Olvidé mi tarjeta en un cajero en México y mi vida se fue al carajo por un mes

    El dinero no es la felicidad y perderlo todo no es el fin del mundo.

    Esta es la historia de cómo una tragedia económica me obligó a crecer.

    24 horas después me enteré de que alguien se había gastado todo mi dinero en un casino.

    El primer paso, después de ser víctima de robo, es ir al Ministerio Público, no al banco.

    Levantar una denuncia no es difícil, sólo es engorroso y toma horas.

    Mi trámite fue relativamente rápido, sólo tomó cuatro horas.

    Luego llevé mi acta y todas mis esperanzas al módulo de Atención al Cliente.

    Volví a marcar y por fin me dieron mi folio.

    ¿Se acuerdan de cuando viví una semana con el salario mínimo?

    Con el trámite en manos de Banorte, sólo me quedaba preocuparme por los gastos del mes.

    Los calcetines son de esas cosas que no apreciamos hasta que se van, como la salud, la felicidad y las plantillas de los zapatos.

    Ella es Monica, mi novia. Gracias a ella no morí de hambre.

    Ella y sus atrapasueños pagaron por toda la comida del mes.

    Un día desperté y un perro había destruido mis audífonos.

    El dinero va y viene, los seres queridos no.

    Ese día me levanté a las 6 AM para ir a cubrir un evento de yoga.

    Si hubiera sabido que la comida era tan saludable, hubiera desayunado.

    Antes de salir del evento, tomé dos bolsas de nueces.

    No tenía dinero por tonto y no tenía tiempo aire por pobre. Mi única solución era tomar una Ecobici lastimada por la intemperie y llegar al Zócalo a como diera lugar.

    Me sentí mareado cada segundo de la entrevista.

    Regresé al trabajo en una ecobici peor que la anterior.

    La ventaja de ser un patán es que el abandono siempre te sabe a justicia.

    Hablé al banco y me dijeron que mi trámite había sido rechazado.

    Un día me acabé los productos más básicos.

    Esta era toda la comida que poseía.

    El viernes de esa semana pagaron.

    Aprendí a hacer un presupuesto.

    Dejé de fumar.

    Bajé de peso.

    Otra vez tengo documentos.

    Aprendí a pelear por lo que me pertenece.

    Y lo más importante: aprendí a hacerme responsable de mis propios actos.