Una visita a la Isla de las muñecas se convirtió en una experiencia aterradora

    Como en Scooby Doo, descubrimos que los verdaderos monstruos son la gente.

    Todas las películas de terror que he visto comienzan así:

    Encontramos a nuestro contacto enfrente de la Delegación.

    Él es Rogelio, el administrador de la isla y nuestro guía.

    Los extranjeros le llaman a esto "the gringo tax", el impuesto por ser gringo.

    Finalmente llegamos a la isla.

    Ahí aprendimos que el miedo es relativo.

    Los escépticos siempre queremos estar equivocados y siempre es decepcionante tener la razón.

    O un viejo maniquí con sombrero.

    Por más que quieras tomarte en serio esta isla, cada rincón se merece una carcajada.

    ¿O las calaveras de plástico?

    ¿Saben qué sí daba miedo? Los baños.

    Y las arañas.

    Si sobrevivíamos a las arañas, siempre podíamos sufrir de muerte por michelada.

    Hambrientos, estafados y asediados por arañas, nos pusimos a trabajar.

    Este es el sitio donde todo comenzó.

    Cuenta la leyenda que se lo llevó el espíritu de la niña.

    Él es Don Anastasio, sobrino de Don Julián y el nuevo dueño de la isla. Esa del fondo es su muñeca favorita.

    Esta es la muñeca de la niña ahogada, la que inició la leyenda.

    Terminamos de filmar y, mientras nos reíamos de nuestra mala fortuna, comenzó a anochecer.

    En una de las cabañas vimos un bulto que parecía moverse.

    De pronto comenzó a llover y el río se llenó de ruidos extraños.

    Luego fuimos a ofrecerle una ofrenda al espíritu y nos respondió con terror.

    Salimos de la cabaña y descubrimos que la lluvia había hecho salir a todas las arañas de la isla.

    "¡CORRAN, CORRAN, CORRAN, CORRAN!"

    Minutos después de salir de la isla, el bote se quedó sin gasolina.

    El resto del viaje fue tenso y silencioso.

    Pero la aventura no acabó ahí.

    Caminamos hasta el centro de Xochimilco por un laberinto de callejones mal iluminados y sin banqueta.

    Finalmente, después de un día largo y aterrador, volvimos a la civilización.

    Y esa es la mejor experiencia que ninguno de nosotros quisiera volver a vivir.