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Dee Dee quería a su hija enferma, Gypsy quería a su madre muerta

Dee Dee Blancharde era un ejemplo de maternidad: una madre soltera que cuidaba de su hija gravemente enferma. Pero luego de que Dee Dee fuera asesinada, la situación resultó ser muy diferente — su hija Gypsy nunca había estado enferma.

Siete años antes del asesinato, Dee Dee y Gypsy Rose Blancharde vivían en un pequeño bungalow rosa sobre West Volunteer Way en Springfield, Missouri. Sus vecinos las querían. “Eran dulces”, me dijo un ex-amigo de Dee Dee, hace poco. Una vez que las conocías, decían, era imposible olvidarlas.

Dee Dee tenía 48 años, nacida en Louisiana. Era una mujer grande de aspecto amable, lo cual ella reforzaba al vestirse con colores alegres y brillantes. Le gustaba atar su cabello castaño y enrulado con cintas. La gente que la conocía recuerda que era generosa con su tiempo y, cuando podía, también con su dinero. Hacía amigos rápidamente y despertaba una profunda devoción. No trabajaba, ya que cuidaba de Gypsy Rose, su hija adolescente.

Gypsy era pequeña, quienes la conocían calculaban que tendría un metro y medio de alto. Estaba postrada en una silla de ruedas. Un par de anteojos enormes cubrían su rostro redondo. Era pálida y flaca, tenía dientes de apariencia frágil y desagradable. Se alimentaba a través de un tubo. A veces Dee Dee debía llevar un tubo de oxígeno con ella, con una cánula nasal envuelta tras las pequeñas orejas de Gypsy. Si preguntabas sobre el diagnóstico de su hija, Dee Dee te daría una larga lista de síntomas: cromosomas defectuosos, distrofia muscular, epilepsia, asma severo, apnea, problemas en la vista. Según Dee Dee, Gypsy fue así desde bebé. Había tenido que pasar un tiempo en cuidados intensivos para recién nacidos. De más joven había padecido leucemia.

Este sinfín de crisis de salud dejó sus secuelas. Gypsy era amigable y abierta, pero su voz era aguda y aniñada. Dee Dee solía recordar a la gente que su hija había sufrido daño cerebral. Tuvo que ser educada en el hogar porque nunca había podido estar al nivel de otros niños. Según Dee Dee, Gypsy tenía la mente de una niña de siete años. Era importante recordarlo al tratar con ella. La niña amaba los vestidos de princesa y los disfraces. Usaba pelucas y sombreros para cubrir su cabeza. Su favorita parecía ser la de cenicienta, rubia y con rulos. La usa en muchas de las fotografías que tiene junto a su madre. Siempre estaba junto a su madre.

“Somos como un par de zapatos”, dijo Gypsy una vez. “No servimos por separado”.

Su casa, como todo lo que les pertenecía, fue construida por Hábitat para la Humanidad. Tenía comodidades especialmente hechas para Gypsy: una rampa en la puerta de entrada, un Jacuzzi “para mis músculos”, según dijo Gypsy en 2008 a una emisora de televisión local. Algunas noches de verano, Dee Dee ponía un proyector al costado de su casa y pasaba una película para los niños del barrio, cuyos padres no podían enviarlos al cine. Dee Dee cobraba entrada, pero así y todo era más barata que los cines locales. El dinero recaudado era para los tratamientos de Gypsy.

Dee Dee se hizo amiga y confidente de Amy Pinegar, una vecina del otro lado del camino, y sus cuatro hijos. A lo largo de varios años, entre tazas de té y café, Dee Dee le contó a Pinegar la historia de su vida. Le dijo que había nacido en un pequeño pueblo de Louisiana, pero que tuvo que escapar junto a Gypsy de su familia abusiva. La gota que rebalsó el vaso fue cuando Dee Dee descubrió que su propio padre, el abuelo de Gypsy; quemaba a Gypsy con cigarrillos. Eso la empujó a irse de su pueblo natal para siempre.

“Somos como un par de zapatos”, dijo Gypsy una vez. “No servimos por separado”.

Le contó a Pinegar que el padre de Gypsy era un vago, un drogadicto alcohólico que se burlaba de las discapacidades de su hija y consideraba que los juegos paralímpicos “era un circo de fenómenos”. Según tenía entendido Pinegar, nunca les había enviado un centavo, ni siquiera cuando Dee Dee y Gypsy perdieron todo en el huracán Katrina. Fue una bendición que un doctor en un asilo de rescate las ayudara a mudarse a la región de los Ozarks.

Amy Pinegar solía sentirse sobrecogida al escuchar todo eso. “Me preguntaba”, me dijo Pinegar por teléfono el otoño pasado, “si el esfuerzo por mantener a esta niña viva… ¿Realmente la hacía feliz?” Lo único que podía intentar era ser una buena vecina y ayudar cuando podía. Conducía a Dee Dee y Gypsy al aeropuerto para sus viajes médicos a Kansas City, y les compraba muebles y cosas del supermercado. Al fin y al cabo, parecían felices. Visitaron Disney World a través de viajes de caridad, y conocieron a Miranda Lambert por la fundación Make-a-Wish. En retrospectiva, Pinegar a veces se sentía un poco celosa de ellas.

Era la historia perfecta para los segmentos de interés general de las noticias: la familia que superó la tragedia y se las arregla para construir una nueva vida a pesar de sus obstáculos. Pero la historia no termina ahí. Un día de Junio de este año, apareció una publicación en la cuenta de Facebook de Dee Dee.

“Esa puta está muerta”, decía.


Era el 14 de Junio, una tarde calurosa en la que mucha gente se quedó en sus hogares con el aire acondicionado. Los primeros comentarios de la publicación eran de amigos incrédulos. Quizás las página fue hackeada. Alguien debería llamarlos. ¿Alguno sabe dónde viven? ¿Deberíamos llamar a la policía y darles su dirección?

En medio de ese debate apareció un nuevo comentario desde la cuenta de Dee Dee: “REBANÉ A ESA GORDA CERDA Y VIOLÉ A SU DULCE E INOCENTE HIJA… GRITÓ TAAAN FUERTE JAJA.”

Kim Blanchard, que vivía cerca de ahí, fue una de las primeras en reaccionar. Aunque Kim tenía un apellido similar a los Blanchardes, no era pariente de ellas. Conoció a Dee Dee y Gypsy en 2009 en una convención de ciencia ficción y fantasía en los Ozarks, ocasión en la que Gypsy podía disfrazarse sin sentirse fuera de lugar. “Eran perfectas”, dijo Kim. “Esta pobre niña enferma que era cuidada por esta madre paciente y maravillosa que quería ayudar a todo el mundo”.

Kim llamó a Dee Dee, pero nadie respondió. David, el marido de Kim, sugirió ir hasta la casa para asegurarse que todo estuviera bien. Cuando llegaron, ya se había reunido un grupo de vecinos preocupados. Dee Dee y Gypsy solían estar desconectadas cuando se iban a algún viaje médico sin previo aviso. Las ventanas tenían un film protector, no se podía ver bien hacia adentro. Golpearon la puerta, pero no hubo respuesta. A todo el mundo le pareció sospechoso que la camioneta de Dee Dee, que solía transportar a Gypsy y su silla de ruedas, estuviera aparcada en la acera.

“Eran perfectas”, dijo Kim. “Esta pobre niña enferma que era cuidada por esta madre paciente y maravillosa que quería ayudar a todo el mundo”.

Kim llamó al 911. La policía no podía entrar en la casa sin una orden, pero eso no impidió que David se metiera a través de una ventana. Adentro no había nada fuera de lugar. Las luces estaban todas apagadas, y el aire acondicionado estaba prendido. No había signos de robo o lucha. Todas las sillas de ruedas de Gypsy aún estaban en la casa. Resultaba escalofriante pensar en lo indefensa que estaría sin ellas.

La policía comenzó a tomar testimonios mientras esperaban por la orden. Kim publicó información en Facebook. Sí, entraron en la casa; sí, llamaron a la policía. Los amigos y conocidos de Dee Dee comenzaron a llenar a Kim de preguntas. Respondió lo mejor que pudo, pero el estado de Facebook comenzó a ser compartido en todo Missouri. “Sé que todos están muy preocupados”, escribió Kim en Facebook. “Pero necesitamos comprender que quien sea que publicó esto, también puede leerlo”.

El día siguiente, Kim organizó una vigilia y abrió una cuenta de GoFundMe para cubrir los gastos del funeral de DeeDee, y posiblemente de Gypsy. Todo el mundo esperaba lo peor. Toda su vida Gypsy despertó sentimientos de protección en la gente. Era tan pequeña, y se veía tan indefensa. Mucha gente no podía entender cómo algo así podía pasarle a ella. ¿Quién podría acechar a alguien que no podía defenderse?

Mientras tanto, la policía comenzó a atar cabos. Una joven llamada Aleah Woodmansee se acercó a ellos. Sabía algunas cosas que podían ayudarlos. Les contó, por ejemplo, que Gypsy tenía un novio secreto por internet.

Aleah era la hija de Amy Pinegar, tenía 23 años y trabajaba como investigadora de reclamos médicos. Consideraba a Gypsy como una hermana pequeña, y claramente Gypsy también la sentía así. Pero casi nunca estaban a solas, ya que la madre de Gypsy no se separaba de ella. Así que Gypsy habló con Amy a través de una cuenta secreta de Facebook, bajo el nombre Emma Rose.

“Esta es mi cuenta personal, mi mamá es muy sobreprotectora y no sabe que tengo esta cuenta”, escribió Gypsy en Octubre de 2014. Luego le dijo que había conocido a un hombre a través de una página de solteros cristianos. Le contó a Aleah que estaba enamorada de él. Gypsy aún no le había dicho nada a su madre. Sabía que Dee Dee no lo aceptaría, le prohibía salir en citas, aunque ella quería madurar y tener un novio como otras chicas de su edad.

“Una vez le dije algo malo a mi mamá, le dije que deseaba que tu mamá fuera mi mamá en lugar de ella, porque la señora Amy deja que Aleah salga con quien ella quiera, y eso le dolió”, escribió Gypsy.

Gypsy le dijo que el nombre de su nuevo novio era Nicholas Godejohn. Hablaban desde hacía más de dos años. A él no le importaba que ella estuviera en una silla de ruedas. Y Gypsy planeaba casarse con él. Ambos eran católicos. Ya sabían qué nombres le darían a sus hijos. Ella tenía un plan para que Dee Dee conociera a Nick por casualidad en el cine local, y luego Gypsy le hablaría sobre su relación.

No era la primera vez que Gypsy hablaba sobre chicos con Aleah. Gypsy intentó conocer hombres en línea en otras ocasiones, y a pesar de lo que contaba Dee Dee sobre la mente de siete años de Gypsy, ella pensaba cada vez más sobre romance y sobre sexo. Aleah estaba preocupada. Gypsy siempre le había parecido muy inocente. En Octubre de 2014, escribió: “Yo tengo 18. Nick… tiene 24”. Godejohn era seis años mayor que ella.

Además, Gypsy hablaba sobre la relación de una manera extraña. “Era como una especie de cuento de hadas”, me contó Aleah tomando un café en Springfield el otoño pasado.

Además le preocupaba Dee Dee: en 2011, discutió con ella sobre sus charlas con Gypsy, y en esa ocasión le dijo que estaba corrompiendo a su hija. “No le contaré a tu mamá sobre las cosas que dijiste”, le dijo a Aleah. “Pero no quiero que le hables más a Gypsy de esa manera”. Dee Dee le prohibió a Gypsy usar el teléfono y la computadora durante un tiempo. Sin embargo, Gypsy siempre se las arreglaba para evitar la vigilancia de su madre y contactarse con Aleah. No obstante, las jóvenes se veían cada vez con menos frecuencia, y luego de los mensajes sobre Nick Godejohn en otoño de 2014, Aleah no volvió a saber de Gypsy.

Medio año después, como parte de la multitud que se reunió frente a la casa, a Aleah se le ocurrió que la policía debería saber sobre esto. Les mostró los mensajes de Facebook y anotaron el nombre. La dirección IP estaba registrada a nombre de Nicholas Godejohn en Big Bend, Wisconsin.

El 15 de Junio, un grupo de oficiales del condado de Waukesha, Wisconsin, fueron enviados a la casa de Godejohn. Hubo una breve resistencia. Nick se rindió con rapidez. Afortunadamente, Gypsy estaba con él, ilesa y saludable. Por un momento, todos se aliviaron.

“Las cosas no siempre son lo que parecen”, dijo el sheriff de Springfield la mañana siguiente, en una conferencia de prensa.

Resultó que, en realidad, Gypsy no usó ninguna silla de ruedas desde el momento en que dejó su hogar, días atrás. No las necesitaba. Podía caminar perfectamente, no tenía ningún problema en sus músculos, ni siquiera llevaba un tubo de oxígeno o medicación. Su cabello estaba corto y puntiagudo, pero no era calva — toda su vida le afeitaron la cabeza para hacerla pasar por enferma. Hablaba sin problemas, aunque estuviera un poco perturbada por lo que sucedió. No habían rastros de la niña discapacitada que todos conocían. Contó a la policía que todo fue un fraude. Toda su vida. Hasta el mínimo detalle. Su madre la obligó a hacerlo.

“Simplemente rompí en llanto”, dijo Aleah, avasallada por lo increíble de todo lo que sucedió.

Kim Blanchard también lloró. “En ese momento pensé: ‘No sé nada sobre esta persona. ¿Qué estuve creyendo todo este tiempo? ¿Cómo pude ser tan estúpida?’”.

“Nadie pidió evidencias. Nadie sospechó”, me contó Amy Pinegar. “¿Todo ese tiempo se estuvieron riendo de nosotros?” — hizo una pausa — “¿Nos tomaron por imbéciles?”

El nombre legal de Dee Dee era Clauddine Blanchard. Había utilizado varios seudónimos y variaciones: DeDe, Claudine, Deno. Cuando llegó a Missouri, se hizo llamar Clauddinnea, y siempre agregaba una “e” al final de su apellido. No todas sus historias eran falsas. Sí nació en Lafourche Parish, Louisiana. Había crecido en un pueblo llamado Golden Meadow, tenía cinco hermanos y hermanas, la mayoría de ellos aún vivían. Su madre murió en 1997, pero su padre seguía vivo.

Rod Blanchard, el padre de Gypsy, también vive. Aún reside en Cut Off, un lugar cerca de Golden Meadow. Gypsy tiene su nariz. Habla de un modo conciso, a veces estoico y a veces gracioso. Conoció a Dee Dee cuando estaba en la secundaria, y salieron entre cuatro y seis meses. Cuando quedó embarazada, él tenía 17 y ella 24; en ese momento lo único que se le ocurrió fue contraer matrimonio. “Me desperté el día de mi cumpleaños número 18 y me dí cuenta que no estaba en donde quería estar”, me contó. “No estaba enamorado de ella. Sabía que me había casado por las razones equivocadas”. Se separó de Dee Dee, y aunque ella intentó volver con él más de una vez, el matrimonio no funcionó.

Gypsy Rose nació poco después de la separación, el 27 de Julio de 1991. Rod dijo que a Dee Dee le gustaba el nombre Gypsy y era fanática de los Guns N’ Roses. Hasta donde él sabe, ninguno de los dos conocían a Gypsy Rose Lee, una niña estrella en el vaudeville de los años 20s, luego convertida en stripper, en cuya infancia se basa el musical Gypsy. Esa Gypsy también tenía una madre controladora, que mintió sobre la edad de su hija para hacerla parecer más joven y la obligaba a actuar en contra de su voluntad.

Rod dijo que Gypsy era una niña totalmente sana. Pero a los tres meses de vida, Dee Dee se convenció de que su bebé sufría de apnea, y que Gypsy dejaría de respirar durante la noche. Fue en ese momento en que Dee Dee comenzó a llevarla al hospital. Rod recuerda que los doctores no pudieron encontrar nada malo en ella, ni siquiera luego de tres rondas de exámenes y un monitor de sueño. La convicción de que Gypsy era una niña enferma comenzó a echar raíces. Dee Dee explicaba a Rod que su lista cada vez más increíble de problemas era porque Gypsy sufría de un cromosoma defectuoso. Muchos de los problemas de salud de Gypsy, decía, provenían de ese factor.

Todo se descontroló con rapidez. Dee Dee siempre tenía una nueva idea sobre lo que estaba mal con Gypsy, un nuevo doctor, una nueva droga. Una vez trabajó como asistente de enfermería; tenía facilidad para recordar y mencionar terminologías médicas. Esta sobrecarga de información era una especie de muralla alrededor de la madre y la hija. Dee Dee parecía tener todo bajo control. Sabía mucho, y no había pregunta para la que no tuviera una respuesta.

Con el tiempo, Rod se volvió a casar y tuvo otros dos hijos. El y Kristy, su nueva esposa, veían seguido a Gypsy durante los primeros diez años de su vida, y pueden compartir fotos de varias salidas familiares hasta 2004. También recuerdan haber ido a las olimpíadas especiales, pero tienen buenos recuerdos de ese viaje. “Fue un viaje muy alegre”, dijo Kristy. Tienen fotos de Gypsy sonriendo junto a su padre y su hermano. En todos esos años, Gypsy nunca dijo una palabra negativa sobre su madre ni nada más.

Mientras tanto, la relación de Dee Dee con su familia, que nunca fue buena, empeoró. La causa no está clara (Intenté contactarme con su padre, Claude Pitre, en varias ocasiones, pero nunca pude hablar directamente con su familia). Comenzó a tener problemas con la ley, generalmente infracciones pequeñas, como escribir cheques sin fondos. Finalmente Dee Dee se mudó a Slidell, dos horas al norte y al límite de Nueva Orleans, a través del lago Pontchartrain.

Dee Dee y Gypsy pasaron sus años en Slidell viviendo en hospicios públicos y visitando doctores de la universidad médica de Tulane y el hospital de niños. Dee Dee contó a los doctores de ahí que Gypsy tenía ataques cada varios meses, de modo que la pusieron bajo medicamentos. Dee Dee insistía en que Gypsy tenía distrofia muscular, incluso luego de que una biopsia confirmó que no era así. Según Dee Dee, también tenía problemas de vista y oído, visión reducida e infecciones frecuentes en los oídos. Los doctores la trataban con diligencia. Si Gypsy tenía un resfriado o tos, era llevada a la sala de emergencias.

En 2005, el huracán Katrina golpeó a Slidell. Se cortó la energía durante semanas. Madre e hija se presentaron en un refugio de cuidados especiales en Covington, Louisiana, con fotos de su viejo apartamento en ruinas. Dee Dee le dijo al personal del refugio que no tenía la historia médica de Gypsy porque había sido destruída en la inundación.

Janet Jordan, uno de los doctores del refugio, era de la región de las Ozarks (se negó a ser entrevistada para este artículo). En el refugio quedó encantada por Gypsy: “Cuando la conocí por primera vez, en un momento lloré un poco, y ella me dijo ‘Está bien, solo eres humana’”, dijo Jordan en 2005 a una estación de noticias local. Aparentemente, fue ella quien le sugirió a los Blanchards mudarse a Missouri.

La historia de una madre y una hija discapacitada sin lugar a donde ir fue irresistible para la prensa local. También funcionó con las organizaciones de caridad. En Septiembre de 2005 se les pagó un pasaje aéreo a Missouri, donde rentaron una casa en Aurora. Vivieron allí hasta que se mudaron a la casa de Hábitat para la Humanidad de West Volunteer Way en Marzo de 2008.

Si bien Gypsy había estado involucrada con caridades para niños con discapacidades desde muy temprana edad — a menudo se quedaba en las casas de Ronald McDonald —, este fue sin duda el mayor beneficio al que Dee Dee pudo acceder. Esto pareció abrir sus ganas de obtener más. Durante su estadía en Springfield, obtuvieron vuelos gratis de una organización de pilotos voluntarios, estadías en una hostería para pacientes con cáncer, viajes gratis a Disney World mediante varias organizaciones de caridad (Ninguna de las organizaciones con las que los Blanchards dijeron tener vínculos hizo comentarios al respecto).

Dee Dee mantenía a Rod al tanto del paradero de su hija y de su condición médica. Incluso mientras lo retrataba ante doctores y nuevos amigos en Missouri como un drogadicto que abandonó a su hija. Mientras tanto, Rod y Kristy hablaban seguido con Gypsy. Siempre hablaban sobre visitarlas, pero “por una u otra razón, nunca pudimos”, dijo Rod.

“Creo que el problema de Dee Dee fue que comenzó una red de mentiras de la cual no pudo escapar”

Como siempre, Rod enviaba $1.200 USD de pensión alimenticia a una cuenta bancaria en Nueva Orleans. También le enviaba algún regalo que pedía Dee Dee, como equipos de televisión, y un Nintendo Wii. Siguió enviando estos regalos incluso luego de que Gypsy cumpliera 18 años, ya que Dee Dee decía que su hija seguía necesitando cuidados de tiempo completo. “Dejar de enviarles dinero nunca pasó por mi cabeza”, dijo.

En ocasiones, habían ciertas señales sospechosas. Rod dijo que cuando llamó a Gypsy para hablar en su cumpleaños número 18, estaba entusiasmado por hacerle todas las bromas que los padres hacen a sus hijas que se convierten en adultos. Pero dijo que Dee Dee interceptó la llamada para recordarle que Gypsy no sabía su verdadera edad. “Ella piensa que tiene 14 años”, dijo Dee Dee. Le pidió que no perturbe a Gypsy al decirle otra cosa. Rod le obedeció.

“Creo que el problema de Dee Dee fue que comenzó una red de mentiras de la cual no pudo escapar”, dijo Rod. “Se envolvió de tal manera en ella que fue como comenzar un tornado en el que quedó totalmente comprometida. Una mentira debía cubrir otra mentira, que a su vez cubría otra mentira, y así vivía su vida”. Rod y su familia nunca vieron la historia en las noticias locales de Missouri sobre Dee Dee y Gypsy. No sabían nada sobre sus viajes y beneficios de caridad, excepto por lo poco que les contaba Dee Dee.

Todo eso cambió en Junio pasado al mediodía, cuando Rod llamó a Kristy entre llantos. Recibió una llamada de la hermana de Dee Dee; Dee Dee estaba muerta y Gypsy desapareció. “Me volví loca pensando que la habían llevado a algún lado para dejarla morir”, dijo Kristy. Y si rescataban a Gypsy, continuó, “¿Cómo iban a cuidar de ella, si era Dee Dee quien sabía todo sobre sus cuidados?”

La primera vez que Rod vio caminar a su hija fue en un informe de noticias sobre la audiencia procesal de Gypsy en Wisconsin. Nadie los preparó para eso; Kristy encontró el video en Facebook. Rod estaba tan confundido cuando lo vio que su primer reacción fue, “Estaba realmente feliz de verla caminar”.

Cuando el abogado de Gypsy les mostró el reporte de la autopsia de Dee Dee, Kristy se demoró leyendo la parte sobre su cerebro. El abogado le preguntó por qué.

“Quiero saber qué demonios pasaba por su cabeza”, dijo Kristy. “¿Qué hay en su cerebro que provocó toda esta mierda?”

Dee Dee ya no podrá responder las preguntas de nadie. Lo único que queda es la historia de Gypsy. Y Gypsy tampoco conoce todo lo que sucedió. Desde el momento en que fue arrestada hasta mis charlas más recientes con ella desde la prisión en Missouri, se le escucha confundida en detalles pequeños y grandes. Por ejemplo: cuando fue arrestada, Gypsy dijo a la policía que tenía 19 años. Rod y Kristy pudieron corregir esto al dar a las autoridades el certificado de nacimiento de Gypsy. En realidad, tenía 23 años.

Los padres construyen tu mundo, y Dee Dee hizo que Gypsy viva en un mundo en el que había tenido cáncer. Gypsy me contó que su madre le dijo que algunos de sus medicamentos se relacionaban con esto. Al crecer, tampoco estaba segura de cómo cuestionarlo. Aún quedan dudas sobre qué tipo de medicamentos recibió Gypsy a lo largo de los años. Algunos de ellos nunca fueron prescritos para Gypsy; su abogado, por ejemplo, sospecha que Dee Dee le daba Gypsy algún tipo de tranquilizante.

La pila de diagnósticos falsos, la lista de drogas confusas: todo apunta al llamado síndrome de Munchausen por delegación. El síndrome de Munchausen fue identificado por primera vez en 1951 por el psiquiatra británico Richard Asher. Roy Meadow, un sucesor de Asher, identificó el síndrome de Munchausen por delegación en 1977. Es parte del DSM, el manual de diagnóstico psiquiátrico, desde 1980. (En su última versión, el DSM-V, aparece como desorden facticio, pero usaré la denominación de Munchausen para mayor claridad). En síntesis, una persona con este síndrome finge o induce síntomas físicos y psicológicos para llamar la atención o recibir compasión y solidaridad. Si la persona hace esto consigo misma, es un Munchausen simple; cuando los síntomas son fingidos o inducidos en otras personas, es Munchausen por delegación. El DSM-V recomienda distinguir el síndrome de Munchausen de la “simulación”, que es fingir o provocar síntomas de una enfermedad para beneficio material. Esto no se considera una enfermedad mental, sino un simple fraude.

Aunque la mayoría de las personas con este síndrome son madres, también se sabe de casos de padres que hacen esto con sus hijos, esposos que lo hacían con sus mujeres, sobrinas que lo hacían con sus tías. Los doctores no suelen detectarlo sino luego de meses y años. De hecho, es difícil determinar cuán común es el Munchausen en la población general. Su misma naturaleza le permite esconderse a simple vista.

Aunque parezca contraintuitivo que los doctores pasen por alto el síndrome de Munchausen, la relación doctor-paciente es un compromiso de confianza para ambas partes. “Como proveedores de salud”, dijo Caroline Burton, doctora en la clínica Mayo de Florida que trató casos de Munchausen en los que el delegado es un adulto, “nos basamos en lo que nos cuenta el paciente”. Aunque un doctor sospeche que su paciente miente, no existen incentivos para rechazar un tratamiento basado en una duda. ¿Y si el doctor se equivoca y el paciente sufre a causa de ello? “Debes cuidarte de no pasar por alto enfermedades orgánicas”, dijo Burton. “Y debes superar varios obstáculos en el diagnóstico”.

El diagnóstico de Munchausen por delegación se le da al perpetrador, no a la víctima. Como Dee Dee está muerta, es imposible de diagnosticar. No dejó un diario o documentación de sus intenciones. Sí dejó una carpeta médica en la que parece que organizaba la información que daba a diferentes doctores. También encaja en ciertos parámetros citados por doctores como signos del síndrome de Munchausen: por ejemplo, que tenía cierta capacitación médica. También es común la cantidad de doctores que visitó con Gypsy a lo largo de los años, y la propensión a mudarse para no dejar rastros en su historia clínica. Es típica la preocupación sobre la apnea, una de las maneras en las que comienzan muchos casos documentados de Munchausen.

Según Burton, tampoco es inusual que otros miembros de la familia — incluso miembros directos — no sospechen que las enfermedades son inventadas. “Los perpetradores son personas muy inteligentes”, dijo. “Saben como manipular a otras personas”.

Y también manipulan a sus víctimas; cuanto más tiempo pasa, es más probable que el paciente se confabule con el perpetrador. El deseo de satisfacer a un padre puede ser suficiente para que un niño acepte entrar en un engaño. Pero incluso en casos entre adultos, siempre existe un tipo de apego emocional que mantiene al paciente dentro de la mentira. “La relación que se desarrolla entre ambos es enfermiza”, dijo Burton sobre los casos entre adultos que trató. Ninguna fuente consultada escuchó de un caso en que el abuso se haya extendido durante tanto tiempo y llegue hasta la adultez. Pero algo es seguro: un paciente en un caso de Munchausen por delegación tiene una versión corroída de la verdad.

La historia clínica de Gypsy es esclarecedora. En 2001, los doctores de la universidad médica de Tulane realizaron exámenes de distrofia muscular en Gypsy. Los resultados fueron negativos. De hecho, todos sus exámenes cerebrales y espinales salieron relativamente limpios. Estos registros sobrevivieron al huracán Katrina. No obstante, Dee Dee no dejaba de insistir a doctores de Louisiana y Missouri que Gypsy sufría de distrofia muscular. Según indican estos registros, la mayoría de los doctores parecen haberle tomado la palabra y no investigaron más allá de eso. En su lugar, procedieron a tratar a Gypsy por diversos problemas de visión, oído, sueño y salivación que podían ser derivados de una distrofia muscular. (Los registros que revisé para este artículo parecen haber cubierto solamente una parte de los cuidados de Gypsy. Es imposible saber si existen otros registros importantes).

Algunas intervenciones fueron quirúrgicas. Los ojos de Gypsy fueron operados reiteradamente por supuestas deficiencias. Se le pusieron diversos tubos en las orejas por supuestas infecciones en los oídos. Le facilitaron un tubo de alimentación y comía muy poco por vía bucal, sobrevivió hasta sus veintes con latas de PediaSure, un reemplazo de comidas. Sus glándulas salivales fueron inyectadas con Botox y luego extirpadas porque su madre se quejó de que salivaba demasiado. Los dientes de Gypsy se pudrieron y debieron ser extraídos, aunque es difícil precisar si fue por una mala higiene bucal o por una mezcla de medicaciones y desnutrición.

En resúmen, las invasiones al cuerpo de Gypsy en nombre de enfermedades que resultó no sufrir fueron serias, y prolongadas. Es difícil decir ahora si alguno de estos tratamientos fue realmente necesario. Lo que no es difícil es afirmar que todo esto comenzó cuando Gypsy era demasiado joven y casi no podía comunicar a figuras de autoridad — ya sea su madre o sus doctores — sobre lo que sentía.

Por su parte, los doctores no tuvieron en cuenta las incontables señales de que las historias de Dee Dee no tenían sentido — ni siquiera Robert Beckerman, el doctor de sueño que revisó a Gypsy tanto en Nueva Orleans como en Kansas City. En su lugar, publicó su tratamiento de Gypsy en el newsletter del hospital y mencionó repetidamente en sus registros médicos que ella y Dee Dee eran su “madre e hija paciente favoritas”. (Beckerman no respondió nuestro pedido de comentarios para esta historia).

Los doctores no tuvieron en cuenta las incontables señales de que las historias de Dee Dee no tenían sentido.

Hubo una excepción. En 2007, un neurólogo pediátrico llamado Bernardo Flasterstein consultó el caso en Springfield y comenzó a sospechar. En una conversación telefónica reciente, Flasterstein me dijo que tuvo sus dudas desde la primera vez que vio a Dee Dee y Gypsy. Las historias de Dee Dee sobre la legión de enfermedades de Gypsy no lo convencieron. En sus notas para el doctor de cabecera de Gypsy luego de su primer visita, escribió en negrita y subrayado: “La madre no es una buena historiadora”.

También escribió que había una “distribución inusual” en las debilidades de Gypsy para un paciente con distrofia muscular. De cualquier modo, dijo Flasterstein, le dio al caso el beneficio de la duda y envió a Gypsy a realizarse todas las pruebas de rutina, exámenes de sangre y resonancias magnéticas. Todo salió normal. “Recuerdo haberle pedido que se ponga de pie”, me dijo, “¡Y podía sostener su propio peso!” Habló con Dee Dee y le dijo “No veo ninguna razón por la cual no pueda caminar”.

Entre sus visitas con Gypsy, Flasterstein rastreó al doctor que revisó a Gypsy en Nueva Orleans. El doctor le dijo que la biopsia muscular había dado negativa para distrofia, y que el neurólogo anterior de Gypsy se lo había explicado a Dee Dee. Al ser confrontada con este problema, Dee Dee dejó de acudir a estos doctores en Nueva Orleans.

“Analicé todos estos factores, y luego de hablar con su pediatra anterior”, escribió Flasterstein in en el archivo, “existe una gran probabilidad de Munchausen por delegación, quizás con alguna etiología desconocida latente que explique sus síntomas”. Luego de esa visita, Dee Dee dejó de verlo. “Imagino que leyó mis notas”, dijo Flasterstein. Recordó que las enfermeras le contaron que al salir de su oficina durante su última visita, Dee Dee se quejaba de que él no sabía lo que decía.

Flasterstein no siguió el caso. Me dijo que en la red de doctores de Springfield que visitó Dee Dee “todos creyeron su historia”. Recuerda que le dijeron que las tratara “con guantes de oro”. Dijo que pensó que si reportaba el caso a servicios sociales, tampoco le creerían.

Al pensar en el caso hoy, Flasterstein se lamenta por no haber hecho más. Dice que éste fue el segundo caso de Munchausen que vió en su carrera de más de dos décadas. Escuchó sobre el asesinato cuando una ex enfermera de su oficina le escribió al respecto el año pasado. “Pobre Gypsy”, me dijo. “Sufrió todos esos años, sin ninguna razón”. Hubiera deseado “ser más agresivo”.

No fue la única oportunidad que las autoridades pasaron por alto. En otoño de 2009, alguien realizó una llamada anónima al departamento de policía de Springfield pidiendo un chequeo de bienestar. La persona dijo que dudaba que Gypsy sufriera de todas las enfermedades que decía su madre (Flasterstein dijo que él no fue quien hizo la llamada). La policía condujo a la casa, pero Dee Dee los tranquilizó. Les dijo que la razón por la que a veces usaba datos de nacimiento inconsistentes o cambiaba su nombre era para esconderse de un esposo abusivo. Nadie llamó a Rod Blanchard, ni corroboró estas declaraciones. La policía aceptó la explicación. Gypsy “sí sufre de un tipo de discapacidad mental”, escribieron en su reporte. El caso quedó cerrado.

En una ocasión Gypsy intentó escapar de su madre. Se encontró con un hombre en la convención de ciencia ficción a la que asistieron Kim Blanchard y su esposo. Gypsy y este hombre habían comenzado a hablar por internet. En ese momento, Febrero de 2011, Gypsy y Dee Dee hacían creer a todos que ella tenía 15 años (en realidad, tenía 19 años). Según Kim, el hombre tenía 35 años. Llevó a Gypsy a su cuarto de hotel. Con ayuda de las autoridades de la convención — “Éramos muy sobreprotectores de ella” dijo Kim Blanchard — Dee Dee los encontró. Aparentemente, golpeó la puerta del cuarto de hotel, le mostró documentos que mostraban que Gypsy era menor de edad, y el hombre dejó que Gypsy se fuera. (No pude contactarlo para este artículo).

Luego de este incidente, Dee Dee se enfureció al punto de hacer una escena. Destruyó la computadora familiar con un martillo y maldijo a la internet con sus amigos. Con el tiempo reemplazó la computadora, pero Gypsy solo podía usar internet bajo supervisión de Dee Dee. Según Kim Blanchard, varios meses después de todo esto Gypsy se calmó, aunque “se comportaba como una niña normal que se había metido en problemas”.

Toda la situación dejó a los vecinos de Springfield sintiéndose culpables. “Lo único que deseo es que ella hubiera venido hacia mí”, me dijo Aleah Woodmansee. Mucha gente se siente igual. Si Gypsy se hubiera puesto de pie y caminado a través del cuarto al menos una vez, el hechizo se habría roto. Pero esto no era fácil para ella. De algún modo, tiene sentido. No tenía razones para creer que su vida cambiaría en absoluto. Hasta que conoció a Nick Godejohn.

Bajo otras circunstancias, una historia de abuso infantil tan extensa e íntima como la de Gypsy hubiera despertado la compasión del público. Pero hubo algo sobre el elemento del fraude que ofendió profundamente a muchas personas, particularmente a quienes no conocían a Gypsy o a Dee Dee en absoluto. Evidentemente existe mucha gente que no siente que las personas enfermas o discapacitadas merecen su generosidad. Los grupos de Facebook comenzaron a multiplicarse. Se discutía si se debía culpar a Gypsy, o si Rod y Kristy fueron cómplices del fraude. Hubo grupos que llegaron a los 10.000 miembros, algunos publicaban algo sobre el crimen diariamente y esparcían teorías sin fundamentos sobre lo que sucedió.

Una cosa es mantener estas especulaciones en foros privados. Pero más de un detective amateur no quedó satisfecho con las discusiones en línea. Querían involucrarse en el caso en tiempo real. Meagan Pack, una escritora de Thought Catalog que vive en St. Louis, buscaba “pistas” sobre los crímenes de Gypsy y Dee Dee levantadas de Facebook y las subía en una publicación de mucha visibilidad. Pack me dijo que llamó al detective encargado para informarle sobre todo lo que sabía. Otros lectores en Facebook también llamaron a la policía para contarles sus especulaciones. Cuando comenzaron las audiencias en la corte, ellos también se hicieron presentes . Una persona llegó a presentarse en la casa de Dee Dee cuando se viralizó la publicación inicial de “Esa puta está muerta”. Nunca conoció ni a Gypsy ni a Dee Dee. Fue retirada de la escena del crimen por vecinos y la policía.

Todo resultó en un caos de información. El GoFundMe de Kim Blanchard se convirtió en un imán de detectives informáticos. Kim cerró la página cuando el sheriff reveló el fraude financiero de Dee Dee, pero para entonces varios grupos comenzaron a investigar a Kim. Hay quienes creyeron que Kim y David Blanchard mentían sobre su relación con Gypsy y Dee Dee, y asumieron que eran parientes debido a su apellido.

Al mismo tiempo, Kristy Blanchard recibía muchas de las noticias sobre su hijastra a través de Facebook. Fue en ese momento que descubrió que varios creían que ella y Rod sabían de los planes de Dee Dee. Otros pensaban que Rod debía ser un padre ausente que no apoyaba económicamente a su propia hija. “No comprenden que siempre la ayudé”, dijo. “En todo sentido”, agregó Kristy. De hecho, si Dee Dee tenía tanto dinero — Gypsy y Nick escaparon con $4.000 USD de la caja fuerte de Dee Dee — seguramente se debía a que recibía sus cheques de pensión alimenticia. (Dee Dee murió sin dejar un testamento y, al parecer, sin otros valores que ese dinero en efectivo).

Al principio, Kristy intentó defender a Rod y a ella misma en estos grupos, pero resultaron difíciles de convencer. “Fue un infierno”, dijo. Abandonó todos los grupos y pidió a sus amigos y su familia que dejaran de aceptar las múltiples solicitudes de amistad que recibían en todo momento.

Los vecinos de Springfield tenían el mismo problema. “Me decían ‘¡Vete al diablo!’” así se refirió Amy Pinegar a los pocos intentos que hizo de corregir a los detectives de internet por hechos equivocados. Esta obsesión terminó por sumar más ruido a la situación ya de por sí muy confusa que había creado Dee Dee. Eran persistentes. Dos personas del grupo de Facebook más grande asistieron a la audiencia en la que estuve presente en Septiembre de 2015. Una vez terminada, se dirigieron directamente al equipo de la televisión local y comenzaron a dar declaraciones. Michael Stanfield, el abogado de Gypsy, también los vio, e intentó apurarse para salir de la corte para enfrentarlos.

“¿Quiénes eran esas personas?” le preguntó al equipo de televisión. “¿Qué dijeron?”

Gypsy y Nicholas Godejohn

Durante un tiempo, pareció que el caso de Gypsy terminaría en un juicio. El fiscal no quiso solicitar la pena de muerte, pero tanto Gypsy como Nick fueron acusados de homicidio en primer grado. La investigación del crimen reveló que los mensajes de texto entre ambos parecían discutir el plan para la muerte de Dee Dee. “Cariño, olvidas que soy implacable, mi odio por ella la obligará a morir”, escribió Godejohn a Gypsy. “Es mi mitad malvada que lo hará. No fracasará, porque disfruta matando”. Los fiscales también dijeron encontrar en redes sociales evidencia de que Gypsy pidió a Godejohn que mate a su madre, aunque estas pruebas nunca se han hecho públicas. Existen documentos en la investigación previa al juicio en los que Godejohn cuenta a un amigo sobre el deseo de Gypsy de asesinar a su madre, en Mayo de 2014.

Godejohn se refería a su “mitad malvada”, porque él y Gypsy construyeron una elaborada vida de fantasía en internet, mayormente a través de una compleja red de cuentas de Facebook. Les gustaban las imágenes de sadomasoquismo. Tenían nombres y roles específicos para cada uno. Se tomaban fotos disfrazados, en un punto Gypsy se disfrazó como el personaje de historietas Harley Quinn y posó con un cuchillo. Ambos confundían la realidad con la fantasía. Al día de hoy, no resulta clara la motivación de Godejohn para ser partícipe de esto. No tenía antecedentes de violencia. (Contacté por teléfono al abogado de Godejohn, Andrew Mead, pero se negó a dar declaraciones sobre el caso). Su único arresto previo fue en 2013 por conducta inapropiada en un McDonald's, en donde había estado mirando pornografía en una tableta. Sin embargo, tanto él como Gypsy dijeron a la policía que había sido él quien empuñó el cuchillo. Ella dijo que mientras su madre era apuñalada, ella escuchaba en la otra habitación. Uno de los taxistas que condujo a la pareja a través de Springfield luego del asesinato dijo en entrevistas que él creía que Gypsy era la cabecilla.

Michael Stanfield, el abogado de Gypsy, es un defensor público. En un año común, maneja más de 270 casos. Aceptó el caso de Gypsy al azar, sin saber lo que le esperaba. “Creo que este es el caso más complicado que tendré en mi vida”, dijo. La defensoría pública del condado de Greene tuvo algo de suerte, ya que pudieron sacar de su retiro a Clate Baker, un ex defensor experto, exclusivamente para este caso. Stanfield también tiene un investigador y otra abogada trabajando con él. Kristy y Rod no tienen dinero para contratar un representante privado, aunque a lo largo de mis reportajes me reiteraron que nunca dirían a Gypsy que cambie de abogados, ya que Stanfield les parece muy capaz y tranquilizador.

El proceso de descubrir lo que sucedió fue, en síntesis, complejo. Stanfield viajó a Louisiana para rastrear algunos elementos del pasado de Dee Dee. Le llevó meses obtener la historia clínica de Gypsy, ya que Dee Dee había solicitado un poder legal sobre las decisiones médicas de Gypsy luego que ésta cumpliera 18 años. Los hospitales se negaron a colaborar, aunque el poder no le negaba a Gypsy el derecho a observar sus propios documentos médicos.

Cuando finalmente obtuvo los documentos, resultaron tan condenatorios que Stanfield llamó al fiscal sin investigar nada más. Se arregló un acuerdo con la fiscalía. El 5 de Julio, Gypsy se declaró culpable por homicidio en segundo grado. El juez le dio la mínima sentencia: 10 años. Junto al año que ya sirvió en prisión, podrá aplicar para libertad condicional en siete años y medio, a finales de 2023. Para entonces, tendrá 32 años.

Por su parte, Godejohn espera su juicio en Noviembre. Stanfield me dijo que el acuerdo de Gypsy no estableció como condición que ella testifique en su contra. En una audiencia reciente a mediados de Julio, se lo veía aturdido y perdido, su barba cubría la mayoría de su rostro. Su familia no parece asistir a sus audiencias.

Ahora Gypsy está presa en el centro de recepción, diagnóstico y correccional de mujeres de Vandalia, Missouri. Tiene el cabello largo, la piel clara y saludable, y usa lentes para adultos. Dejó todos sus medicamentos, y no tuvo problemas de salud en todo el año fuera del control de su madre. “La mayoría de mis clientes pierden peso en prisión”, remarcó Stanfield, debido a que la comida es muy mala. En los 12 meses que pasó en la prisión del condado de Green antes de su mediación, Gypsy subió siete kilos.

Kim Blanchard visitó a Gypsy una vez en prisión: “Se parecía mucho más a la persona que era, totalmente opuesta a la persona que conocía, y fue como si hubiera tenido un disfraz durante todo ese tiempo y ahora se lo hubiera quitado”.

"Fue como si hubiera tenido un disfraz durante todo ese tiempo y ahora se lo hubiera quitado”.

Sin embargo, aún quedan secuelas. La última vez que revisé su registro en prisión, su apellido seguía mal escrito, con la “e” de más que su madre, de algún modo, creyó que era una máscara eficaz. En la prisión de Green, Gypsy visitaba una vez por semana a una terapeuta. Aún no se sabe si tendrá alguien en su nuevo hogar, o si ese terapeuta deberá prepararse para lidiar con los detalles de su peculiar situación.

Rod y Kristy vieron a Gypsy al poco tiempo de la mediación. Saber lo que sucederá con ella fue un alivio para ellos. No saben si denunciarán a los hospitales y doctores que vieron a Gypsy durante toda su vida. Lo decidirán luego de que todo se haya calmado, cuando puedan hablar con Gypsy. Mientras el caso estaba pendiente, nunca hablaron con ella sobre el crimen; el fiscal se los prohibió. Ahora habrá más cosas de qué hablar. Esperan visitarla en su nueva residencia dos o tres veces al año. Es un largo viaje, y el dinero siempre es un problema.

Meses atrás, Rod y Kristy me contaron que aún notan que Gypsy les dice pequeñas mentiras sobre su vida, cosas que claramente tiene miedo de contarles abiertamente. Esto los preocupa. “Queremos que se sienta mejor al respecto”, dijo Kristy.

En una charla más reciente con ellos, la voz de Rod sonaba un poco más opaca. Sonaba más viejo. Dijo que comenzó a preguntarse qué le había contado Dee Dee a Gypsy sobre él durante todos esos años. Recién comenzaba a plantearse esas preguntas. Últimamente se preguntaba cómo era que Dee Dee siempre sonó tan amigable en el teléfono durante todos esos años si lo en realidad lo odiaba. Se lo preguntó a Gypsy.

“Ella decía ‘Mantén a tus enemigos cerca’”, le respondió Gypsy.

La mayor parte del año que pasé con este artículo, el caso se mantuvo abierto y no pude hablar directamente con Gypsy. Luego de la mediación, eso cambió. Le envié una nota. Me llamó desde la prisión de Missouri para hablar en conversaciones breves que se extendieron durante un par de días.

Su voz aún es aguda, aunque ahora que sabemos lo que sabemos, no parece particularmente alta. La gente escucha lo que quiere escuchar. Gypsy habla en oraciones largas y bellas. A veces es tan elocuente que resulta difícil creer que alguien haya hablado con ella e imaginado que era “lenta”. Me recordó a todos los doctores que escribieron en sus registros que, a pesar del supuesto defecto cognitivo de Gypsy, tenía un “vocabulario rico”.

Ella ansiaba hablar, y una vez que comenzó casi no podía contenerse. Dijo que quería que la gente sepa que esta no fue una situación en la que una chica mató a su mamá para estar con su novio. Según ella, fue una situación en la que una chica intentó escapar de un abuso. En prisión, espera sumarse a todo tipo de programas para ayudar a otras personas. Quiere escribir un libro para ayudar a otros que estén en su situación.

Le pregunté algo que deseaba saber hace rato: ¿Cuándo se dio cuenta que su vida era diferente, que había algo mal? “Cuando tenía 19 años”, dijo. Se refería al momento en el que escapó con el hombre de la convención, en 2011. Cuando su madre se la llevó, comenzó a preguntarse porqué no podía estar sola y tener amigos.

Sus opiniones sobre su madre suelen variar. “Los doctores creían que era tan devota y cuidadosa”, dijo Gypsy. “Creo que hubiera sido la madre perfecta para alguien enfermo. Pero yo no estoy enferma. Esa era la gran, gran diferencia”.

Gypsy no siente que haya engañado a nadie. “Me siento tan usada como los demás”, dijo. “Me usó como un peón. No sabía lo que sucedía. Lo único que sabía es que podía caminar, y que podía comer. En cuanto a lo demás… bueno, me afeitaba la cabeza. Y me decía ‘¡De cualquier modo se te caerá, así que mantengámoslo limpio y ordenado!’”. Gypsy dijo que su madre le contó que ella también había tenido cáncer, y que su medicación era para el cáncer. Ella simplemente lo aceptó.

Cuando pregunté sobre su comportamiento infantil, Gypsy se puso a la defensiva. “No es mi culpa. No puedo evitarlo. Mi voz es así”.

“Creo que hubiera sido la madre perfecta para alguien enfermo. Pero yo no estoy enferma. Esa era la gran, gran diferencia”.

Muchas veces no se le ocurría cuestionar la situación, y cuando sí, le preocupaba lastimar los sentimientos de su madre. Aún hoy, a Gypsy le parece que Dee Dee realmente creía que ella estaba enferma. “Temía que nos metieramos en problemas”, dijo Gypsy. “La línea entre lo correcto y lo incorrecto… estaba un poco difusa, porque así fui criada. Simplemente crecí así”.

“Cuando lo pienso hoy”, agregó, “Desearía haber podido hablar con alguien, contarle esto a alguien antes que a Nick”.

Ella usaba internet a la madrugada, cuando su madre dormía. Dijo que Nick fue la primer persona que le ofreció una protección real. Creía en él. Al final, luego de todo lo que sucedió, dijo creer que él tiene “problemas de ira”. Ella asume repetidamente la responsabilidad por el homicidio: “Lo que hice estuvo mal. Tendré que vivir con esto”. Sin embargo, dijo que Nick fue el que elaboró “un plan entre los dos” y “entró en acción”. Gypsy tuvo la idea de publicar algo en Facebook sobre el asesinato, así la policía iría hacia su madre. Recuerda preguntarle a Nick, “¿Podemos por favor poner algo en Facebook, algo alarmante que provoque que alguien llame a la policía?” Sin embargo, dice que él le dijo lo que debía escribir.

Le pregunté reiteradamente: ¿Estás enojada? ¿Con tu mamá? ¿Con los doctores? Sólo admitió una frustración. “Me frustra que ninguno de los doctores se haya dado cuenta que estaba perfectamente sana. Que mis piernas no estaban atrofiadas, como alguien realmente discapacitado. Que no puedo… no necesito un tubo de alimento. Ese tipo de cosas”. En prisión, Gypsy tuvo acceso a internet. Luego de escuchar la palabra Munchausen varias veces para describir su situación, buscó su significado. Me dijo que su madre cumplía con cada uno de los síntomas.

De vez en cuando, Gypsy me explica algún elemento de su abuso con tanto detalle que algo en mí se quiebra. Una vez no supe qué decir, pero como sabía que el contador de su teléfono seguía corriendo, dije “Siento mucho lo que te pasó”. Gypsy se convirtió inmediatamente en la niña que era frente a las cámaras de las noticias locales. “Está bien. Honestamente, me hizo una persona más fuerte, porque realmente creo que todo sucede por una razón”.

Incluso en cuanto a su sentencia Gypsy es un modelo de adaptación radical. Dijo sentirse más libre en prisión que cuando vivía con su madre. “Este es un buen momento para mí”, me dijo. “Fui criada para hacer lo que mi madre me decía. Y no estaba bien”.

“Me enseñó a mentir, y no quiero mentir. Quiero ser una persona buena y honesta”.

Este artículo fue traducido del inglés por Javier Güelfi