcáis? Siento que he recuperado la fe en la humanidad".

Puede que a las mujeres nos sorprenda el veredicto de Crosby, pero no porque creyéramos que era inocente ni porque pensáramos que merece otra oportunidad. Es porque estamos acostumbradas a sospechar de un sistema legal que a menudo nos ignora o nos falla. Y, teniendo en cuenta los innumerables presuntos abusadores que ahora están intentando recuperar poco a poco el beneplácito cultural (y teniendo en cuenta cuántos han podido hacerlo, bastante fácilmente, en el pasado), parece peligroso aferrarse a la esperanza de que se va a hacer justicia de alguna manera significativa.

Esto es una victoria, pero es difícil asumir todo su peso. Todavía hay tiempo para que el mundo, y las personas en el poder que siguen controlándolo, defrauden a las víctimas de abusos. Todavía hay tiempo para que los hombres a los que ya hemos hecho caer vuelvan a levantarse igual que lo hicieron en el pasado. ¿Cómo puede nadie esperar que las mujeres, o cualquier persona vulnerable ante el abuso de poder, bajen la guardia? Aun así es imposible no sentir emoción al ver el vídeo de las mujeres que salieron corriendo del juzgado y se abrazaron entre lágrimas tras el veredicto que le declaró culpable.

Hemos pasado vidas enteras intentando desmantelar la cultura de la violación y un entorno que protege a los violadores y a los que cometen abusos, en vez de a quienes les acusan. Este podría ser uno de los movimientos sociales más grandes y unificados que está recibiendo una tremenda atención por parte de los medios. E incluso ahora que empieza a cambiar la manera en que la gente piensa en el acoso y otros abusos del poder, va a hacer falta incluso más tiempo para desmantelar nuestras reducidas esperanzas en que una cultura que no nos ha dado mucho que esperar pueda cambiar de manera significativa y duradera. Y eso es porque todavía tenemos que enfrentarnos a la dura tarea de luchar contra una manera de pensar refractaria y contra un sistema que lo permite.

El verdadero cambio en nuestra manera de ver los casos de acoso y abusos estará en si los hombres siguen sorprendiéndose cuando a sus amigos o sus ídolos se les imputa por sus actos. Estará en a quién creamos instintivamente. Estará en si seguimos sorprendiéndonos cuando el sistema judicial nos favorezca. Pero llevamos mucho tiempo viviendo así; puede que haga falta más de un juez para cambiar nuestra forma de pensar para siempre.

Los cambios llegan con cuentagotas. Normalmente, cuando el cambio tangible ya es visible, ha tardado tanto tiempo en llegar que ni siquiera no hemos dado cuenta de todas las pequeñas maneras en que (con suerte) las cosas han mejorado. Así que el veredicto contra Cosby es una victoria clara y muy poco habitual. Estamos acostumbradas a que haya pequeñas mejoras antes de que todo vuelva a la normalidad, pero ver el impacto de algo como #MeToo en el sistema judicial es la prueba de que ha cambiado algo de tamaño considerable, y puede que esta vez podamos hacer que la puerta se quede abierta.●

Este artículo ha sido traducido del inglés.